Desde mediados de 2011 vienen ocurriendo ajustes negativos en precios externos y en las condiciones financieras globales, que afectaron la inversión y el consumo en nuestro país. Durante 2014, el impacto de esos factores fue agravado por un deterioro de las expectativas de inversionistas y consumidores, a partir del profundo cambio en las reglas del juego que impulsa el gobierno: más impuestos, revisión de regulaciones para potenciar a los sindicatos, sustitución de incentivos económicos y empresa privada por gestión burocrática y más Estado en sectores claves. Todo ello agudizó la desaceleración durante 2014, al punto de lograrse caídas récord de demanda agregada, que redujeron la tasa de crecimiento anual del PIB al 1,8%, mientras se asentaba a lo largo del año la expectativa de una recuperación lenta y de un deterioro permanente en la tasa de crecimiento potencial del país.
Un cambio importante de percepción ocurrió a partir de la cifra de Imacec de diciembre 2014, que mostró crecimiento en doce meses de 2,9%, un repunte significativo respecto del crecimiento promedio de 1,1% (en doce meses) en los seis meses previos. Desde entonces surgió la expectativa de que estos fueran “brotes verdes” indicativos de un repunte de la economía, lo que presumiblemente sería confirmado por cifras posteriores.
Las recientes cifras del INE dan importantes luces a este respecto. Nuevamente hay cifras positivas que apuntan a un Imacec de enero posiblemente cercano al de diciembre, gracias, básicamente, a un incremento muy relevante de 5,8% en doce meses, en el Índice de Producción Industrial. Sin embargo, de este incremento, casi todo (5,08%) es explicado por un componente: el Indice de Producción Minera, que creció 10,1% en doce meses, y que refleja un fuerte crecimiento en la producción de cobre (13,2% en doce meses) mientras el resto de la minería se contrajo en 6,7% en doce meses. Más allá del cobre, las cifras del INE no indican que en otros sectores (Manufactura, Electricidad Gas y Agua, Comercio Minorista, Construcción) las cifras de diciembre y enero representen un quiebre significativo de las tendencias que marcaron 2014.
Era predecible que luego de un período de fuerte inversión en la minería del cobre, tras la maduración que requieren los proyectos, iba a repuntar la producción, y que ello seguirá ocurriendo mientras los proyectos entran en producción. Pero es obvio que este fenómeno resulta de decisiones anteriores y que no altera el diagnóstico de una economía sin energías. Así, a partir de las cifras de enero, el mismo INE consigna: “El crecimiento en el consumo privado se mantiene bajo y la inversión ha continuado su tendencia negativa”. “Por el lado de los bienes durables, se observó una caída en las ventas nominales (-9,8%) y reales (-7,9%), siendo la mayor contracción presentada por este tipo de bienes en el índice base 2009. En el mismo contexto, las importaciones de bienes durables han vuelto a decrecer interanualmente, luego del repunte que habían presentado en diciembre de 2014”.
El enervamiento de la economía persiste, y sigue siendo prioritario corregir la estrategia estatista que afecta las posibilidades de bienestar en el país.