Más de un año detenido lleva el proyecto minero binacional Pascua-Lama, de la canadiense Barrick. Eduardo Flores, vicepresidente senior del desarrollo, en entrevista con Diario Financiero actualiza su estado y detalla que trabajan a toda marcha en viabilizarlo ambiental y económicamente.
-¿En qué está Pascua-Lama?
-La construcción está completamente detenida, tanto en Chile como en Argentina; estamos cumpliendo con todas las obligaciones ambientales y regulatorias en ambos países y terminando el diseño de ingeniería de lo que será el sistema de manejo de aguas definitivo. A la vez, estamos trabajando el acercamiento a las comunidades. Hemos iniciado el diálogo y reubicado nuestras oficinas desde La Serena a Vallenar; estamos trabajando y colaborando con el gobierno regional, y seguimos reforzando el equipo.
-Para reiniciar la construcción, hay que terminar lo acordado con la Superintendencia del Medio Ambiente, ¿en qué está eso?
-Primero, nos comprometimos a un desarrollo inmediato de obras para recolectar las aguas de no contacto que bajan del glaciar, que fue lo que se hizo en 2013, donde invertimos cerca de US$ 50 millones y nos demoramos casi nueve meses en terminarlo. Hoy está funcionando, pero dejará de hacerlo cuando estén las obras definitivas. De ellas, estamos terminando la ingeniería y se lo deberíamos presentar en los próximos meses a la autoridad, para buscar su aprobación.
-¿Esto incluye ingresar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA)?
-Vamos a seguir lo que diga la regulación. Estamos revisando el reglamento de manera de poder definir cuál es la vía más adecuada para obtener los permisos. Sin embargo, tiene que darle la mayor robustez al proyecto y a su desarrollo. Esto incluye discutirlo con las comunidades.
-¿El sistema será mejor que lo que se había pensado inicialmente?
-Con las lecciones aprendidas, queremos no solo cumplir con la regulación, sino que ir más allá. El diseño tiene que ser más robusto. No podemos tener ningún error en este proceso, porque es la piedra angular para poder destrabar el proyecto. La ingeniería la terminaremos hacia fin de año y luego vendrá la aprobación ambiental. Cuánto nos vamos a demorar en los permisos y cuánto en la construcción, es un proceso que nosotros estimamos en varios años, los que nos da la facilidad de trabajar en otros frentes del desarrollo del proyecto.
-En un principio se hablaba de 18 meses para hacer todas las obras, ¿qué sucedió?
-Cuando la autoridad nos sancionó, el gran foco fue el corto plazo. El segundo punto era diseñar y construir la fase II, lo que ha sido bastante más complejo que lo que teníamos en mente.
Costos y oportunidades
-Echar a andar Pascua-Lama depende de muchos factores...
-No es un factor y no son solo temas que manejamos nosotros. También dependemos de qué está pasando en el mundo social, económico y político. Pero tenemos que hacer lo mejor que podamos desde nuestro punto de vista y (en ese sentido) hemos hecho cambios significativos al interior de la empresa. Es algo que también está impulsando Barrick, bajo el concepto de partnership. En la medida que podamos ser partners en Atacama, si podemos hacer crecer ese concepto, podremos desarrollar éste y otros proyectos.
-¿Cuál el costo de terminar Pascua-Lama?
-Hoy estamos en la mitad del camino, pero esto significará probablemente otros US$ 4.000 millones más. El equipo está mirando la mejor forma de ejecutar el proyecto. Hay un par de factores que son positivos, porque el costo de construcción es más competitivo que hace un par de años. Hay que ver si podemos capturarlo y ser aún más eficientes, de manera de tener una ejecución mejor planificada.
-¿Hay que actualizar el diseño del proyecto?
-Es difícil que un proyecto pueda cambiar de dirección. Estamos en la mitad y queremos terminar en base a los criterios que se establecieron en un principio. No estamos introduciendo cambios sustanciales al diseño, sino una optimización en la ejecución. La idea es viabilizar el proyecto en el mismo tiempo que nos demoremos en terminar las obras del sistema de aguas.
Nueva reputación
-¿Cómo está la relación con la comunidad en general?
-Tiene la misma importancia que el trabajo que hacemos con los diaguitas. Seguimos trabajando en detalle con los cumplimientos de la Resolución de Calificación Ambiental respecto de nuestras obligaciones sociales. Pero queremos ir más allá. Trasladarnos a la región nos permitirá incrementar este proceso de diálogo. Por ejemplo, estamos viendo de qué manera podemos generar más empleo local. Estamos discutiendo con nuestros contratistas cómo aumentar la empleabilidad. Esto nos va a generar que, en el futuro, la Tercera Región tenga una participación importante en el empleo, por ejemplo, cuando haya que construir el sistema de manejo de aguas, donde se requerirán del orden de 1.000 personas directas y entre 3.000 y 5.000 indirectas.
-Usted ha dicho que está "tratando" de recomponer la reputación, ¿cómo se logra?
-Para hacerlo, primero necesitamos un cumplimiento total de nuestras obligaciones. Y, segundo, total transparencia. Además del diálogo con los diaguitas, hace unos meses también comenzamos un proceso similar con el resto de las comunidades, donde todo el equipo está explicando cuál es la situación del proyecto, escuchando, trabajando las discrepancias que se van presentando e ir logrando compromisos. Esto es un camino largo, no sé cuándo estaremos en posición de decir que hemos recompuesto esa relación.
-Es un tema de confianzas...
-Absolutamente. Creo que hemos empezado a generar algún grado de confianza, en la medida que hacemos y cumplimos nuestras obligaciones, pero también explicando nuestros desafíos.
"Contar con permisos no garantiza la viabilidad del proyecto en el largo plazo"
En abril pasado, Pascua-Lama llegó a un acuerdo con 12 comunidades indígenas para avanzar en un proceso de entendimiento, el que entre diciembre y enero debería desencadenar en un documento con conclusiones comunes
-¿Cómo ha avanzado el acuerdo que tienen con los diaguitas?
-Ha sido un proceso bastante largo, llevamos varios meses conversando. El Memorándum de Entendimiento (MoU, por sus siglas en inglés), busca transparentar la información del proyecto. Nosotros, de manera libre, voluntaria y de buena fe, hemos comenzado a mostrar abiertamente qué estamos haciendo y qué pensamos para el futuro. El MoU busca que las comunidades, con sus equipos de trabajo, puedan tener una visión independiente del proyecto, para que hagan comentarios a la forma en que se va a desarrollar y operar. Entre diciembre y enero vamos a tener un informe técnico, donde seguramente vamos a encontrar situaciones donde debemos resolver esa visión que vamos a encontrar.
-¿Esto va a tener un correlato en decisiones respecto al proyecto?
-Estamos de buena fe en la mesa. Si nos sentáramos sin el convencimiento de que vamos a tener que modificar algunas cosas, no resolveremos potenciales discrepancias.
-¿Por qué es importante ahora llegar a un acuerdo con ellos?
-El mundo cambió rápidamente en pocos años. Contar con permisos ambientales no garantiza que podamos tener la viabilidad en el largo plazo. Tenemos que estar en armonía con el entorno y nosotros no la tuvimos y hoy lo estamos recomponiendo.
-¿Cómo ven las críticas que han habido a la representatividad de quienes participan en el MoU?
-Es difícil tener contacto con el 100% de los representados. Nos hemos asegurado de estar sentados con la mayoría. En la provincia del Huasco hay 22 comunidades y 12 que están en la mesa. Ellos representan cerca del 70% de la población diaguita organizada. El otro 30%, por diversas razones, no está y tienen todo el derecho a discrepar, pero nosotros tenemos que seguir avanzando con quienes representan a la mayoría. Ojalá pudiéramos hablar con más, pero lo importante es que los que no están, tienen la libertad de no querer participar o sumarse.