Por MARTIN BURBRIDGE.
Ahora que estamos en vacaciones de verano, sería bueno que los amantes de los resorts all inclusive aprendan a pronunciar "Dizhonghai Julebú", nombre en chino del célebre Club Med, que acaba de ser comprado por un millonario de ese origen. Y que se vayan preparando para tener, entre las divisas a transportar en sus viajes turísticos, unos cuantos yuanes, porque tarde o temprano la moneda china se va a imponer como la tercera unidad de reserva en el mundo, en paralelo al dólar y al euro.
Cuando se evalúa el esfuerzo que ha realizado China en su afán por convertirse en la primera potencia económica mundial, se comprueba que los progresos han sido notables en estos últimos 30 años. Desde que comenzó el período de apertura económica gradual bajo la batuta de Deng Xiaoping, el país no dejó de crecer para transformarse en 2014 en la primera economía mundial: según datos del FMI, el PIB chino, medido en paridad de poder adquisitivo, alcanzó los u$s 17,6 billones mientras que el de EE.UU. fue de u$s 17,4 billones; ambas economías representan un tercio del PBI mundial.
Sin embargo, desde el punto de vista financiero, China todavía tiene un largo camino que recorrer para poder subirse al ring y cruzar guantes con EE.UU.. En materia bursátil, la reciente fusión de las bolsas de Shanghai y Hong Kong está dirigida a que el país cuente con un mercado de capitales acorde a su tamaño económico y sus ambiciones políticas. La unión bursátil la convierte en la bolsa con mayor capitalización de Asia, por delante de la histórica de Tokio. Cuando se logre sumar a esta fusión la bolsa de Shenzhen (los más optimistas lo prevén para este año), su valor de mercado alcanzará los u$s 7 billones, bastante lejos del NYSE (u$s 18 billones) y levemente por encima del Nasdaq (u$s 6,5 billones).
En cambio, en el plano monetario, China sigue siendo una potencia de segundo orden. Su moneda, el yuan, todavía no es convertible (el gobierno avanza en su internacionalización) y hoy representa la séptima más usada en pagos globales a nivel mundial. A pesar de ello, los analistas coinciden en afirmar que en los próximos años el país hará el mayor esfuerzo para cerrar esta brecha y conseguir que el yuan figure en las pizarras de todas las casas de cambio del mundo.
Hasta ahora, la "diplomacia monetaria" china, término acuñado por la académica Yang Jiang, de la Copenhaguen Business School (Dinamarca), se ha dedicado a tejer alianzas estratégicas con numerosos países emergentes (y algunos desarrollados) para reemplazar al dólar en su comercio bilateral. Entre los acuerdos alcanzados figuran el Reino Unido, Australia y Francia ("cerca del 44% de los intercambios comerciales franco-chinos son realizados en yuanes", afirmó recientemente Maurice Gourdault-Montagne, embajador francés en China).
Billetera mata galán
Pero en paralelo a esta red de alianzas comerciales, el gobierno chino ha sabido hacer uso de su abultada billetera. Con las reservas internacionales más grandes del mundo (u$s 4 billones, el 40% del total mundial), el país se convirtió en un gran inversor de proyectos de infraestructura en Asia y Africa, así como prestamista de muchos gobiernos con problemas de liquidez, entre los que figura la Argentina.
De acuerdo con Bloomberg, el año pasado China le prestó a nuestro país fondos por u$s 2.300 millones, firmó un acuerdo de intercambio de divisas con Rusia por u$s 24.000 millones, viene financiando a Venezuela por un total de u$s 47.000 millones desde 2007 y le ha ofrecido créditos a Ecuador por u$s 5.300 millones. La reciente crisis desatada en Rusia a raíz del derrumbe en el precio del petróleo es la última muestra de este poder financiero: el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, ofreció una ayuda económica "en la medida de sus posibilidades" para sostener al rublo y la economía rusa. Para quienes han vivido buena parte del siglo XX, ver a China como salvadora financiera de Rusia era algo inimaginable hace 50 años atrás.
"China desplegó esfuerzos considerables para ayudar a que los países de la zona euro sobrellevaran la crisis de la deuda. Francia va a apoyar la internacionalización del yuan, esperando que esta moneda ocupe un rol importante en el sistema monetario internacional, a la par del dólar y del euro", sostuvo Gourdault-Montagne.
En ese sentido, los analistas apuntan al hecho que 2015 será un año clave en este proceso de internacionalización del yuan, del que todos coinciden que es irreversible. Porque se va a debatir en el seno del FMI un aumento del capital del organismo, momento que servirá para que los países emergentes reclamen un cambio en la ponderación del voto de cada miembro (EE.UU. posee un 17% y con un 15% alcanza para vetar cualquier propuesta). Pero sobre todo porque en septiembre se va a redefinir la composición de los Derechos Especiales de Giro (DEG), la moneda interna del FMI, en cuya canasta sólo están representados el dólar, el yen, la libra y el euro. China quiere que el yuan pase a formar parte de esa canasta.
Para el economista Antoine Brunet, "la Guerra Fría nos enseña una gran lección: la victoria de EE.UU. sobre la Unión Soviética fue en primer lugar monetaria. EE.UU. triunfó aprovechando la supremacía mundial del dólar para imponer a la URSS una carrera armamentística que no podía financiar. China aprendió perfectamente la lección. Sabe que no puede reemplazar de un día para el otro al dólar por el yuan". Probablemente, su objetivo final sea que pasemos del Consenso de Washington al Consenso de Beijing.