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ECONOMÍA
Kicillof negó la Recesión. Empresarios: ¿Y la Inflación?
04/12/2014

Kicillof defendió el papel del Estado y negó la recesión

La Nación

Por Pablo Fernández Blanco

Axel Kicillof estuvo una hora en el estrado con la mano izquierda en el bolsillo y la derecha gesticulando. Les dijo a los empresarios que sin Estado no habría industria, que la situación económica no es tan mala como piensan y que el déficit fiscal no sería tal sin la importación de energía.

Minutos después de terminar su presentación en la 20a Conferencia Industrial, que culmina hoy en Pilar, recibió la llamada de la presidenta Cristina Kirchner. "Me fue muy bien. Hasta Méndez [Héctor, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA)] me felicitó. No sé si eso será bueno o malo", le resumió el ministro.

Kicillof pasó por la reunión del sector fabril de buen ánimo, que resaltó aún más por la comparación que los empresarios realizaron con el discurso que anteayer les dio la ministra de Industria, Débora Giorgi. De todas maneras, les dejó varios mensajes a los industriales. Entre ellos, que discutan las cifras no oficiales que sitúan a la inflación del año en torno a 40 por ciento. Mientras tomaban café y comían medialunas en el salón VIP, se los recomendó a algunos de los principales jefes de la central fabril. Estaban Méndez y algunos de los vicepresidentes de la UIA, como Daniel Funes de Rioja (Copal), Juan Carlos Sacco (gráficos), José Urtubey (Celulosa) y Cristiano Rattazzi (Fiat), entre otros.

El ministro reclamó porque algunos empresarios hablan de un número de inflación por encima de cualquier cálculo. Funes de Rioja no se pudo contener y le aclaró: "No lo dirá por nosotros. Nunca hice una declaración de ese tipo".

También hubo acuerdos. Todos consideraron que hablar de una inflación de 40 por ciento parecía exagerado e incluso peligroso. Un empresario que participó de la reunión lo resumió así: "Nos dijo que mientras más hablemos de una alta inflación, más nos perjudicaríamos nosotros".

Frente a más de 500 empresarios, el ministro criticó que "sobre la realidad viene el clima y la sensación térmica. Están tratando de instalar que la inflación es 40 por ciento porque ya fracasaron en que el dólar ilegal se iba a ir a 60 [pesos]".

DEFENSA DE LOS SUBSIDIOS

Kicillof apeló a algunas fórmulas particulares para justificar que la economía marcha bien y que el gasto público no es excesivo.

En el primer caso, presentó un Estimador Mensual Industrial (EMI) sobre la base de los números del Indec, pero sin contabilizar la producción automotriz, que registra una fuerte caída en el año. Las cuentas del ministro indican que así la economía creció 1,4 por ciento en el año, a diferencia de la caída que muestran los números oficiales. "Es decir que no hay recesión, hay problemas puntuales y cuando los hay, el Estado sale con un instrumento para resolverlos", sostuvo.

Un ejercicio similar hizo con la situación fiscal. Atribuyó el déficit a la importación de energía y defendió los subsidios.

Los empresarios estuvieron lejos de compartir todos los puntos que planteó el ministro, pero reconocieron que defendió su línea de buena manera. "Fue menos dogmático que el año pasado", dijo Méndez.

Para Miguel Blanco, directivo de Swiss Medical y presidente de IDEA, se trató de un "discurso más de defensa que de plataforma". Kicillof le dedicó una parte extensa a criticar a quienes piden menos Estado, una de las polémicas que dominó este encuentro, que surgió la semana pasada en un encuentro del Foro de Convergencia Empresarial, que coordina el ejecutivo. Tras la consulta de LA NACION, le contestó: "Nadie plantea acá la desaparición del Estado. Pero otra cosa es que se meta en cada una de las decisiones de las empresas".

Luego del ministro hubo un panel en el que hablaron los economistas de la oposición. Javier González Fraga (UNEN), Miguel Bein (PJ-Scioli), Carlos Melconian (Pro) y Miguel Peirano (Frente Renovador) coincidieron en que una de las prioridades económicas es bajar la inflación. Por otra parte, subrayaron la necesidad de que haya un tipo de cambio "razonable" para que el país sea competitivo..

Para los empresarios, a los datos del Gobierno les falta la inflación

La Nación

Por Francisco Olivera

La imagen de Antonio Caló describía anoche, en el lobby del Sheraton Pilar, mejor que nada el estado de ese triángulo de equilibrio inestable que en los últimos diez años integraron el Gobierno, los empresarios y el frente sindical. Sonriente, levemente jactancioso y con el teléfono en la oreja, el líder de la CGT oficial le contaba a un interlocutor anónimo la 20» Conferencia Industrial. "Terminó, sí. Y... los basureó a todos. A mí no: yo sigo invicto", decía.

Hablaba del trato que Cristina Kirchner acababa de darles a los empresarios en su última visita a este foro como jefa de Estado. Esa despedida, generosa en ironías y contrapuntos, explica también el final de un proceso: pocos sectores han apuntalado tanto al kirchnerismo desde 2003 como los hombres de negocios y los dirigentes gremiales; sin embargo, esa inocultable bigamia inicial despide el ciclo convertida en monogamia de dudosa fidelidad.

Sólo una parte del sindicalismo, a la que ayer la Presidenta le dedicó la exención del impuesto a las ganancias sobre el medio aguinaldo para los salarios de hasta 35.000 pesos brutos, queda entre los aliados.

Lo demostró Cristina Kirchner cuando, terminado el discurso, recibió el agradecimiento de Caló. "¿Viste? -le dijo-, a ninguno de los tuyos lo va a alcanzar Ganancias." A los empresarios les tocó lo opuesto: la cristalización de un distanciamiento que difícilmente se revierta de aquí al final del mandato.

Ayer no hubo demasiado que interpretar. Nunca un presidente de la Unión Industrial Argentina le había planteado ayer, como lo hizo Héctor Méndez, las objeciones de ese modo a Cristina Kirchner: sentado a su izquierda, codo con codo, sin nervios y hasta con alguna ironía. "Esto no le va a gustar, pero se lo digo", arrancó, antes de criticar la ley de abastecimiento. "No importa, yo voy anotando", contestó ella, a lo que Méndez retrucó: "Yo también". Parecían dos escolares, pero estaban repartiéndose los despojos de la relación entre la Casa Rosada y el establishment.

Cristina Kirchner aprovechó para reivindicar al ministro de Economía. No sólo cuando dejó en evidencia la influencia que le reconoce ("Estamos leyendo el mismo libro", contó), sino también al utilizar en la pantalla la información sobre balances y ganancias que había expuesto horas antes Kicillof. El economista volvió aquí a ser la estrella entre 100 asientos militantes que el Gobierno pidió reservar. Sin ir más lejos, este cronista hizo de fotógrafo ante cuatro fans que pedían a gritos, encandiladas, una imagen con su pop star de la política, iniciativa que segundos más tarde imitó una esbelta promotora.

Era previsible que el discurso no convenciera a empresarios. "En los hechos objetivos tiene razón, porque la industria creció -dijo Gustavo Weiss, líder de la Cámara de la Construcción-. Pero en el tema de la rentabilidad, los dólares no son los mismos y hay que ajustarlos por inflación. Además, compara con el peor momento, que era 2003."

Ese reproche se oyó varias veces. "Son números reales, pero les falta el ajuste por inflación", coincidió Adelmo Gabbi, presidente de la Bolsa, y a la idea se sumó Cristiano Rattazzi, dueño de Fiat Auto, que agregó sin embargo un elogio: "Hay que reconocer que habla muy bien". Con todo, el textil José Ignacio de Mendiguren hacía por la noche un análisis positivo: "Ella podría haber terminado esto mal, con agresiones, y sin embargo no lo hizo".

Es cierto que la Presidenta se cuidó. Por momentos pareció incluso bastarle sólo con el sarcasmo, siempre más certero entre viejos conocidos.

EL DEDO EN LA LLAGA

De ahí que aprovechara para aludir, sin entrar en tema, a una reciente queja de Méndez: molesto porque su competidora, la chilena Wenco, había recibido autorización para importar pese a tener un costo inferior de materia prima por no pagar arancel; el líder fabril venía de enviarle al secretario de Comercio una carta con reclamos. Pocos lo sabían y la Presidenta metió el dedo en la llaga: "Héctor, vos sabés que en tu sector domina el mercado una multinacional, y sin embargo siempre los industriales reclaman y denuncian dumping cuando se sienten perjudicados".

Méndez sonrió en silencio. Con Luis Betnaza, director del grupo Techint, que había discutido anteayer con Débora Giorgi por el rol del Estado en la economía, fue más directo. "¿Dónde estás, Luis?", lo buscó, y recordó un encuentro en México con Paolo Rocca. "Era la época en que me visitaban", dijo, e insistió al pasar en que, cuando era necesario, una empresa tenía todo el derecho a pedir que no entraran con dumping los tubos sin costura. "Les molesta el Estado, pero después piden protección", redondeó.


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