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DEBATE
Schweizer: "El petróleo: Lecciones"
29/12/2014

El petróleo: Lecciones

El Ancasti

Por Rodolfo Schweizer.

El mundo actual no deja de sorprendernos. No creemos que haya un solo país en el mundo donde su liderazgo y gobierno se despierten al nuevo día con la confianza de que encontrarán el mismo mundo que dejaron ayer. Esta vez esas alteraciones vienen de la mano del petróleo, ese viscoso elemento que heredamos de las inestabilidades propias del planeta, y cuyo precio cayó un 45% en solamente 6 meses, generando con ello un interrogante acerca de la estabilidad económica global, por mencionar uno. Esto que a simple vista es positivo para la economía personal y nacional suponiendo que esa caída se traduzca en precios más bajos para los combustibles, puede ser doloroso para los países productores de petróleo tradicionales al encontrarse de golpe con que le quitaron de la noche a la mañana gran parte del soporte financiero de sus economías. Esto es más grave en aquéllos que no supieron protegerse de estas variaciones cíclicas construyendo reservas en la época de las "vacas gordas,” variaciones que, por otro lado, son bien conocidas porque son parte de la historia del petróleo.

Esta dinámica caótica no sorprende por no ser nueva. Todavía recordamos la crisis global de 1973, generada por el embargo de los países árabes productores de petróleo, en represalia por la ayuda militar norteamericana a Israel en la recordada Guerra de Yom Kippur. Esa medida se dio durante un proceso de retracción de la economía mundial, lo cual llevó el crudo de 3 a 12 dólares el barril, entre octubre de 1973 y marzo de 1974.
Luego llegó la crisis de 1979, producto de una combinación de factores: por un lado un proceso de caída en la producción mundial de petróleo y por otro la llegada de la revolución iraní. El resultado fue un pánico que llevó a un desabastecimiento de combustible y el crudo a 39,50 dólares el barril. Luego la suerte errática del petróleo siguió el curso que la inestabilidad del mundo y el descubrimiento de nuevas fuentes convencionales le impuso, sobre todo la entrada en el mercado del nuevo petróleo de Alaska, el Mar del Norte y Rusia, que envió el precio hacia abajo en los 90. Como todos sabemos, ese descenso se revirtió con el tiempo, aunque no su estabilidad, como lo prueba el presente: de los 120 dólares que el barril valía hace menos de un año, hoy se mueve alrededor de los 60 dólares, aunque esta vez las causas no son políticas, sino producto de algo insospechado hasta hace pocos años.

En efecto, esta vez el colapso de su precio es producto directo de la aparición de una nueva tecnología de extracción llamada de "fractura de roca,” comúnmente llamada "fracking” en inglés, que provocó un explosivo crecimiento de la producción petrolera dentro de EE.UU. en los últimos años. En efecto, de 5 millones de barriles por día en 2008, hoy está por arriba de los 9 millones, gracias a esa innovación. Más aún, para 2015 se espera que la producción siga creciendo y adicione un millón más de barriles por día y por año, cifra que para 2020 se estacionará en 0.7 millones, según la EIA, Agencia de Información Energética. Todo esto suponiendo que el precio actual no derrumbe la competividad de este nuevo procedimiento tecnológico.

La nueva tecnología ha permitido acceder a fuentes de petróleo y gas inimaginables. Hasta hace pocos años a nadie se le habría ocurrido pensar en un pozo que luego de seguir derecho hacia abajo por dos o tres mil metros, por ejemplo, doble y siga horizontalmente otros dos mil metros o más. Hoy eso es posible gracias a una nueva tecnología que permite poner en funcionamiento un jet de agua, arena y químicos a alta presión en cualquier dirección a esas profundidades, el cual destruye la roca a su paso y libera el petróleo o el gas acumulado y retenido en espacios confinados, entre las rocas. Una vez liberado, el petróleo escurre hacia conductos que lo sacan a la superficie. En inglés este petróleo obtenido a grandes profundidades por fractura se llama "Shale oil” o "Tight oil” (en Argentina simplemente "shale”) para diferenciarlo de otro que se llama al revés, "Oil shale,” que se lo encuentra en depósitos rocosos más superficiales, como ser lagos, y del cual se saca el kerosene y esos aceites que antes se usaban en las lámparas.

El tema en relación al precio es que el "shale” agregó 3,2 millones de barriles diarios a la producción tradicional en EE. UU. hasta finales de 2013, según la Agencia de Información Energética de EE.UU. (EIA), o sea un 35% de la producción total, con lo cual aquél colapsó. Imaginemos lo que pasará cuando otros proyectos nacionales entren en operación. Aquí conviene recordar que el yacimiento de Vaca Muerta en Mendoza está entre los que cuentan con este tipo de petróleo. Su reserva es estimada en 27 millones de barriles (el sitio web de YPF dice 16,2 millones), la cuarta en el mundo después de Rusia, EE.UU. y China. Pero, aclaremos, no somos el único país con este regalo de la naturaleza. Medido en millones de barriles, nos sigue Libia con 26, Venezuela con 13, México con 13, Pakistán con 9, Canadá con 9. Parece ser que también lo hay en Europa, lo que, como país, nos debería llevar a actuar con cautela, pues no estaríamos ante una nueva "soja” salvadora para la economía, al no tener la exclusividad de este recurso. Sin embargo, nos puede ayudar a lograr un autoabastecimiento, siempre y cuando se actúe con sensatez.

Sin embargo, hay otras situaciones que también están incidiendo en el precio del crudo. Una de ellas es la desnacionalización de la exploración y extracción del petróleo en México. En efecto, el gobierno del presidente Peña Nieto ya promulgó la ley que abre ese recurso a la competencia de los inversores extranjeros, La medida, de tener éxito, corregiría la continua caída productiva en que México está sumido hasta ahora y la estabilizará en los 3 millones de barriles diarios hasta 2020. Vale decir que la nueva política del sector significa que México incrementará su producción en 1 millón de barriles diarios en forma inmediata, según EIA.

En lo que toca al futuro cercano, no menos importante es la posibilidad cada vez más cierta del arribo de las arenas bituminosas de Canadá a las refinerías de EE.UU. a través del oleoducto Keystone XL, un conducto de 90 centímetros de diámetro que recorrerá 1.900 Km, para terminar en el Golfo de México, en Texas. El proyecto está detenido por el momento hasta tanto se aclare su impacto ambiental sobre algunas áreas. Este transportará 830.000 barriles diarios, lo que reducirá la dependencia de EE. UU. del petróleo que llega de Venezuela y el Medio Oriente. La ventaja de estas arenas radica en el hecho de que son más fáciles de tratar que el petróleo pesado proveniente de Venezuela, aunque se genera un 17% más de gases de invernadero durante el proceso de separación de la arena del crudo

Tampoco se debe pasar por alto la incidencia que tendrá en el precio del crudo la recuperación de la producción en el golfo de México para 2015. En 2009 se producían aquí 1,7 millones de barriles, mientras que en 2013 la producción era de 1,2 millones diarios. Para 2015, una inversión combinada de Shell, Hess, Exxon y Chevron aportará 900.000 barriles diarios más. Todo esto a pesar del incremento de los costos entre un 5 y un 10% como resultado de tener que cumplir con las nuevas regulaciones ambientales después del desastre de la plataforma Horizon de la British Petroleum.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar el impacto a futuro de la nueva demanda a los fabricantes de automóviles, quienes deberán aumentar la eficiencia en los automóviles, reduciendo con ello aún más el consumo mundial de petróleo.

En conclusión, el mercado petrolero mundial se encuentra ante la presión de una letal combinación de una mayor oferta con una menor demanda, todo agravado por una baja de la actividad económica en Europa, China e India, debido al menor ritmo de crecimiento de la economía mundial.

La caída del precio del crudo no es la única sorpresa que el mundo vio recientemente. La otra fue la inesperada reacción de la OPEC en noviembre. Todos esperaban que los países que la componen decidieran reducir la producción para frenar la caída. No lo hicieron así y reafirmaron seguir con el mismo nivel de producción, 30 millones de barriles diarios, y dejar que el mercado se corrija por sí solo, en base a la oferta y la demanda. Se declaró a modo de sentencia que la caída del precio va a ser corregida por el precio mismo. Cuando el precio de mercado del petróleo deje de ser redituable, el mismo productor va a dejar de sacar petróleo con lo que, ante una menor oferta, el petróleo dejará de caer y su precio se equilibrará y eventualmente subirá. La decisión, en cierta forma impuesta por Saudi Arabia, el mayor productor, no sólo exasperó a otros países como Venezuela, sino que, como se dice en la prensa mundial, implicaría el fin de la OPEC.

Las razones esgrimidas por los sauditas esta vez refleja la desunión que opera entre los productores. Ello se encubre con eufemismos, como el de no hacer nada para no perder la porción de mercado que se posee. Obviamente, esto demuestra la desconfianza entre los miembros de esa organización. El tema pasó entonces a ser otro: qué país aguantará más vendiendo su petróleo por debajo del precio que necesita para mantener su economía más o menos estable.

La respuesta evidenció la gravedad en la que ciertas economías nacionales se desenvuelven, al hacerlas dependiente de la suerte de un solo producto primario, sujeto a la buena o mala suerte de la economía mundial o a la decisión de terceros países. Según se publica en la prensa, Irán necesita de un petróleo a 135 dólares el barril para tener más o menos equilibrada su economía; Rusia, lo necesita a 100 dólares; Venezuela y Nigeria a 120 dólares. Imaginemos entonces las consecuencias sobre sus economías.

Para ilustrar el caso, tomemos Venezuela. Aquí el petróleo representa el 95% de sus exportaciones y los ingresos por este rubro constituyen el 50% de los ingresos del estado. Su crisis se manifiesta en la evolución de su moneda: El Bolívar, que en enero de 2013 se cotizaba a razón de 19 por dólar ahora reclama 150 Bolívares y aún más según otras fuentes. La caída de sus ingresos en un marco inflacionario que se ubica en el 70 % según el gobierno y en un 150% según estimaciones externas, anticipa una crisis sin precedentes en este país.
Obviamente, no deja de impactar en esta situación el hecho de que allí se pague solamente 7 centavos de dólar por el galón de nafta (1,8 centavos de dólar por litro), lo que le demanda al Estado poner de sus recursos un subsidio de 15 mil millones de dólares anuales para mantener la industria. Si se considera que sus reservas en divisas extranjeras rondan los 22.000 millones de dólares, la situación de este país hermano es preocupante. No sorprende por lo tanto que el gobierno haya puesto en venta, según se comenta en los medios, la cadena de estaciones de servicio de Petróleos de Venezuela en EE. UU., CITGO, por unos 7.000 millones de dólares. La medida, de ser cierta, busca por cierto compensar la pérdida de divisas que la caída del precio del crudo le significa. Esto naturalmente disgusta, porque arroja un manto de duda sobre la responsabilidad con que los latinoamericanos manejamos nuestro futuro, sea cual sea la ideología del gobernante de turno e independientemente de las fronteras.

La situación para Arabia Saudita también es dura, pero no grave. Los sauditas necesitan un barril a 95 dólares para equilibrar sus gastos. Sin embargo, ellos a lo largo de los años construyeron una reserva en divisas de unos 700 mil millones de dólares. Cuando el precio estaba en ese valor, estimaban que podían darse el lujo de aguantar unos 7 años la caída.

El colapso de los precios del crudo dio lugar a la aparición de teorías conspirativas. Se dice que la caída del precio es parte de una estrategia geopolítica de los sauditas para imponer su control sobre el Golfo Pérsico en detrimento de Irán, su enemigo histórico y religioso. Naturalmente, la decisión de aquéllos de mantener su producción agrava la crisis iraní, sometida a sanciones económicas de parte de occidente, pero sobre todo afecta sus planes nucleares, sean los que ellos fueren. Demás está decir que para los sauditas un Irán con poder (militar) nuclear es inaceptable, lo mismo que para occidente e Israel. Por lo tanto, lo que pasa con el petróleo beneficia obviamente la estrategia de los árabes.

No solamente los iraníes ven con sospecha lo que pasa con el crudo. También los rusos tienen sus dudas. Aquí la sospecha es que se quiere debilitar a Rusia, gran proveedor de gas para Europa, para obligarla a salir de Ucrania. Pero también se dice que Rusia, al igual que Arabia Saudita, ha construido una reserva de divisas que, cuando el crudo estaba a 80- dólares, le permitía aguantar por 4 años una debacle mundial. De todas maneras, un mero ajuste fiscal le permitiría a Rusia sortear el temporal.

Otra explicación para explicar la baja apunta a la especulación financiera a futuro. Los que sustentan esta teoría anticipan un aumento en los intereses a futuro. Por eso hoy sacan y venden todo el petróleo que pueden, para inmediatamente invertir el dinero a largo plazo. Del otro lado están los que dudan de ese futuro y por lo tanto prefieren dejarlo bajo tierra como inversión, a la espera de un aumento en su costo. Si se da lo primero, el petróleo va a seguir cayendo.

Más cercana a la lógica, la caída del precio actual del crudo se dice que apunta a quebrar la nueva industria del "fracking.” Se estima que por debajo de los 70 dólares el barril, esta industria deja de ser rentable. No hace falta decir que, de ocurrir esto, los sauditas, como principales productores mundiales, se beneficiarían ampliamente.

La hipótesis tiene su sentido: el petróleo y gas obtenido por el nuevo método permitiría EE.UU. autoabastecerse en un plazo cercano, con lo que los sauditas perderían este mercado. En 2008 EE.UU importó 9,8 millones de barriles diarios. En 2012, 8,5 millones. Pero el tema no pasa por el peligro de que EE. UU. pueda exportar, porque por ley no puede hacerlo, sino porque al reducir su importación genera indirectamente un excedente mundial de petróleo, lo cual obviamente reduce su precio. Para EE.UU. un autoabastecimento tiene la ventaja adicional de que dejaría de depender del petróleo proveniente de áreas volátiles como son las de Medio Oriente, mientras que reduciría la influencia que hoy tienen estos países en toda la región.

Sin embargo, la ventaja que hoy da el petroleo proveniente de la fractura de roca no tendría un futuro asegurado, según se dice. En EE.UU. se estima que el "boom” durará hasta 2020 y que luego descenderá. Para entonces se estima que Arabia Saudita recobrará su importancia como productor y que China e India absorberían 2/3 de la producción mundial, con los hindúes en la punta. También se estima que para ese año el Medio Oriente absorberá tanto crudo como la China de hoy.

Ahí no para la cosa porque hay otros problemas asociados al "shale” que es bueno aclarar. En las explotaciones en EE. UU. se ha detectado que los pozos pierden rendimiento rápidamente. Un pozo en Oklahoma identificado como 1-3H empezó suministrando 1.200 barriles diarios en 2009, pero para 2013 daba solamente 100 barriles/día. Lo mismo en Dakota, donde el pozo 1-17R empezó con 2.358 barriles diarios y al año estaba en 1635 barriles/día. La norma del comportamiento parece ser que los suministros de este tipo de explotación caen un 60-70% al cabo del primer año y se mantiene en un 50-55% luego de ellos, por unos 20 años.

Esta decadencia natural y la necesidad de mantener la producción de un yacimiento estable obligan a las compañías a abrir nuevos pozos constantemente para compensar la reducción en los viejos. Esa situación se identifica como la de estar en una dinámica productiva de "Reina roja”, por la similitud con el consejo de ese personaje del relato "A través del espejo” a Alicia, a quien le recomendaba no detenerse o correr sin parar con el fin de estar en el mismo lugar. Es de imaginar las consecuencias que tal necesidad tiene para el terreno y el medio ambiente. Pero, por otro lado, esa situación está compensada por el hecho de que hacer un pozo para "fracking” no requiere de una infraestructura complicada como la requerida por un pozo tradicional. Por lo tanto el método es más flexible.

En resumidas cuentas, esto que contamos es lo que trasciende en los medios internacionales sobre el tema del petróleo. En las sociedades consumistas se ve bien lo que pasa, porque sostienen que la caída de un centavo de dólar en el precio de las naftas implica una inyección de 1.400 millones de dólares en la economía. Sin embargo esto refleja una visión corta de la realidad. Más cierto es que la inestabilidad del precio del crudo y su sideral caída en pocos meses implica que las cosas no andan bien en el mundo; que estamos atados a la suerte de un sistema incontrolado regido por una dinámica que por su propia naturaleza es anárquica y caótica o, peor aún, que estamos sujetos a las decisiones de intereses que no necesariamente coinciden con los de los países ni con los del mismo planeta para su supervivencia. La salvación de todo esto descansa obviamente en la claridad con que una sociedad, especialmente sus líderes, vean el futuro.


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