Las bolsas europeas caían el martes lideradas por las compañías energéticas mientras el crudo Brent descendía a un nuevo mínimo de cinco años y medio por las persistentes preocupaciones sobre el sobreabastecimiento mundial.
* El explorador de hidrocarburos Seadrill estaba entre los títulos que más caían en el sector después de decir que había ejercitado una opción de compra del buque de perforación West Polaris a Ship Finance International Limited.
* El índice STOXX Europe 600 de petróleo y gas perdía un 1,4 por ciento a las 0812 GMT, el índice sectorial que más caía en Europa.
* El apetito de riesgo también se vio perjudicado por las preocupaciones sobre Grecia, que celebrará unas elecciones generales en enero para las que el partido izquierdista Syriza se presenta como favorito después de que el Parlamento no consiguiera elegir un presidente el lunes.
* El índice paneuropeo FTSEurofirst 300 bajaba un 0,5 por ciento hasta los 1.369,50 puntos, lo que lo situaba en un 4 por ciento positivo anual en la última jornada de cotización completa de 2014.
(Información de Francesco Canepa; Traducido por Raquel Castillo; en Madrid / REUTERS ESP GB)
El petróleo intermedio de Texas (WTI) bajó este lunes un 2% y cerró con un precio de u$s53,61 el barril, la mitad del máximo anual fijado en junio pasado y en los niveles más bajos desde hace cinco años.
Al término de la sesión en la Bolsa Mercantil de Nueva York (Nymex), los contratos futuros del petróleo WTI para entrega en febrero próximo, el mes de referencia, bajaron 1,12 dólares respecto al cierre del viernes.
Con este retroceso, el petróleo en los EEUU desciende 19% en diciembre y 45,5% respecto de sus valores de inicios del año. También es el precio más bajo en cinco años y medio, desde los u$s53,20 el barril del 1° de mayo de 2009.
Ese nivel implica una caída del 50% en el precio desde el máximo que se anotó el crudo WTI al cierre de la sesión del Nymex el 20 de junio pasado, de u$s107,26 el barril para los contratos con entrega en julio, el mes de referencia de entonces.
El precio del petróleo de Texas, de referencia en EEUU, y del Brent, de referencia en Europa y en los mercados globales, vienen cayendo con una tendencia clara desde fines de septiembre pasado, en medio de señales de un exceso de oferta de los productores.
La caída se agudizó después de que el 27 de noviembre pasado, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) acordara no reducir su producción actual, de unos 30 millones de barriles diarios, a pesar del bajo nivel de los precios.
La jornada comenzó con alzas en el precio del crudo WTI como reacción al incendio de varios depósitos del puerto petrolero de Sidra, en Libia, la semana pasada, que destruyó 850.000 barriles de crudo.
Sin embargo, a media sesión de las operaciones a viva voz del Nymex, el precio del WTI recuperó la tendencia de los últimos meses y, una vez más, terminó en negativo.
El barril crudo de Brent para entrega en febrero cerró en el mercado de futuros de Londres enu$s57,88, un 6,2% menos que al término de la sesión anterior.
El petróleo del Mar del Norte, de referencia en Europa, concluyó la sesión en el International Exchange Futures (ICE) con un retroceso de 3,81 dólares respecto a la última negociación.
"El precio del Brent está estabilizado en unos 60 dólares por los temores sobre la oferta de petróleo en Libia y atrae a algunos compradores a corto plazo", indicó el analista de IG David Madden.
Los ataques de las milicias islamistas, reunidas en la coalición Fajr Libya, provocaron el incendio de la plataforma petrolífera de Al Sedra durante los combates entre milicianos y fuerzas gubernamentales en esta zona.
Los precios del petróleo terminaron en su nivel más bajo en cinco años y medio el lunes en Nueva York, en un mercado , debido a .
El barril de "light sweet crude" (WTI) para entrega en febrero perdió US$ 1,12 a US$ 53,61 en el New York Mercantile Exchange (Nymex), su nivel de cierre más bajo desde inicios de mayo de 2009.
En Londres el barril de Brent del mar del Norte para igual entrega terminó en US$ 57,88 en el Intercontinental Exchange (ICE), a su nivel más bajo desde el 13 de mayo de 2009, en caída de US$ 0,57 con respecto al cierre del viernes.
Tras intentar estabilizarse desde mediados de diciembre, el crudo volvió a caer a niveles mínimos en años a inicios de semana, en un contexto de fuerte preocupación sobre la situación del mercado en 2015.
"Es siempre la misma razón, el superávit de petróleo esperado en relación a la demanda continúa aplastando los precios", explicó John Kilduff, de Again Capital.
Algunos problemas en un terminal petrolero libio, Al Sedra (este), cuyos depósitos se incendiaron a causa de ataques de milicias islámicas, habían sostenido los precios al inicio de la jornada.
Pero la violencia en Libia, un productor clave del norte de Africa, "no es un factor suficientemente poderoso para sostener los precios" ante factores cada vez más bajistas, consideró Kilduff.
En EEUU los analistas anticipan un nuevo incremento de la oferta antes de las cifras semanales de reservas que se conocerán el miércoles. Los inversores "se preparan para cifras claramente negativas para los precios, al igual que la semana pasada", destacó Bob Yawger, de Mizuho Securities.
Ayer, Argelia pidió a la OPEP que reduzca su producción para que se pueda dar una suba en el precio del petróleo. La declaración se dio luego de que Arabia Saudita anunciara la semana pasada que no iba a reducir su producción, incluso si el barril de petróleo se cotizaba a US$ 20.
Los precios del petróleo terminaron en su nivel más bajo en cinco años y medio el lunes en Nueva York en un mercado afectado por temores por la sobreoferta mundial de crudo.
El barril de "light sweet crude" (WTI) para entrega en febrero perdió 2% (o u$s 1,12) a u$s 53,61 en el New York Mercantile Exchange (Nymex), su nivel de cierre más bajo desde inicios de mayo de 2009.
Ese nivel implica una caída del 50% en el precio desde el máximo que se anotó el crudo WTI al cierre de la sesión del Nymex el 20 de junio pasado, de u$s 107,26 el barril para los contratos con entrega en julio, el mes de referencia de entonces.
El precio del petróleo de Texas, de referencia en EE.UU., y del Brent, de referencia en Europa y en los mercados globales, vienen cayendo con una tendencia clara desde fines de septiembre pasado, en medio de señales de un exceso de oferta de los productores.
La caída se agudizó después de que el 27 de noviembre pasado, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) acordara no reducir su producción actual, de unos 30 millones de barriles diarios, a pesar del bajo nivel de los precios.
La jornada de este lunes comenzó con alzas en el precio del crudo WTI como reacción al incendio de varios depósitos del puerto petrolero de Sidra, en Libia, la semana pasada, que destruyó 850.000 barriles de crudo.
Sin embargo, a media sesión de las operaciones a viva voz del Nymex, el precio del WTI recuperó la tendencia de los últimos meses y, una vez más, terminó en negativo.
Todo parece indicar que 2015 será el año de la expansión cuantitativa en bonos soberanos del BCE ante el peligro de deflación. Si sale bien, generará optimismo entre los inversores y aumentará las expectativas de inflación. Las ganancias de competitividad y la percepción exterior positiva sobre España deberían consolidarse pese a la incertidumbre política. Pero el desempleo y las reformas pendientes harán que el entorno favorable se sienta en la calle de forma muy tenue.
El año 2014 termina con una compleja combinación de luces y sombras para la economía internacional, europea y española. España muestra claros síntomas de recuperación en un entorno europeo preocupante por el bajo crecimiento y el riesgo de deflación mientras la economía mundial se debate entre los riesgos de un estancamiento con creciente desigualdad en los países avanzados que, sin embargo, podrían beneficiarse de una fuerte caída de los precios del petróleo que liberaría recursos para que un mayor consumo generara una aceleración del crecimiento. Todo ello con focos de incertidumbre de origen monetario y geopolítico y con una cada vez más débil gobernanza económica internacional para hacer frente a los retos derivados de una economía cada vez más multipolar, donde la rivalidad entre grandes potencias se está haciendo cada vez más palpable.
El Fondo Monetario Internacional (FMI)ha vuelto a reducir sus previsiones de crecimiento para los próximos años. Su directora gerente, Christine Lagarde, incluso ha señalado que existe un elevado riesgo de que la economía global se atasque en una senda de «crecimiento mediocre» con altos niveles de desempleo y deuda. Es el tercer año consecutivo que lo hace, lo que demuestra que el legado de la Gran Recesión sigue pesando. El desapalancamiento de empresas y familias y la falta de inversión actúan como frenos al crecimiento. Incluso las economías más dinámicas como Estados Unidos y Reino Unido presentan un potencial de crecimiento más bajo que antes de la crisis. El «estancamiento secular» (término resucitado por Larry Summers y que se ha puesto de moda) es, junto al crecimiento de la desigualdad, el mayor desafío que tienen las economías desarrolladas, que ven cómo el apoyo a la globalización entre la ciudadanía continúa cayendo.
En este sentido, se echa en falta una mayor coordinación a nivel internacional. Los líderes del G-20 se comprometieron en la cumbre de 2014 de Brisbane (Australia) a aumentar el crecimiento global un 2%, en los próximos cuatro años, pero no han acordado un plan de acción multilateral concreto. Cada país adopta las políticas económicas que más le convienen sin tener en cuenta su impacto global, y eso continuará en 2015, lo que podría desencadenar nuevos conflictos tanto en el ámbito monetario como en el comercial, donde los acuerdos comerciales preferenciales (sobre todo entre Estados Unidos y la Unión Europea –el TTIP– y entre los países de la cuenca del Pacífico excluyendo a China –el TPP–) están socavando el sistema multilateral de comercio.
Además, la presidencia del G-20 para 2015, que corresponderá a Turquía (un país con poco peso específico dentro del grupo), no permite esperar que se vayan a producir avances importantes en la cooperación económica internacional.
Riesgos
En este contexto, aparecen algunos riesgos no desdeñables: la desaceleración de los mercados emergentes, una posible crisis bancaria en China, las tensiones geopolíticas tanto en Oriente Medio como en la zona post-soviética (en particular el peligro de una fuerte crisis económica en Rusia), y el impacto que la subida de los tipos de interés en Estados Unidos pueda tener en los mercados internacionales, sobre todo en las bolsas (que podrían experimentar «pinchazos») y en la estabilidad de los emergentes (que podrían sufrir fuertes salidas de capital).
La guerra de divisas no cesará, y, de hecho, podría recrudecerse. Japón, cuya economía sigue estancada, seguirá aumentando los estímulos monetarios, lo que depreciará el yen y hará que sus inmediatos competidores como China (que ya no crece tanto), Corea del Sur y los países del sudeste asiático tengan que responder con intervenciones en los mercados de divisas.
Asimismo, si el BCE finalmente opta por aplicar políticas más expansivas para depreciar el euro y la Reserva Federal se ve obligada a intervenir para frenar el aumento del dólar, podríamos encontrarnos ante un recrudecimiento de las devaluaciones competitivas que generen acusaciones mutuas y aumenten los riesgos proteccionistas.
De hecho, este afán por acaparar cuotas de mercado internacional y generar crecimiento y empleo a través de las exportaciones (algo que por definición no todos los países pueden lograr al mismo tiempo), la caída de consumo en América y la región del Golfo (que tendrá que vivir con precios de petróleo más bajos), el todavía pequeño tamaño económico que tiene el dinámico continente africano y la creciente posición de superávit por cuenta corriente que exhibe la zona euro, van a acentuar el problema de la falta de demanda global. Por otra parte, Estados Unidos ya no será capaz de compensar esta insuficiente demanda actuando como consumidor de última instancia puesto que su economía ya no tiene el mismo peso que antaño.
El elemento que sí que podría compensar parcialmente este escenario de insuficiente demanda es la caída del precio del petróleo. Desde el pasado junio, el barril de crudo ha caído más de un 40% y ya se encuentra por debajo de los 65 dólares. De continuar así, podríamos encontrarnos ante un nuevo ciclo de precios bajos como el que se produjo desde finales de los años ochenta del siglo pasado, lo que redistribuiría rentas desde los países productores (que tienden a ahorrar) y los consumidores (que tienden a consumir), con el subsiguiente efecto positivo sobre el crecimiento.
No es fácil identificar con claridad las causas de estos menores precios, y tampoco si son permanentes. Pero sin duda hay dos factores que están jugando un papel relevante. El primero es la menor demanda mundial, derivada de la desaceleración de las economías avanzadas (sobre todo Europa) y emergentes en un entorno de creciente incertidumbre. Aquí la ecuación es simple: menor crecimiento implica menor demanda de petróleo y, por tanto, menores precios.
La segunda causa, sobre la que existe un intenso debate, es el impacto que el espectacular aumento de la producción de hidrocarburos no convencionales en Estados Unidos está teniendo sobre el mercado internacional. Con nueve millones de barriles de petróleo diarios, Estados Unidos ya es el segundo productor del mundo, sólo por detrás de Arabia Saudí que produce diez, y ha reducido enormemente sus importaciones, pudiendo llegar a convertirse en exportador neto de energía en 2020. Este aumento de la oferta contribuye a reducir los precios. Sin embargo, no está claro si esta situación será permanente o transitoria, y si Estados Unidos optará por exportar energía si tiene capacidad de hacerlo o preferirá almacenarla para dotarse de una ventaja competitiva y geoestratégica en relación a sus rivales, lo que hace casi imposible anticipar cómo evolucionarán los precios en el futuro.
Por último, a estos dos factores hay que añadir el hecho de que, ante la caída de precios, Arabia Saudí, que es el líder de la OPEP, ha optado por no recortar la producción para elevar los precios ya que es consciente de que si el barril se mantiene barato, los incentivos para desarrollar energías renovables e incluso hidrocarburos no convencionales son menores, lo que perpetúa su posición de dominio en el mercado mundial.
La falta de demanda agregada es particularmente evidente en la zona euro. Aunque en noviembre el BCE tomó las riendas de la supervisión bancaria después de realizar su análisis de calidad de los activos bancarios (Asset Quality Review) y las pruebas de resistencia (stress tests) esto no ha sido el revulsivo que muchos esperaban. El proceso se ha desarrollado sin mayores sobresaltos. No ha producido ningún shock negativo en los mercados porque solo unos pocos bancos, la mayoría italianos, necesitan leves recapitalizaciones. Pero tampoco se ha producido una ola de optimismo y crédito. Más bien todo lo contrario, la amenaza de deflación en Europa sigue presente, lo que dificulta el crecimiento en una economía altamente endeudada. A esto se añade el parón del crecimiento en Alemania, que está notando las sanciones sobre Rusia y la desaceleración de los países emergentes.
Plan de acción
Estos problemas han sido reconocidos de forma explícita por el gobernador del BCE, Mario Draghi, que ha propuesto para el año 2015 un plan de acción a tres bandas centrado en las necesarias reformas estructurales, pero también en unas políticas fiscales y monetarias más expansivas. Todo parece indicar que 2015 será el año de la expansión cuantitativa (quantitative easing, QE) en bonos soberanos del BCE, pese a la oposición de Alemania. Si esto sucediese sería porque el peligro de la deflación sería ya inminente, y al BCE no le quedaría más remedio que echar toda la carne en el asador para evitar una japonización de la economía de la zona euro.
Es difícil predecir las consecuencias de semejante acción. Los efectos pueden ser nimios habida cuenta de que los tipos de interés están ya en mínimos históricos (el bono a diez años del Reino de España está por debajo del 2%) y de que en la zona euro la provisión de crédito se hace a través del sistema bancario y no el mercado de capitales.
Las consecuencias pueden incluso ser negativas si Alemania se opone tajantemente al QE y se recrudecen las tensiones en el consejo de gobierno del BCE entre los países acreedores y los deudores o si esta política sólo logra generar un rally bursátil que aumente todavía más la desigualdad. Aún así, la jugada podría salir bien ya que puede generar una ola de optimismo entre los inversores, aumentar las expectativas de inflación y provocar una depreciación del euro que estimule las exportaciones y contribuya a frenar la desaceleración de los precios.
Los efectos positivos de una política monetaria más expansiva se verían reforzados si el plan de inversiones de 315.000 millones de euros propuesto por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se materializase de manera efectiva y si los Gobiernos de los países de la zona euro aprovechasen este impulso para acometer las reformas estructurales necesarias para aumentar el potencial de crecimiento, sobre todo Francia e Italia. En este sentido es importante que en 2015 siga la dinámica empezada en 2014 según la cual la Comisión Europea ofrece mayor flexibilidad en el cumplimiento de las metas de reducción del déficit público a cambio de resultados concretos en las reformas estructurales a nivel nacional, todo ello combinado con inversiones en grandes proyectos de infraestructuras paneuropeos en áreas como la energía o la economía digital.
En cuanto a la gobernanza del euro, el nuevo presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha prometido que va a avanzar en la creación de una verdadera unión económica y monetaria sobre la base de la hoja de ruta establecida por el Informe de los Cuatro Presidentes coordinado por su predecesor Herman Van Rompuy, que planteaba avances en los campos bancario, fiscal, económico y político. Sin embargo, lo previsible es que los avances sean muy lentos en 2015 ya que la zona euro ha demostrado que sólo reacciona cuando está al borde del abismo y no parece que este año vayan a producirse eventos peligrosos. Los únicos que podrían darse serían una nueva reestructuración de deuda en Grecia (lo que cada vez parece más inevitable pero que podría demorarse) o una vuelta a la inestabilidad en los mercados si Syriza llega al gobierno en Grecia y plantea una agenda económica que la Troika considerara inaceptable. En todo caso, dados los cortafuegos que la zona euro ha construido durante la crisis, es poco probable que estos eventos pudieran generar un contagio significativo que elevara las primas de riesgo de forma significativa.
En el otro gran tema de la agenda económica europea, el Acuerdo de Comercio e Inversiones con Estados Unidos (TTIP), tampoco se esperan grandes avances. Aunque la idea original era concluir las negociaciones en 2015, éstas se están revelando más complejas que lo que se anticipaba, por lo que lo más probable es que la firma del acuerdo se retrase o se anuncie un compromiso de mínimos que no tendrá impacto económico en el corto plazo.
Por todo ello, España va a tener que apoyarse en gran medida en sus propias fortalezas para seguir creciendo y reducir el desempleo. Las empresas españolas, sobre todos las pymes, tendrán que redoblar sus esfuerzos para internacionalizarse. Es importante además que las compañías apuesten por la innovación y la diferenciación para lograr un mayor valor añadido y para insertarse de forma estratégica en las cadenas de suministro globales.
La demanda interna debería aumentar levemente gracias a la bajada de impuestos, el aumento de la inversión pública y la caída de los precios del petróleo. Es probable también que el sector de la construcción vuelva a mostrar por fin indicadores positivos, aunque muy tenues.
Además, la depreciación del euro debería permitir que las exportaciones más allá de la zona euro volvieran a crecer con vigor. Y lo harán todavía más si Alemania y Francia (nuestros principales clientes) logran esquivar la recesión. Todos estos factores deberían llevar a una tasa de inflación algo más alta que facilitaría el necesario desapalancamiento y la estabilización de la ratio de deuda pública sobre el PIB.
En donde no se esperan grandes cambios, por ser año tanto de elecciones municipales y autonómicas como generales, es en las reformas estructurales. Por otra parte, estas mismas elecciones pueden aumentar la percepción de inestabilidad política entre los inversores nacionales e internacionales si el problema catalán se recrudece y el apoyo a Podemos se consolida. Aún así, lo más probable es que ninguno de estos dos riesgos haga descarrilar ni el moderado crecimiento ni la generación de empleo en España.
En definitiva, el año 2015 se presenta con una doble cara para España. Un marco relativamente favorable a nivel interno, y un contexto europeo e internacional difícil de navegar. Las ganancias de competitividad-precio logradas en los últimos años gracias a la devaluación interna y la percepción exterior de que España es un buen destino para la inversión porque el país ha hecho sus deberes (una imagen que las autoridades alemanas se encargan de reforzar en todos los foros internacionales) deberían contribuir a consolidar el relato de que España es un país responsable y fiable que está dejando atrás la crisis.
Sin embargo, la losa del desempleo y las transformaciones aún pendientes para que España se convierta en un país innovador y con una base industrial más sólidas implican que este entorno macroeconómico más favorable sólo se hará sentir en la calle de forma muy tenue.
Federico Steinberg y Miguel Otero Iglesias, investigadores del Real Instituto Elcano.