La cotización del dólar en el "cercado" mercado paralelo avanzó ayer algo más del 4% por segunda jornada consecutiva, con lo que acumula una recuperación del orden del 8,5% en ese lapso, dado que pasó de venderse a un promedio de 12,65 pesos a otro de $ 13,73.
El aumento fue de 58 centavos en el día -tomando en cuenta el cierre de $ 13,15 previo- y se registró a pesar de la sostenida debilidad con que operan los tipos de cambio implícitos en las operaciones bursátiles (debajo de los $ 12,50). Influyeron en esta situación la proliferación de controles, suspensiones y multas a operadores, y el marco de una actividad más acotada que de costumbre por la inactividad en la zona bancaria, producto del paro que está cumpliendo el gremio del sector. Con esa medida, que continúa hoy, reclama un bono navideño de $ 5000 y una suba del piso para aplicar Ganancias.
De esta manera, la brecha que separa el dólar oficial (que el BCRA mantiene congelado en $ 8,52) del paralelo, que había perforado el 50% hace apenas 48 horas, vuelve a ubicarse levemente por encima del 60%. "Lo acorralaron tanto que se echó a correr", señaló con sorna un operador al referirse al fuerte rebote de los últimos dos días. Luego, más serio, señaló que parte de esa escalada debe estar "impulsada por el deseo de algunos cueveros y operadores de calle de recomponer márgenes de ganancia".
Lo concreto es que el rebote se produjo cuando se intensificaron los controles y los funcionarios prometen seguir con las redadas. Ayer el jefe de la Unidad de Información Financiera (UIF), José Sbattella, y el fiscal antilavado, Carlos Gonella, confirmaron en entrevistas radiales que los operativos seguirán. "Los resultados son óptimos e indican que vamos por el buen camino", dijo Gonella.
Por Julián Guarino.
Hay dos fuerzas en las que el Gobierno descree: oferta y demanda. Hay, además, una idea con la que el Gobierno juega: la reunificación del tipo de cambio más cercana al blue que al oficial, que genera expectativa en aquellos que buscan un reaseguro "para cuando llegue la devaluación". De la conjunción de estos tres elementos, de sus combinaciones y efectos, surge la pendular forma en la que el dólar blue tomó su precio en los últimos días, que lo llevó de los $ 16 a los $ 12,40 y de regreso hasta los $ 13,70.
Los allanamientos, multas, castigos, sanciones, suspensiones, etc., son el primer elemento, novedoso, si; efectivo, por ahora. Estas acciones han tenido la virtud de reducir el mercado informal de cambios, tanto en la oferta como en la demanda. En la traducción, hay menos "ventanillas" por donde se vende el blue y, por ende, al achicarse el negocio, también hay menos demanda en términos absolutos.
A eso se ha sumado el "fuego amigo", es decir, el efecto de la venta de dólar ahorro por parte de la AFIP, que ha generado una oferta minorista de dólares en el mercado blue: los que compran dólar ahorro a $ 10,20 y lo venden a $ 13,70 en el mercado informal, generaron una fuerza bajista ante lo pequeño del mercado residual. Si se lo piensa, es a través del dólar ahorro que el Gobierno vende dólares en el blue y ahora puede influir en él, si bien le cuesta una salida de u$s 500 millones mensuales de las reservas. A esos dos elementos puede sumarse no sólo la venta de bonos en dólares que se dio en el mercado por parte de las compañías aseguradoras, sino, sobre todo, la colocación de bonos atados a la devaluación por parte del Gobierno, el nuevo juguete del ministro Kicillof que mediante estos "seguros de cambio", busca quedarse con algunos pesos, sacarle presión a la inflación y al dólar informal. Todo ello generó la caída de la cotización en el blue, pero en $ 12,40 se vio un rebote. Y en los últimos días, volvió a subir, producto de la falta de oferentes en ese mercado pero, sobre todo, de las perspectivas de no-cambio en las cuestiones centrales como inflación, emisión, gasto, atraso cambiario, cepo, etc.
¿Se sostiene la reducción de la brecha entre una y otra cotización? ¿Puede el Gobierno lograrlo utilizando solamente miedo+bono+dólar ahorro? Probablemente no. La razón hay que buscarla en el argumento central que hizo despegar los valores: por un lado, el atraso cambiario del dólar oficial utilizado para contener marginalmente la inflación; por otro, la creciente tasa inflacionaria que se ubica en un 38% anual según economistas de buen trato con el Gobierno y por último, la expansión fiscal y monetaria, es decir, el recurso de alimentar al Tesoro mediante dinero fresco producto del gasto por encima del ingreso. A ello habrá que sumarle un dato relevante: lo que hoy se ve, ya pasó hace algunos meses, cuando la brecha pasó del 70% al 50% y, de nuevo, se elevó. Hoy esa brecha está en el 60%, muy por encima de la que dibuja los $ 11,50 del dólar tarjeta pero por debajo de los $ 14,45 que surgen del cociente entre base monetaria y reservas.
Si no hay volantazo en materia fiscal y monetaria, probablemente tampoco haya demasiadas novedades con respecto a bajar la inflación. Si no baja la inflación, es probable que el Gobierno no tenga incentivos a devaluar. Sin devaluación, habrá atraso cambiario y, por ende, presiones en un sentido contrario, más allá de las restricciones que impone la falta de dólares en las reservas.
Por Verónica Dalto.
El Banco Central (BCRA) prácticamente fijó el tipo de cambio y dejó un tendal de pérdidas entre los privados que compraron futuros previendo una depreciación más rápida de la que finalmente realiza el gobierno. Según datos del Central y estimaciones privadas, el sector corporativo y financiero perdió unos $ 2.400 millones en octubre pasado.
La mayor presión bajista (y las mayor pérdida) se sintió desde que asumió Alejandro Vanoli como presidente de la entidad monetaria. Los contratos a diciembre próximo pasaron de $ 9,03 (28,2%) a $ 8,66 (29,03%) desde principios de octubre hasta ayer y a enero próximo, de $ 8,66 (13,63%) a $ 8,8 (15,74%).
A diferencia de su antecesor, Juan Carlos Fábrega, la nueva autoridad contiene la devaluación a fuerza de declaraciones; controles regulatorios; acuerdos con China, el Banco de Francia y cerealeras, y ajustando el nivel de actividad.
Así que quienes compraron contratos para asegurarse un tipo de cambio asumiendo tasas de depreciación del 30% terminaron absorbiendo pérdidas o vendiendo sus posiciones antes de tiempo.
En este contexto, el vendedor más relevante de contratos es el BCRA, y por lo tanto, quien ganó con esta política (contrario a lo que pasó antes de la devaluación de enero pasado). Según los últimos datos publicados entre los "otros" factores que explican la variación de la base monetaria, en octubre la entidad ganó unos $ 2.465 millones por este concepto; en septiembre, $ 1.225 millones, y en agosto, $ 423 millones.
Estos valores explican, en su mayor parte, sus intervenciones en el mercado de futuros. Y coinciden con los cálculos que realizan las mesas de los bancos, que al sumar los vendedores particulares, estiman pérdidas por encima de los $ 5.000 millones desde agosto pasado.
"La curva refleja la idea del gobierno de frizar la expectativa de devaluación. Las señales en ese sentido son que no se espere una corrección para los próximos meses. Más allá de diciembre, se puede llegar sin tocar el tipo de cambio. El gobierno ha conseguido aliviar la condición de cuentas externas y, aparentemente, para el año que viene, un arreglo con los holdouts podría abrir la cuenta capital, lo que hace pensar que se podría seguir en un escenario de atraso cambiario", dijo Marcelo Comisso, jefe de Research de Rofex.
El BCRA opera en el mercado de futuros para dar una señal de dónde posicionar el dólar.
Pero los compradores convalidan precios entre 10 y 20 centavos por debajo del Central. Por lo pronto, esta política de dólar quieto le permitió absorber ese dinero de la base monetaria.
Las expectativas de devaluación empezaron achatándose para los contratos más cortos, de 2014. Pero la caída de los futuros se está haciendo sentir en los plazos del año que viene, ya que para convalidar esos valores con un dólar quieto cada vez se requiere un salto más brusco de su cotización: "Cuesta mucho mantener las posiciones largas. Si el dólar oficial no se mueve, y la gente está comprada a futuros, cada día que pasa esa posición sufre por tasa de interés", dijeron en la mesa de un banco.
"La pérdida de los últimos meses fue terrible. La gente se quemó, lo que redunda en mucha iliquidez", agregaron. En octubre el volumen cayó un 55% mensual en el MAE. También por el desincentivo entre los importadores a cubrir los pagos de sus compras cuando el gobierno no autoriza los desembolsos y los bancos que prefieren el spot. Quedan las operaciones especulativas.
Por Mariano Gorodisch
"Faltan billetes porque las grandes manos no están trabajando". Esta es la explicación que dan en las cuevas por la cual el dólar blue ayer subió 55 centavos y terminó en $ 13,70.
Como los corretas (como denominan a los mayoristas del informal) sólo están operando dos veces por semana, por temor a las inspecciones, no hay quien abastezca de divisas a las cuevas, lo que provocó un alza en el precio del billete. Sucede que, a esta altura del mes, la oferta de divisas por parte de los particulares no alcanza a cubrir la demanda.
"Hay muchos comerciantes e importadores, con excedentes de pesos, que quieren comprar cantidad, pero lo máximo que se puede llegar a conseguir hoy es apenas una gamba (u$s 100.000), así que las operaciones hay que hacerlas partidas, a lo largo de todo el mes. O anotarte en una lista de espera para cuando se abra el mercado y se termine con este feriado virtual del blue", revela el dueño de una financiera que, al igual que sus colegas, no acepta más clientes nuevos, sino que opera únicamente con algunos puntuales, de mucha confianza.
Si bien reina la extrema cautela, son conscientes que el Gobierno quiere hacer un show con los operativos, al avisarle previamente a los medios para que concurran y así mandar un mensaje al dark market para que se abstengan de operar.
Otra de las particularidades en esta nueva etapa del "Sheriff" Vanoli es que muchas cuevas se cuidan de tener el mínimo de dinero en sus oficinas, de modo que si les llega a caer un allanamiento no pierdan mucha plata. Cuentan que, antes de empezar la rueda cambiaria, van a la caja de seguridad de la financiera donde guardan los billetes para retirarlos, y luego los vuelven a depositar en los cofres al concluir la jornada.
"La suba de ayer la provocó una mano que quería comprar dos gambas (u$s 200.000). Primero ofreció $ 13,20, pero como nadie le respondía subió la apuesta a $ 13,40. Como tampoco tuvo resultado, ofreció $ 13,60, pero no había vendedores, así que a las tres y media ya habían desaparecido todos de la rueda, cuando siempre dura hasta las cuatro y media. Por lo tanto, el mercado subió con nada, por pura especulación, sólo una veintena de compras de a puchitos de u$s 20.000, u$s 30.000 y u$s 40.000. Es que, al no haber bancos, es difícil donde meter tanto físico (billetes) en pesos", detallan en la City.
Hasta allanan un maxikiosco
Norberto Ponte alquila desde hace 14 años el maxikiosko con sandwichería Serapio, en Sarmiento, entre 25 de Mayo y Reconquista. Anteayer al mediodía, mientras una veintena de clientes estaba en su local, sufrió uno de los 71 allanamientos que hizo la AFIP por un edicto judicial donde decía que en ese domicilio estaba Transcambio. "Me cerraron tres horas el local y me trataron como si fuese un delincuente. Me dijeron que venían a allanar el local, que baje la cortina y que saque a la gente afuera, así que perdí el día de ventas y tuve que tirar mucha mercadería, después de haber estado cuatro días sin luz. Por la prepotencia con que actuó el policía, dos clientes pensaron que se trataba de un robo, y fueron corriendo hacia la comisaría", dice Ponte.
"Luego, el policía que comandaba el operativo me pregunta, de muy mal modo, dónde estaban las computadoras y los archivos, así que le enseñé el freezer, que es el único archivo que tengo. Después quiso ver la mesa de operaciones, así que lo llevé a la cocina donde se preparan los sandwiches de jamón y queso. Si esto sería una pantalla, pondría a los sandwiches caros y no tendría el local lleno de gente. Me hicieron quedar muy mal con la clientela y perder mi prestigio. Tengo una armargura tal que me dan ganas de cerrar todo", se resigna Ponte.