En la Cumbre del Cambio Climático desarrollada en Perú, a inicios de diciembre, se ratificó la imperiosa necesidad de fortalecer y aumentar el desarrollo de energías alternativas para mitigar los efectos del calentamiento global. Y una de las opciones que se manejó fue la geotérmica, que emplea el calor interno de la corteza terrestre para producir energía amigable con el ambiente.
En entrevista para este Diario, hace dos semanas, Diana Fabara, docente de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad Central, destacó el potencial del país para desarrollar proyectos de este tipo y obtener energía menos contaminante: “Estamos rodeados de volcanes, lo que nos favorece para generar este tipo de energía”.
En el reporte preliminar ‘Energía geotérmica, el potencial del poder limpio de la Tierra’ se sostiene que el Ecuador, al estar ubicado en el cinturón de fuego del Pacífico, posee un potencial geotérmico estimado en 1 700 MW (megavatios). Pero ya en la práctica, la utilización de los recursos geotérmicos dentro del territorio, en la actualidad, se limita a balnearios y piscinas termales.
Aunque a escala global la energía geotérmica representa el 0,2% de la capacidad de generación eléctrica, y sólo el 7% de la capacidad mundial de energía renovable no hidráulica, la inversión para su desarrollo ha aumentado considerablemente en los últimos cinco años. En el 2010 había 10 715 MW de potencia geotérmica instalada en 24 países, un aumento del 20%, desde el 2005.
Para el próximo año se estima que la potencia instalada alcanzará 18 500 MW. Una ventaja de utilizar el calor que proviene de las rocas y aguas subterráneas es que la energía es más limpia.
Por eso, en Ecuador se han desarrollado los estudios de prefactibilidad de cinco proyectos prioritarios en este ámbito. Los análisis definieron un potencial teórico conjunto de cerca de 533 MW en tres zonas específicas: Tufiño-Chiles (frontera Ecuador-Colombia), Chalupas (Cotopaxi) y Chachimbiro (Imbabura).
Otras perspectivas geotérmicas prometedoras han sido reconocidas en las provincias de Chimborazo y Azuay, pero la insuficiencia de datos al respecto no permite hacer una estimación real del potencial.
Miguel Calderón, experto en temas ambientales, reconoce que el desarrollo de energía geotérmica se ha extendido en la región, principalmente en Chile, México y Nicaragua. De hecho, se estima que casi 40 países del mundo tienen suficiente potencial geotérmico que podría resolver una proporción importante de sus necesidades de electricidad.
Sin embargo, el principal problema son los altos costos de implementación de estas tecnologías. Según el Banco Mundial (BM), el valor promedio de los estudios, perforación y entrada en operaciones oscila entre los USD 15 millones y 25 millones por campo. Esto representa al menos el 10% de los gastos de capital en cualquier nuevo proyecto geotérmico, sin garantía de retorno.
Además, por lo general, se necesitan tres años para que la perforación de prueba proporcione suficientes datos que permitan proseguir el desarrollo de la planta de energía. Porque para usar este recurso en generación de electricidad es necesario encontrar fuentes de vapor de agua a temperaturas sobre los 150° c.
En su portal Web el Banco Mundial destaca el proyecto binacional Tufiño-Chiles como una de las opciones más prometedores de Sudamérica. Según un estudio elaborado por la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE), esta fuente geotérmica tiene un potencial para generar 138 MW en un área de desarrollo de 4 900 hectáreas.
El proyecto plantea construir una central geotérmica accionada por agua caliente y vapor que emana desde el centro de la Tierra. El financiamiento del Banco Mundial para el desarrollo geotérmico subió de USD 73 millones, en el 2007, a USD 336 millones, en el 2012, con proyectos en Indonesia, Kenya, Etiopía, Turquía, Djibouti y Nicaragua.