(Por Sebastián Saharrea*) En el afán de trenzar afinidades políticas en todo el tapiz nacional, los dos postulantes presidenciales a quienes la cátedra señala como los más firmes posibles sucesores presidenciales por la oposición están sumando condicionamientos a su visión minera. A tocar madera en la industria: algún día esos socios ocasionales podrán salir a facturar sus apoyos con su visión dogmática antiminera, como se ha visto esta semana en Mendoza. Luz amarilla.
Sergio Massa y Mauricio Macri basculan en su discurso alrededor de las obviedades del sector: que hay que apoyar la minería que se practique de manera limpia y sin riesgos hacia el medio ambiente, y limitar a la que contamina. La vieja ingenuidad de convalidar la lógica binaria del blanco-negro, según la cual existen las actividades inmaculadas que producen sin dejar rastro ambiental (que serían, más asombroso aún, las que están funcionando en todo este planeta de chimeneas) y las amenazas que emplean sustancias contaminantes entendiendo sólo por ellas al –vade retro- cianuro.
Traducido en palabrerío político, algo así como apoyar lo bueno y rechazar lo malo. Proverbial afirmación que pretende acomodarse a lo aceptable y establecido por la opinión predominante: si los porteños condenan a la minería a 1.000 km de distancia y sin pestañar, lo más adecuado encuestas en mano será acomodarse a ese discurso en lugar de cuestionarlo. Se sabe, el gran público –clientela política al fin- está por aquellos lados, así que cuidado con ofenderlo en sus supuestos saberes (que, se conoce bien, son nada prejuiciosos y siempre extensos y bien fundados).
Por eso es importante interpretar esa lógica geográfico-electoral que ocupa la matriz nacional, para luego analizar los discursos. Mauricio Macri y Sergio Massa intentan por esa razón matizar un discurso aceptable para el gran electorado de las metrópolis, generalmente poco comprensivos para una actividad económica que les pasa tan lejos, con lo que demanda cada distrito. Y en el medio, la necesidad de ganar aliados en el interior, un cóctel con condimentos explosivos y amenaza de estallar si alguno llega a la gestión.
Tienen diferencias entre ellos. De los dos, Macri es más declaradamente prominero, se le ha escuchado alguna vez decirlo en voz alta sin ponerse colorado. Se cuida de no incurrir en contradicciones gruesas en sus bordados provinciales, sobre eso se volverá porque abarca a su paleta de opciones en San Juan. Pero coquetea con atraer a dirigentes nacionales frontalmente refractarios a la minería como Julio Cobos (autor de la ley 7722 en Mendoza), el también radical Ernesto Sanz, Elisa Carrió y hasta el socialista Hermes Binner. Fragmentos todos ellos del estallido de Unen que podrían en algún momento jugar con el amarillo Pro y que tienen visiones mineras abiertamente distintas a las de Macri. En cambio, Massa flota entre las visiones de sus referentes provinciales, que van desde el apoyo que exhibe –por ejemplo- Roberto Basualdo a la confrontación de los riojanos portadores de su candidatura.
Esa es la pregunta pertinente, para evitar lamentos posteriores: ¿puede una fuerza política nacional, con pretensiones de conquistar nada menos que la presidencia de la Nación, dejar un tema tan relevante como la minería sujeta a las visiones discordantes de cada referente provincial? O, ¿puede albergar una fuerza de despliegue nacional tantas miradas distintas sobre un tema, por caso la minería? O, ¿es un tema local de cada provincia, se puede tener una mirada en una provincia y otra en otra provincia?
Un repaso sobre los eventuales aliados de ambos presidenciables en las provincias puede entregar una idea de esa dificultad. Especialmente lo que sucedió en Mendoza la semana pasada, con el archivo del emprendimiento Hierro Indio en Malargüe, al no atravesar el filtro de Diputados. De ese debate quedaron algunas conclusiones últiles para evaluar la percepción de los presidenciales.
Una, que la UCR en general ha confirmado su tendencia a ponerle la vara bien alta, cerca de lo imposible. Lo hizo con el gobernador Cobos en la sanción de la ley 7722 que limita prohíbe el uso de sustancias como el cianuro y lo reafirmó con su rechazo granítico al proyecto tanto en el Senado como en Diputados. Otra, que el PJ se ha convertido decididamente en el portavoz de quienes se lamentan por no desarrollar la actividad, de tanto mirar para arriba y ver cómo los sanjuaninos la van llevando como pueden y de mirar su propia potencialidad. Y otra, mirar las fuerzas en crecimiento: la izquierda mendocina (muy fuerte en la última elección) recostada en su obvio rechazo, el PRO absuelto de pronunciarse porque no dispone de legisladores provinciales, y Sergio Massa tropezando en la indefinición.
El Frente Renovador, el partido que arma el hombre de Tigre para su lanzamiento a la presidencia, tiene un solo diputado: Daniel Cassia dio espectáculo en el debate y al final se abstuvo. Antes, el único senador massista, Gustavo Valls, también se había abstenido y facilitó la aprobación en la Cámara Alta por un solo voto. Un Ni massista que se inscribe en la larga ristra de barquinazos que el presidencial viene pegando en el tema minero y que supone un llamado a la reflexión para todos los empresarios del sector a los que les cae simpático.
El principal referente massista en Mendoza es el intendente de San Carlos, Carlos Difonso, departamento y funcionario con la cara pintada contra la actividad. El único diputado de la agrupación es Cassia, quien produjo el citado sapo la semana pasada con Hierro Indio, que de todos modos no influyó en un resultado abultado en contra. Difonso "echó” a Valls por su "tibieza” con el tema minero, Cassia lo cuestionó (a Difonso) por ser un "príncipe” y luego hizo lo mismo que Valls. Para argumentar los criterios cambiado argumentó "independencia de pensamiento”. En fin.
Visto de otra manera, puede parecerse a un papelón. En un frente muy salpicado en el que deberían convivir todos tratando de evitar los chispazos y las críticas como en Mendoza y tratando de evitar el estilo Carrió, ¿cuánto tiempo podrán morderse la lengua? Para remarcar, en el Frente Renovador reportan desde el intendentes furiosamente antiminero riojano Ismael Bordagaray -de Famatina nada menos- y los sanjuaninos Roberto Basualdo o Enrique Conti, de visión nítidamente en favor de la actividad. ¿Podrán acomodarse si conquistan el poder?
Del lado del PRO, la postura oficial está más clara: corre al gobierno nacional por el otro lado, las dificultades que le genera a la actividad. Tanto Macri cuando viene a San Juan cuanto la primera línea partidaria siempre se pronuncian por darle oxígeno a la actividad. El problema para ellos son las sociedades políticas en las provincias, que pueden jugarle alguna mala pasada.
No sólo con los grandes referentes radicales y socialistas con los que coquetea, sino con el bordado más chico de las provincias. Sin ir más lejos, el caso de San Juan, donde el principal obstáculo que separa al macrismo de consumar un acuerdo con alguna fracción del Frente Unen es justamente la diferencia de enfoque sobre el asunto minero: ¿cómo unificar una posición con Alfredito o Nancy Avelín, o con Diego Seguí?
Obstáculos insalvables parecen ser. Igual, no habrá que perder la capacidad de asombro, impresionables abstenerse.