Poca gente se preocupa tan intensamente sobre la desaceleración de la economía china como los latinoamericanos.
China no solo compra casi 40% del cobre chileno, sino que su demanda insaciable en otra época contribuyó a impulsar los precios del cobre de $1 a $4 por libra. En el ínterin, Pekín inyectó miles de millones de dólares a minas y empresas pesqueras del Perú e invirtió miles de millones de dólares adicionales, al comprar semilla de soya de Argentina y Brasil. Además, apuntaló al Gobierno venezolano al ritmo de $50.000 millones en préstamos, pagaderos en embarques de petróleo.
La voraz hambre de China por las materias primas de América Latina, impulsó la década de mayor prosperidad para la región desde los años 70. Llenó las arcas de los Gobiernos y ayudó a reducir por la mitad la tasa de pobreza de la región. Esa era ya terminó.
Para legisladores que participaron recientemente en una conferencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre desafíos para la prosperidad de América Latina, al parecer no había peligro más claro y presente que la desaceleración de China.
“El auge de las mercaderías permitió a Gobiernos y empresas evitar las decisiones difíciles”, me dijo Andrés Velasco, exministro de Finanzas de Chile. “Incluso Argentina creció entre 5% y 6% por año durante una década”.
El cobre ya volvió a menos de $3. A medida que precios de materias primas empiezan a descender, impulsados en buena medida por la demanda más débil de China, el camino se volverá mucho más duro. Eso resulta particularmente cierto en los principales exportadores de petróleo, vapuleados por un colapso en los precios del crudo.
Notablemente, Venezuela está en caída libre. El FMI prevé que la economía venezolana se contraiga tanto este como el siguiente año. Además, ha sido obligada a limitar sus prometidos embarques de petróleo a China, incumpliendo, en efecto, pagos de su deuda china.
Sin embargo, el descenso de las materias primas no está perdonando a muchos. “El crecimiento en América Latina ha tenido que regresar a índices previos al auge de los productos o materias primas”, dijo Alejandro Werner, quien dirige la división del hemisferio occidental del FMI.
De hecho, el Fondo prevé que la región crezca a duras penas 1,3% en 2014, un tercio de su paso apenas hace tres años.
La caída pone de relieve cómo economías latinoamericanas no han logrado superar su debilidad existencial: la dependencia a materias primas que ha encadenado el desarrollo de la región a una incesante secuencia de auges y caídas. Desde Brasil y Argentina en la punta sur de la región hasta México en el norte, funcionarios a lo largo de América Latina temieron por años que China socavara sus esfuerzos a lo largo de varias décadas por construir las industrias de manufactura que, esperaban, suministrarían un boleto al mundo desarrollado.
La barata mano de obra de China no solo superó a la industria latinoamericana y captó la mayor parte de la inversión mundial de manufactura. Su apetito por minerales, petróleo y productos agrícolas de Latinoamérica elevó el valor de divisas por toda la región, volviendo sus bienes manufacturados incluso menos competitivos.
El porcentaje de manufactura en la producción económica de Latinoamérica ha bajado constantemente durante más de una década, desde el momento en que China se insertó agresivamente en la economía mundial con su entrada a la Organización Mundial de Comercio. Al mismo tiempo, su participación de materias primas en las exportaciones latinoamericanas, que habían caído hasta 27% a finales de los años 90, respecto de alrededor de 52% a comienzos de los 80, repuntó de nuevo a más de 50% en la víspera de la crisis mundial de finanzas.
La huella de China sobre América Latina está contribuyendo a lo que Dani Rodrik, experto en desarrollo por Harvard llamaría su “desindustrialización prematura”, cerrando la senda estándar del desarrollo económico seguido por prácticamente todos desde la revolución industrial. Diplomáticos de China hacen énfasis en que el país está en desarrollo y no es una potencia “imperialista” industrializada como Estados Unidos o las potencias coloniales de Europa que gobernador durante siglos y sirvieron como los primeros explotadores extranjeros de la riqueza mineral de Latinoamérica. Pero, para muchos en esta región, la diferencia difícilmente para tener relevancia.
Consideremos San Juan de Marcona, remoto poblado en el extremo del océano Pacífico en la región Nasca de Perú. Construido en los años 50 para albergar a trabajadores en la amplia mina de hierro a cielo abierto, perteneciente a Estados Unidos, ya no alberga a gerentes de ese país. En los años 70, el general Juan Velasco Alvarado, entonces dictador militar del Perú, los expulsó. Ahora, los gerentes de Marcona vienen del Shougang de China, que se la compró al Gobierno peruano en la década de los 90.
“El crecimiento en China fue de suma importancia para atraer a Perú en los últimos 10 años”, destacó Cynthia Sanborn, quien encabeza el Centro de Investigación en la Universidad del Pacífico, en Lima.
Al norte de Marcona, Chinalco construyó un pueblo para reubicar a 5.000 habitantes de Morococha, donde abrirá con explosiones una nueva mina de cobre.
Este año, MMG de China, Guoxin Internacional Investment y Citic Metal compraron la mina de cobre de Las Bambas al conglomerado anglo-suizo Glencore.
Empresas chinas están interesadas no solo en materias primas, sino también en vastas obras públicas para la transportación de las materias primas, incluidos enlaces ferroviarios a lo largo de Brasil y un canal propuesto, que costaría $50.000 millones y tendría 270 kilómetros de largo, a través de Nicaragua.
En 2010, los préstamos chinos a Latinoamérica, que casi igualaron los del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el estadounidense Eximbank juntos, ahora se han desacelerado.
Carmen Reinhardt, de Harvard, pronostica que China pudiera convertirse en la principal fuente de financiamiento de América Latina. Quizá América Latina tan solo debería contar sus bendiciones.
“Las inquietudes sobre dependencia están presentes, pero si China no estuviera ahí, Perú estaría buscando otros mercados para sus minerales”, me dijo Sanborn.
Werner, del FMI, alega que el argumento por la desindustrialización es exagerado. “Desde una perspectiva a plazo medio, China es un plus, plus, plus para América Latina”, destacó. En agricultura, por ejemplo, las exportaciones a China están dando origen a muchísima innovación y mejores en la eficiencia. Es improbable que baje la demanda de la soya argentina y brasileña –una de las fuentes principales de alimento animal– conforme los chinos se van volviendo más ricos y comiendo más carne. “No apuesten en contra de natura”, exhortó Werner a legisladores en la región. “Jueguen a su ventaja comparativa”.
Sin embargo, en algunos fragmentos de la región, China ha inspirado una nostálgica reinterpretación de su historia económica y un nuevo estudio de las decisiones estratégicas de su pasado.
¿Recuerdan la “Teoría de la Dependencia”? Esta doctrina, que se extendió a lo largo de América Latina desde los años 50 hasta los 70, proponía que la región, o para lo que es igual cualquier país en desarrollo, nunca podría progresar simplemente vendiendo recursos naturales al rico Norte, usando el dinero para importar los bienes industriales del Norte. La substitución de importaciones, detrás de un muro de barreras comerciales, era la senda a la prosperidad.
“Esta teoría fue desacreditada durante la ”década perdida" de América Latina en los 80; acusada por una nueva cosecha de dirigentes enfocados en el mercado y educados en Estados Unidos en los años 90 de convertir la región en un lugar atrasado que no es competitivo.
Cortesía de China, ha vuelto, afinada para adaptarse a una economía global más integrada. “Nosotros no estamos pidiendo más proteccionismo, sino la substitución de importaciones dentro de economías abiertas y competitivas”, dijo Alicia Bárcena, quien encabeza la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe.
“Debemos pensar en crear cadenas regionales de producción para servir a mercados regionales”.
Bárcena sugiere que si bien China debería seguir siendo invitada a participar en el desarrollo de Latinoamérica, esto debería pasar bajo condiciones diferentes: “¿Ustedes quieren nuestras materias primas? De acuerdo. Pero inviertan también en paneles solares aquí”, propuso.