JAMIL ANDERLINI
Escondido entre la principal escuela de espías de China y el antiguo palacio imperial de verano en el oeste de Beijing, se encuentra el único lugar en el país donde la desaparición del Partido Comunista que gobierna China puede debatirse abiertamente sin temor a represalias.
En consonancia con algunos de los cambios trascendentales que ocurren en la sociedad china, en los últimos años se revisó radicalmente el plan de estudios de la Escuela del Partido Central de China. Los estudiantes todavía se sumergen en la sabiduría de Das Kapital (El Capital) y la “Teoría de Deng Xiaoping”, pero también se les enseña economía, derecho, religión, asuntos militares y pensamiento político occidental.
Un cambio más significativo para una institución que se fundó para imponer la pureza ideológica es un papel relativamente nuevo como una zona de libertad intelectual, donde casi nada tiene un límite para su discusión.
Por cuánto tiempo los herederos de la revolución de Mao de 1949 pueden mantenerse en el poder es una pregunta perenne desde la masacre en la Plaza de Tiananmen de 1989 y la desintegración de la Unión Soviética. Muchas predicciones del inminente colapso van y vienen, pero el partido resiste e incluso se fortalece, especialmente desde que hace una década abrió por primera vez sus filas a capitalistas.
La Teoría de la Modernización sostiene que los sistemas totalitarios tienden a democratizarse cuando aumenta el ingreso; que la creación de grandes clases medias acelera el proceso, y que la desaceleración económica después de un largo periodo de rápido crecimiento hace que la transición sea más probable. Cuando la desigualdad es fuerte y empeora, y se junta con altos niveles de corrupción esto puede sumarse al ímpetu de un cambio.
Todos estos factores existen ahora en China, pero algunos teóricos políticos, incluídos los de la Escuela del Partido Central, sostienen que el país es cultural y políticamente excepcional. Otros, que incluyen a prominentes intelectuales chinos, distinguidos sinólogos occidentales e incluso importantes miembros del partido de corte liberal, creen que estos son los últimos días de la era del partido comunista y que caerá si no inicia pronto importantes reformas políticas.
‘Mil otoños y 10 mil generaciones’
Chen Shu es profesor de historia del partido, “la construcción del partido” y Pensamiento de Mao Zedong en la Escuela del Partido Central y sus opiniones reflejan un pensamiento ortodoxo dentro de los de las altas esferas del partido. Chen amablemente accedió a reunirse con FT pero se impacienta cuando le pregunto qué es lo que piensa que le depara el futuro al partido.
“Esas teorías sobre la crisis de China o el colapso de China son totalmente occidentales”, dice en un tono que deja claro que “occidental” es peyorativo. “Mientras más presión se ejerce en la cultura china y el partido comunista, más unidos y cohesivos se vuelven y más capaces de producir milagros”.
Lin Zhe, es profesor de la Escuela del Partido Central y pasó las últimas dos décadas investigando cómo puede el partido enfrentar la corrupción en sus filas. Predice alegremente que el partido celebrará su centenario en el poder en 2049 y dice que se prepara, como dice el proverbio chino, para gobernar “mil otoños y 10 mil generaciones”. Pero tanto Lin como Chen también advierten que la legitimidad del partido está amenazada por la corrupción endémica que se extiende a todos los niveles del sistema.
Resistencia autoritaria
En su libro de 1992, The End of Story and The Last Man (El fin de la historia y el último hombre), Francis Fukuyama sostiene que la democracia liberal occidental representa la última forma de gobierno humano y el punto final de la evolución ideológica. Su argumento lo impulsó la dramática expansión de la democracia durante el siglo XX.
Fukuyama, ahora investigador de la Universidad de Stanford, dice que está convencido de que China seguirá el camino de la mayoría de los países, probablemente a través de una liberalización gradual que eventualmente impulsará la democracia. Pero si eso no sucede, dice que es posible que haya revueltas populares similares a las que se vieron en la primavera árabe.
“La nueva generación en China es muy diferente de la que abandonó el campo y condujo a la primera ola de industrialización, tienen mucha más educación y son más ricos y tienen nuevas exigencias como aire limpio, agua limpia, alimentos seguros y otros asuntos que no pueden resolverse sólo con un rápido crecimiento económico”, dice.
Las estimaciones del tamaño de la clase media china varían dependiendo de la definición que se utilice, pero una cosa es cierta: hace dos décadas virtualmente era inexistente y ahora crece exponencialmente. La consultora McKinsey dice que lo que llama “la clase media alta” -un segmento de la población con ingreso anual de entre 17,350 y 37,500 dólares- representó 14% de los hogares chinos el año pasado, pero representará 54% de los hogares en menos de una década.
A menudo se presenta a China como evidencia para echar por tierra a la teoría de Fukuyama; los críticos argumentan que el proceso del partido de una reinvención constante responde mucho más a las necesidades y demandas de sus gobernados que los sistemas autoritarios tradicionales. Hasta hace unos años, David Shambaugh, director del Programa de Política China de la Universidad George Washington y experto en el sistema político chino, era un importante defensor de este punto de vista. Pero cambió su forma de pensar y ahora cree que el partido está en un estado de decadencia que se asemeja a los últimos días de las dinastías chinas a lo largo de la historia.
Las señales incluyen una ideología estatal vacía en la que la sociedad no cree pero que de forma ritual finge cumplir, lo que empeora la corrupción, falla en proveer a la población una seguridad social adecuada; y un sensación generalizada de inseguridad pública y frustración. Otras señales incluyen el incremento de malestar social y étnico, las facciones de la élite, la sobrecarga fiscal con los procedimientos que en su mayoría va a parar a los bolsillos de los funcionarios y el empeoramiento de la desigualdad del ingreso y no hay una aplicación confiable de la ley.
La momia en el ataúd de cristal
“Los fundamentos ideológicos del partido realmente son muy vacíos”, dice Perry Link profesor de la Universidad de California Riverside y uno de los expertos en China occidentales más respetados. “En la actualidad la gente se une al partido para hacer conexiones y seguir adelante y no por algún tipo de ideal socialista”.
Probablemente el estímulo más importante para el alto grado de cinismo y cuestionamiento de la autoridad fue el crecimiento de la comunicación masiva en internet. La censura del régimen a internet es una de las más restrictivas del mundo, con un bloqueo a Twitter, Facebook, YouTube e incontables de sitios y otros servicios en línea más, por el temor del partido a que estos puedan utilizarse para organizar una oposición política. Pero una explosión de alternativas nacionales controladas por el gobierno, en particular el sitio de microblogging similar a Twitter, “Weibo”, todavía le permite a la gente eludir parcialmente el control del partido sobre el discurso público de una manera que nunca antes había sido posible.
A medida que la economía china se desacelera y crece la ira por una serie de problemas que se derivan de la falta de inclusión política, es la pérdida de este control sobre los pensamientos, ideas y mensajes a lo que realmente le teme el partido.
‘Siete cosas de las que no se puede hablar’
“China tiene más poder militar, diplomático y económico de lo que tuvo en el pasado y puede decirle a países como el Reino Unido y EU que retrocedan de una manera que no podía antes”, dice el profesor Link. “Pero a pesar de todo el nuevo poder externo parecen más frágiles internamente, mucho más preocupados sobre cuánto tiempo podrán estar en la cima de este caldero hirviendo”.
Desde su ascenso, Xi preside una serie de severas medidas represivas con los disidentes, la libertad de expresión, los separatistas étnicos y la sociedad civil y no muestra ninguna señal de ser el reformador político secreto que algunos esperaban. Document Number Nine (Documento Número Nueve), un memorando secreto que se distribuyó entre los cuadros del partido y se filtró a través de medios chinos en el exterior, muestra la preocupación que tiene el nuevo liderazgo sobre lo que percibe como amenazas para el régimen del partido.
De acuerdo con el documento, el partido participa en una “feroz” batalla en la que participan siete graves amenazas a las que se refieren los círculos académicos chinos como “las siete cosas de las que no puedes hablar”. La primera en la lista es la “democracia constitucional occidental”, seguida de otros tabús como la defensa de los derechos humanos, el poder judicial independiente, la independencia de los medios y las críticas al pasado del partido.
“La interpretación más pesimista, y francamente más realista, es que Xi no tiene nuevas ideas así que sólo cita a Mao y trata de mantenerse ceñido el poder”, dice un “principito” reformista hijo de un ex alto líder del partido, que conoce bien a Xi pero que solicita el anonimato por temor a las repercusiones políticas. “Si ese es el caso, entonces China no tiene esperanza y eventualmente la ira de la sociedad explotará en un levantamiento popular”.
¿No más milagros?
En las tres décadas desde que Deng Xiaoping implementó la reforma orientada al mercado y empezó a abrir a China al mundo, la economía del país crece en un promedio de alrededor de 10% anual. Este espectacular desempeño sacó a cientos de millones de personas de la pobreza y llevó a que algunas personas afirmen que “el leninismo de mercado” de China desafió la teoría de que las sociedades se democratizan cuando se vuelven más ricas. Pero de acuerdo con Liu Yu, profesor asociado de ciencias políticas de la Universidad Tsinghua en Beijing, y Chen Dingding, de la Universidad de Macao, escribieron en el Washington Quaterly el año pasado, “los que abogan por un excepcionalismo chino pasan por alto el hecho de que es demasiado pronto decir si China demostró o refutó la teoría de modernización”.
El PIB per cápita fue de alrededor de 9 mil 200 dólares en términos de poder adquisitivo en 2012 pero, de acuerdo con Liu y Chen, este todavía no alcanza el nivel en donde países con una cultura y antecedentes históricos similares empezaron la transición a la democracia.
Pero ahora hay fuertes señales de que el modelo económico chino de fuerte inversión, orientación a las exportaciones y dominio del Estado se queda sin fuerza y ahora el crecimiento puede desacelerarse más drásticamente de lo que espera Beijing. La tasa de crecimiento nominal interanual del PIB de China se desaceleró 17% en el cuarto trimestre de 2011, a alrededor de 8% en el segundo trimestre del año pasado y el crecimiento de 2013 fue el más lento en trece años. La mayoría de los economistas espera que el ritmo moderado vaya más allá en los próximos años.
En la mayor parte de las mediciones, China Comunista ahora tiene una de las sociedades con más desigualdad en el planeta. Si la desaceleración actual se transforma en una crisis económica o desencadena el desempleo generalizado, la mayoría de los analistas creen que el gobierno enfrentará rápidamente algún tipo de levantamiento popular.
Mao Yushi, el economista de 84 años que se considera como el padrino de la macroeconomía moderna china, predice que China enfrentará una “inevitable” crisis financiera en algún momento de los próximos tres años gracias a la enorme acumulación de deudas incobrables y a una enorme burbuja inmobiliaria, pero cree que esto puede impulsar al país hacia la democracia. “Creo que una crisis financiera en realidad puede ser buena para China ya que obligaría al gobierno a implementar reformas políticas y económicas”, dice Mao.