Por Julio Rajneri.
Dos autores norteamericanos, Daron Acemoglu y James Robinson, analizan en su reciente libro "Por qué fracasan los países" los más remotos orígenes de las diferencias entre las naciones sud y centroamericanas y el coloso del norte, los Estados Unidos.
A partir del descubrimiento de América, España valoró sus colonias en función de dos elementos que consideraba prioritarios: grandes reservas de oro y de plata, y una disponibilidad casi ilimitada de mano de obra indígena. No es de extrañar que las dos joyas de la corona hispana estuvieran representadas en el territorio que ocupaban las dos grandes civilizaciones precolombinas: la azteca en lo que hoy es México, y la inca que, desde su centro en Perú, se extendía por casi toda la zona andina.
Tras una fase inicial de codicia y saqueo de oro y plata, los españoles crearon una red de instituciones destinadas a explotar a los pueblos indígenas, como la mita, la encomienda y el repartimiento, a fin de obtener el máximo de beneficios para la metrópoli, limitando la remuneración de la mano de obra al mero nivel de subsistencia.
Los ingleses llegaron al norte de América casi cien años después y no eligieron aquel lugar porque lo consideraran atractivo, sino porque era lo único disponible. Sus intenciones no eran distintas de las de los españoles, pero no sabían si podían disponer de mano de obra como sus competidores ibéricos o vecinos con quienes podían negociar para conseguir alimentos.
Los ingleses que desembarcaron en Jamestown se encontraron con que las pocas tribus vecinas no parecían tener la menor disposición a intercambiar sus alimentos con los recién llegados, y tampoco había oro y plata como en las regiones sudamericanas. Cuando en el invierno de 1609 la hambruna mató a la mayoría de los 500 hombres que habían iniciado el asentamiento reduciéndolo a unos 70 sobrevivientes, la Virginia Company, que financiaba las expediciones, comprendió que si quería tener éxito debía enviar colonos que trabajaran la tierra y produjeran sus alimentos, de manera que los nuevos contingentes se hicieron propietarios y no tardaron en reclamar otros derechos que la compañía debió admitir para estimular el esfuerzo y la productividad.
Las colonias inglesas en América del Norte prosperaron rápidamente y pusieron los cimientos para el nacimiento de la nación más poderosa y rica del planeta. Las colonias españolas, en cambio, trataron de maximizar la expoliación y se desinteresaron de cualquier iniciativa tendiente a incorporar el trabajo a los indígenas, fuera de la extracción del oro y de la plata. La conclusión es que países limitados en sus opciones de riquezas naturales basan su prosperidad en instituciones sólidas, esfuerzo personal y respeto a los derechos individuales, y que la existencia de grandes recursos a veces opera como dilatoria del progreso, como en los países de nuestra región, que debieron iniciar el penoso camino del desarrollo con varios siglos de retraso.
La explotación de Vaca Muerta, un gigantesco yacimiento de petróleo no convencional, abre enormes expectativas no solamente en Neuquén sino en el país, para cumplir el rol salvador que una década atrás protagonizó la soja. Tras el descubrimiento desembarcaron en la provincia no solamente las grandes empresas con negociadores duros y expertos, sino un conjunto variopinto de personajes, algunos francamente inescrupulosos, aventureros, especuladores, y empresas fantasmas hábiles para detectar funcionarios venales. Tal parece que la sociedad neuquina no está preparada para semejante impacto. No tiene jueces, fiscales, políticos, legisladores, en fin, instituciones para absorber cañonazos de millones o decenas de millones de dólares que operan en las sombras de cada negociación. Aunque formalmente el gobierno neuquino está en la plenitud de su potestad constitucional, en la práctica el grueso de las decisiones que importan está en manos de un organismo, G&P, cuya magnitud sería menos preocupante si estuviera integrado por personas, digamos, de otro perfil.
En el festival de adjudicaciones especulativas se mezclan otras de naturaleza diversa. Parece estar terminando el curioso periplo de Renesa y Petrolera Argentina, en donde el gran mago escapista está coronando su obra maestra, que en los anales de la historia neuquina se conocerá seguramente como la gran Schvartzbaum.
También está pasando Amarga Chica, con su saga ilustrativa de cómo realizar un procedimiento de manual para generar plata para el soborno.
Sin solución de continuidad aparece ahora Parva Negra Oeste. No es un caso menor. No solamente le ha sido adjudicada un área de gran potencial a una firma sin antecedentes, que está tramitando su inscripción en el registro de empresas petroleras de la Secretaría de Energía, sino que el trámite de adjudicación es llamativamente sospechoso.
En la licitación de Parva Negra Oeste retiraron el pliego cinco empresas: Wintershall Energía SA, Basur Desarrollos Energéticos SA, Pan American Energy LLC Sucursal Argentina, Total Austral SA y Enercana SA.
El retiro del pliego supone una clara voluntad de competir. Si bien es habitual que se registren deserciones a la hora de presentar propuestas, los que desisten lo hacen ya sea porque el negocio no les interesa o porque no tienen chances de ganar.
En Parva Negra Oeste desertaron las cuatro competidoras con mejores perspectivas, para dejar un negocio rutilante a una ignota compañía nonata, cuya insolvencia técnica y financiera es patéticamente evidente.
En el acta del directorio de G&P en que se analizaron y aprobaron las propuestas, no hay una sola explicación para esta retirada masiva, ni las razones por las que no se llamó a nuevo concurso al quedar un único oferente.
No es demasiado imaginativo inferir que, entre bambalinas, debió mediar una llamada telefónica a cada una de las empresas interesadas para explicarles con ruda franqueza las oportunidades que tendrían en otras licitaciones si se borraban de ésta.
Enercana parece seguir los pasos de Rovella Carranza y Rovella Energía en Bajada de Añelo, Buta Ranquil y La Ribera y del exbanquero Raúl Moneta, cuya empresa Raiser SA adquirió Cruz de Lorena como de altísimo riesgo y la vendió a Shell en una cifra no precisada pero varias veces millonaria. El operador de Raiser fue Osvaldo Sortino, un hombre con mucha experiencia en sus relaciones con G&P y que se cree es el representante de Enercana SA. Sortino es, además, integrante del directorio de Karlin Pacific LLC, empresa de servicios que está involucrada en un contrato dudoso con YPF Holdings, la filial internacional de YPF, contrato que, se afirma, determinó la salida del presidente de aquella filial con sede en Dallas.
Pero la caída del precio del crudo ha puesto muy cautos a potenciales inversores. Enercana ha tratado de negociar su inesperado botín, incluso con YPF, al parecer sin éxito. Si no consigue inversor rápidamente, es poco lo que puede hacer con sus 100.000 pesos de capital social. Peligra la inversión y también el bono que iba a cubrir la insaciable voracidad del tesoro provincial.
Los bonos constituyen un mal negocio para la política petrolera, porque restan recursos al principal objetivo que es la inversión productiva, y una mala praxis financiera, porque o bien inyecta recursos al agujero negro de la administración o dispara el gasto público a niveles astronómicos, convirtiendo a la Legislatura en una entelequia superflua.
Vaca Muerta puede cambiar la vida del Neuquén. Tal vez sí. Pero también puede convertirla en una ciénaga.