Por Roberto Aguirre.
Como la vieja Babilonia, el yacimiento El Trapial está desapareciendo. Se trata de un bloque emblema dentro del concierto petrolero nacional que se desinfla un poco cada día en una caída que no encuentra piso. Ni un solo equipo de perforación pisa el campo por estas horas. Los contratos con algunas empresas de servicio pequeñas comenzaron a caerse, y algunos de los trabajadores en relación directa con la compañía empezaron a acogerse a retiros voluntarios.
La petrolera Chevron, que opera el yacimiento desde que compró los activos de San Jorge en 1999, sólo invierte lo justo y necesario para que la maquinaria camine. Todo parece indicar que dejó de poner dinero en esta vieja área para volcarlo de lleno en Loma Campana, donde junto con YPF impulsa el primer clúster no convencional del mundo fuera de Estados Unidos. Una curiosidad: mientras es la empresa extranjera que más dólares vuelca al país, deja caer uno de los campos emblema de la industria.
Y así lo muestran las estadísticas duras. En el 2012, El Trapial era el segundo yacimiento petrolero del país detrás de Cerro Dragón, la joya de PAE. A septiembre del año pasado, según la Carta Energética de Montamat, pasó a ocupar el séptimo lugar y continúa bajando. Hace 13 años, en pleno apogeo, brotaban de ese pedazo de suelo neuquino unos 10.000 metros cúbicos día. Hoy apenas se superan los 2.000. No es el único caso, pero sí el que más sobresale por la magnitud de la caída.
Más allá de esta realidad, atribuible en parte a la geología y en parte a la falta de inversiones en técnicas que, ciertamente, son más caras, Chevron inició un proceso de ajuste en el yacimiento para adaptar a la escala actual la estructura heredada de las épocas doradas. Consultada por "Río Negro Energía" sobre este tema, la compañía admitió en un comunicado oficial que "está trabajando con autoridades y representantes sindicales de Neuquén en la adecuación de su fuerza de trabajo, teniendo en cuenta la declinación natural de su producción de petróleo convencional".
De todos modos remarcaron que mantienen su compromiso "con la operación y desarrollo en Neuquén y Río Negro".
Tanto el titular del Sindicato de Petroleros, Guillermo Pereyra, como el de Jerárquicos, Manuel Arévalo, dijeron a este medio que están al tanto de la situación y aseguraron que no hay despidos. Indicaron que siguen de cerca el tema para evitar situaciones de conflicto.
En el lugar hay alrededor de 800 trabajadores entre permanentes y contratados, aunque la cantidad fluctúa. Fuentes del sector aseguran que se trata del mismo plantel de las buenas épocas y que la actualidad del campo torna insostenible ese número.
Por otro lado, las mismas fuentes aseguraron bajo reserva que hay contratos que están cayendo, están por caer o que se están renegociando para abajo. Indicaron que algunas empresas de servicios sobreviven por las tareas operativas que hay que hacer sobre el campo debido a la magnitud del yacimiento. A su vez, aunque se produce menos crudo, el campo devuelve cada vez más agua –un claro signo de su madurez– y esto implica una serie de procesos de separación que deben ser supervisados y exigen mano de obra.
El intendente de Rincón de los Sauces, Marcelo Rucci, aseguró que por ahora no se registraron despidos, pero indicó que el impacto se siente en la localidad, ubicada a 70 kilómetros del corazón de El Trapial. "La gente se preocupa, no gasta quizás el mismo dinero. Entonces la actividad económica se resiente", indicó el jefe comunal, también miembro del sindicato petrolero.
EL SUEÑO FRUSTRADO
Dos años atrás, cuando la caída libre había comenzado, Chevron abrió las puertas de sus instalaciones a la prensa. La petrolera, que suele mantener un perfil bajo, lo hizo para comunicar que arrancaba su aventura del shale y que había empezado a testear Vaca Muerta, acaso a la espera de una salvación para un negocio que a todas luces ya no cerraba como antes.
Según pudo saber este medio, se perforaron allí cuatro pozos. Sólo dos arrojaron resultados considerables y aun así no levantaron ninguna expectativa. El milagro no convencional no será una opción al menos por ahora.
No sólo los números convierten a El Trapial en un yacimiento emblema. Su infraestructura es una de las más grandes del país. Funciona allí una verdadera miniciudad, con un centro médico, una cancha de fútbol de césped sintético, una de básquet, un gimnasio, un restaurante, pabellones similares a un hotel y hasta una pista de aterrizaje. Todo, en medio del desierto patagónico.
El otro dato que da cuenta del tremendo impacto de ese bloque petrolero es el consumo de energía, que en el 2013 era de 32 megas de potencia, con usinas térmicas propias y una red eléctrica de 250 kilómetros.
El Trapial posee a su vez una de las instalaciones técnicas más adelantadas del país. Como en los grandes campos nacionales, toda la actividad de los pozos es seguida vía digital a través del sistema Scada. Casi todo está tecnificado.
El caso de El Trapial es estructural, al igual que el de otros viejos campos históricos como Puesto Hernández o Chihuido de la Sierra Negra. Pero todo el sector empezó a apretar el cinturón en épocas de petróleo barato.
Aun con el barril criollo de 77 dólares como bálsamo, las empresas buscan ser más competitivas. Y en la práctica esto se tradujo en dos cosas. Por un lado, empezaron a recortarse los contratos con las firmas proveedoras de servicios. Hubo rebajas negociadas de hasta el 15%. En otros casos, el hachazo se impuso: las liquidaciones llegaron directamente con un descuento del 5%.
Por otro lado, empezó la sintonía fina del sector laboral. Las empresas buscan terminar con el alto grado de ausentismo y apuntan a esquemas más intensivos en cuanto a las horas de trabajo. Es que, tal como reveló este medio al semana pasada, detrás se esconde una estrategia de cambiar el modelo laboral sobre todo para el shale y esta coyuntura colaboraría con esa tarea.
Esta semana, los gremios salieron a advertir por los despidos. Dijeron que no hay que alarmarse pero revelaron que Sinopec bajó dos equipos en Chubut. El titular de Jerárquicos, Manuel Arévalo, se quejó de que muchas firmas no cumplen los convenios colectivos de trabajo. Su par de Petroleros, Guillermo Pereyra, indicó que se "camina por el filo".
El "acuerdo social" firmado en Buenos Aires impide despedir personal. Pero algunas compañías chicas están evaluando cesantías o suspensiones temporales, algo que los sindicatos no tolerarán, según avisaron.
Claro que no falta quien piense que detrás de las amenazas empresarias de despidos están la política y la voluntad de obtener beneficios. Algunas empresas se encuentran negociando contratos, sobre todo en Mendoza y Río Negro. Otras, buscan un salvavidas impositivo.