Se dice que Cleopatra dormía con una máscara de oro para purificar la piel de su cara. Para la piel se recetaban en Roma pomadas con alto contenido en oro.
Oro líquido le hacían beber los alquimistas al monarca francés Luis XII (1601-1643) para enderezar su maltrecha salud.
Quienes se lo han podido permitir a lo largo de la historia han masticado láminas de oro o han añadido oro en polvo a ciertos brebajes para tratar sus males.
La utilización del dorado metal como remedio no ha cesado y ha llegado hasta nuestros días, con el nombre de crisoterapia.
Se usa sobre todo como antiinflamatorio y ha demostrado ser efectivo en afecciones como el reumatismo, aunque la dificultad que causa su absorción provoca importantes daños secundarios.