En un pequeño salón privado de un restaurante chino no muy lejos del barrio residencial de Tokio, Mineyuki Fukuda presidía la mesa con media docena de técnicos. Fukuda empezó por explicarme cómo él, un legislador de una oscura subcomisión que supervisa los sistemas de pagos electrónicos, quedó a cargo de la política de bitcoin de Japón.
En un pequeño salón privado de un restaurante chino no muy lejos del barrio residencial de Tokio, Mineyuki Fukuda presidía la mesa con media docena de técnicos. Fukuda empezó por explicarme cómo él, un legislador de una oscura subcomisión que supervisa los sistemas de pagos electrónicos, quedó a cargo de la política de bitcoin de Japón.
Hace nueve meses, eran muy pocos los funcionarios japoneses que habían oído hablar de la moneda digital, y menos aun de algo llamado Mt. Gox, un banco de bitcoin que dirigía un francés que vivía en Tokio. Luego de que hackers robaran moneda virtual por valor de U$473 millones, el gobierno por fin se vio obligado a preguntarse: ¿Qué es el bitcoin? ¿Quién debería regularlo?
“El Ministerio de Hacienda no quería ocuparse del tema. Tampoco el Ministerio de Comercio”, dijo el político de 50 años. “Recayó en mí”.
Para informarse, Fukuda se dedicó a escuchar. Se reunió con operadores, programadores y comerciantes para averiguar cómo funciona el bitcoin y de qué forma no lo hace. Un popular blog lo muestra sonriendo junto a una computadora con los tableros de circuitos abiertos al lado de un emprendedor que tiene más aspecto de skateboarder que de empresario.
¿Qué cosa?
En lugar de legislar, Fukuda decidió que el sector debía generar sus propias reglas y aplicarlas. Alentar nuevas empresas forma parte de la agenda del primer ministro Shinzo Abe, de modo que Fukuda pudo persuadir a sus coleas del Partido Democrático Liberal de que respaldaran su postura no intervencionista.
Para los japoneses, el bitcoin empezó y terminó con el derrumbe de Mt. Gox. Se lo considera una rareza importada que ya ha desaparecido. En la actualidad, la gran mayoría de los entusiastas que asisten a las reuniones semanales en Tokio son extranjeros. Fukuda quiere cambiar eso.
De todos modos, en ocasiones se siente en soledad al ser la única autoridad gubernamental a cargo de una tecnología que pocos entienden. Durante una misión a los Estados Unidos en septiembre, Fukuda cuenta que lo plantó un legislador de Colorado, Jared Polis, que canceló su reunión a último momento. Por otra parte, cuando Fukuda trata de hablar a los votantes de Yokohama sobre su nueva cartera, dice que la respuesta habitual es: “¿qué cosa?”.
En esa helada noche de noviembre, sin embargo, Fukuda compartía té oolong, vino chino añejado y cerdo agridulce con un grupo de siete entusiastas y dos periodistas, un raro público que podía apreciar las reflexiones de Fukuda sobre los posibles usos de la cadena de bloques de bitcoin, el registro online permanente que evita las falsificaciones.
“Para mí bitcoin no es sólo una forma de dinero”, dijo Fukuda a los presentes. “Lo que en verdad me interesa es el futuro de la cadena de bloques de bitcoin”. “Sin duda, sin duda”, fue la respuesta.