El Banco Central Europeo se dispone a ingresar a un territorio inexplorado mientras se acerca su decisión de lanzar un polémico programa de estímulo para reanimar la economía de la zona euro. La reunión de la entidad se llevará a cabo el jueves.
Su desafío es orquestar un plan que satisfaga a los inversionistas, cuente con el visto bueno de los miembros más conservadores del banco central y, principalmente, ayude a despertar a la economía europea de su letargo.
La posibilidad de que el BCE se embarque en un programa de estímulo de grandes proporciones ya ha repercutido en otros bancos centrales. El Banco Nacional Suizo, por ejemplo, se vio obligado la semana pasada a dejar de defender el tope que había fijado en el valor del franco frente al euro, lo que sacudió los mercados de divisas. El lunes, el banco central de Dinamarca redujo su tasa de interés de referencia de cara a la posible decisión del BCE.
Las expectativas de que la entidad emprenda un programa de compra de bonos soberanos a gran escala están tan arraigadas que el presidente francés, François Hollande, realizó el lunes un comentario inusualmente directo al indicar que el BCE decidirá el jueves empezar a comprar bonos gubernamentales. El banco central, que resguarda celosamente su independencia de las autoridades políticas, no quiso comentar al respecto.
Unas horas más tarde, la canciller alemana, Angela Merkel, subrayó que las decisiones del BCE son independientes y advirtió que la política monetaria no debería sustituir las reformas fiscales que necesitan los países de la zona euro.
Los inversionistas señalan que la posibilidad de que el BCE ponga en marcha un gigantesco plan de estímulo está incorporada en los precios. En una señal de que el mercado contempla la intervención del banco central, cerca de un cuarto de los bonos soberanos de la zona euro, cuyo total ronda los 5 billones de euros (US$5,8 billones), ofrece un rendimiento negativo, comparado con una décima parte en octubre, según Bank of America Merrill Lynch.
El propio BCE ha alentado tales esperanzas al insinuar en las últimas semanas su intención de añadir hasta un billón de euros a su balance de activos. El mercado de renta fija soberana es el único suficientemente grande en Europa para proveer esa escala.
El desafío es enorme. El BCE tiene que reactivar economías crónicamente débiles, como las de Francia, Italia y Grecia. También afronta interrogantes acerca de su papel e identidad, es decir si una entidad modelada principalmente en el banco central alemán, el Bundesbank, y que heredó su celo antiinflacionario, puede adaptarse al siglo XXI y utilizar herramientas innovadoras para combatir crisis financieras recurrentes y amenazas deflacionarias.
“El BCE debería pasar a ser un banco central moderno que emplea este instrumento”, sostiene Paul De Grauwe, profesor de la London School of Economics. “La única forma de llegar a esa meta es hacerlo. Demuestra que no tiene que ser un desastre”.
Las compras de bonos a gran escala, una política conocida como relajamiento cuantitativo, se han vuelto parte del arsenal de herramientas a las que recurren los bancos centrales de Estados Unidos, el Reino Unido y Japón para reducir las tasas de interés a largo plazo.
De todos modos, el BCE encara numerosos imponderables, pese a la experiencia de otros bancos centrales. No hay un activo federal que el organismo pueda comprar puesto que la zona euro carece de un valor de deuda común. En lugar de ello, existen 19 mercados de bonos, que van desde Alemania, cuya deuda tiene una calificación de AAA, a Grecia y su estatus de deuda chatarra. Los rendimientos de la renta fija se ubican en mínimos históricos en buena parte de la región, lo que sugiere que no es mucho lo que el BCE los puede reducir.
Además, en un momento en que la inflación de la zona euro en 12 meses fue negativa por primera vez en cinco años y la economía del bloque, que ronda los US$13,2 billones, se expande a duras penas, la reputación del banco central como la institución que inspira mayor confianza en Europa podría verse mermada si el relajamiento cuantitativo no obtiene rápidamente los resultados previstos.
“El mayor riesgo, ciertamente, es que el BCE decepcione. Las expectativas son muy altas”, señala Iain Lindsay, gestor de portafolio de renta fija de Goldman Sachs Asset Management, que administra US$1 billón en activos.
En el caso de los alemanes, la compra de deuda pública despierta las fobias de la inflación y de los bancos centrales que siguen las instrucciones de los políticos.
“Es una operación muy arriesgada tomando en cuenta la falta de incentivos para que los gobiernos pongan su casa en orden”, advierte Jürgen Stark, economista alemán y ex integrante del comité ejecutivo del BCE.