Un color que identifica a Colombia tanto como los tres de su bandera, es el verde: el de las extensas praderas, montañas y reservas naturales; el verde que pinta muchos de sus fértiles paisajes y que enmarca ríos, quebradas y cascadas; el verde de la selva amazónica y de la espesa jungla que bordea las costas sobre el océano Pacífico.
A Colombia también la identifica un verde brillante que no se nota a simple vista y que está engullido por las montañas de la Cordillera Oriental entre los departamentos de Boyacá y Cundinamarca. Es el verde de sus esmeraldas, las más famosas del mundo.
Las esmeraldas colombianas son las más famosas del mundo.
Hay muchos honores por los cuales Colombia tiene prestigio internacional y el ser el primer productor mundial de esmeraldas es uno de ellos, ya que en la producción total de esmeraldas, Colombia aporta un 55 por ciento, frente a un 15 por ciento de países como Brasil y Zambia que le siguen en la lista. Y no es cuestión sólo de cantidad, sino de calidad, pues gracias a sus características esta piedra preciosa colombiana es una de las más codiciadas.
Colombia produce 55 por ciento del total de las esmeraldas en el planeta. La siguen Brasil y Zambia.
Como muchas de las tradiciones colombianas, a la historia de la esmeralda se le ha otorgado un anecdotario fantástico que disputa su veracidad con las causas geológicas de las zonas esmeralderas de Colombia. Existe una leyenda que cuenta la existencia de dos seres nativos: Fura y Tena, mujer y hombre creados por el dios Ares para que sin infidelidad poblaran la tierra a cambio de su eterna juventud. Fura, la mujer, faltó a la promesa, sobreviniendo su acelerada vejez y la muerte de Tena.
Ares habría de apiadarse de los desdichados, convirtiéndolos en dos peñas protegidas por tempestades y serpientes y en cuyas entrañas las lágrimas de Fura se convirtieron en esmeraldas. Hoy, los cerros de Fura y Tena, con una altura de 840 y 500 metros sobre el valle del río Minero, custodian la zona esmeraldera de Colombia. Se localizan 30 km al norte de las minas de Muzo, entre las de mayor producción de Colombia.
Y así en Muzo, en la zona noroccidental del departamento de Boyacá, es donde se concentran los mayores yacimientos de esta piedra preciosa. Aparte de Muzo, se destacan las minas de Borbur, Coscuez, Chivor, Peñas Blancas, La Pita y Quípama (esta última caracterizada por el predominio de la minería informal, los llamados guaqueros). Gachetá y Gachalá, dos municipios del nororiente de Cundinamarca, completan la zona más importante de explotación esmeraldera del país.
En la mina Las Cruces, de la población de Gachalá (Cundinamarca), se extrajo La Emilia, la piedra de esmeralda más grande encontrada hasta ahora con un peso de 6.900 quilates.
Pero el brillo y la espectacularidad de la esmeralda colombiana son cualidades precedidas por el difícil trabajo de los mineros. Es una ardua tarea que, según se cree, tiene una historia anterior a la existencia de Jesucristo, cuando los antepasados esculcaban las montañas para ofrecer los hallazgos a sus dioses.
Miles de hombres representan el rostro de la oscuridad en sus largas jornadas dentro de las minas tras la búsqueda de ese embrujo verde que en su composición química es una piedra de berilo que debe su color al contenido de cromo y vanadio, dos elementos químicos muy escasos en la corteza terrestre y una de las razones que influye en el valor de la esmeralda, siendo la única piedra cristalina de color verde.
El valor de la esmeralda se determina según el color, el tamaño, la pureza y el brillo.
El trabajo del minero es el paso inicial y el más complicado en el proceso de la esmeralda, cuyo valor se determina según el color, el tamaño, la pureza y el brillo. Evaluadas estas características, el precio de una piedra puede estar entre diez dólares hasta cuatro millones, aunque no es muy frecuente el hallazgo de una gema de tan considerable valor.
Aunque verde es el color genérico de la esmeralda, no todas las piedras conservan tal pureza en su tonalidad, característica que los expertos identifican plenamente a la hora de tasar el valor. En este orden de ideas, hay cinco clases distinguidas de esmeraldas:
El color verde profundo es el más hermoso, el más escaso, el más valioso, pero también el más exclusivo, el que sólo se expulsan las entrañas de Colombia.
Durante muchos años, en Colombia no ha existido un espacio que recopilara piezas exóticas de las esmeraldas más famosas del mundo, ni sus formaciones y variedad de gemas.
Es por eso que hace más de 30 años, un grupo de personas interesadas en rescatar el verdadero valor histórico, cultural y natural de la esmeralda se ha reunido para poner a disposición de los turistas la Corporación Museo de la Esmeralda Colombiana (MEC) en Cartagena.
En Colombia se encuentran diferentes cristalizaciones de la esmeralda poco conocidas en el mundo y cuya importancia geológica es un aporte inigualable al patrimonio cultural.
Hoy en día, en la Corporación Museo de la Esmeralda Colombiana da a conocer la evolución del mineral, desde que se forma en la naturaleza hasta su comprador final y ofrece una exhibición de los ejemplares más interesantes y las esmeraldas más grandes con la más amplia gama de coloraciones (verde arroz, verde azul, verde amarillo y algunas con el característico fuego interior).
Este interesante museo constituye a la vez un espacio pedagógico de análisis, investigación científica y certificación de autenticidad de las esmeraldas colombianas.
Para ampliar la información sobre las esmeraldas, MEC abre también sus puertas a las exposiciones de la pintura, la escultura, la joyería, la artesanía, la fotografía y la literatura, disciplinas que han reconstruido la gran parte de la historia de la esmeralda y que enriquecen la muestra.