La Reserva Federal de Estados Unidos acaba de poner punto final a su programa de compra de bonos. El Banco de Japón, en cambio, extendió ampliamente su plan. Ahora, queda por verse si el Banco Central Europeo acelerará su impresión de dinero y empezará a comprar deuda soberana.
El camino será mucho más difícil para el BCE. El banco central de la zona euro enfrenta escollos políticos y prácticos que complicarán cualquier intento de emular las políticas estadounidenses y japonesas, conocidas como relajamiento cuantitativo. El BCE se reunirá el jueves, pero no se prevé que anuncie nuevas medidas.
En juego está si las compras de deuda soberana del BCE elevarán la inflación a su meta de cerca de 2%. El mes pasado, la inflación anual de la zona euro fue de apenas 0,4%.
Las tasas de interés del BCE no pueden bajar más. Eso deja las compras de deuda pública y privada como la principal palanca para mantener bajos los costos de endeudamiento, incrementar los precios de los activos, debilitar el euro e impulsar la inflación.
El BCE no es el único banco central en aprietos. La sorpresiva decisión del Banco de Japón de inundar la economía con más dinero impulsó los precios de las acciones el viernes. Sin embargo, el voto dividido que aprobó la medida implica que el gobernador del organismo, Haruhiko Kuroda, no la tendrá fácil a la hora de emprender nuevas acciones.
Fuentes al tanto de la decisión por cinco votos a favor y cuatro en contra resaltan el creciente escepticismo entre los nueve miembros del comité de política del banco central hacia la estrategia radical puesta en marcha por Kuroda hace un año y medio.
El BCE, por su parte, ha comprado algunos valores y está dispuesto a añadir bonos corporativos. Ha indicado que la compra de bonos soberanos es una posibilidad, pero no ha tomado una decisión al respecto en medio de las dudas de que tales medidas beneficien a la economía sin políticas fiscales complementarias.
Otro problema: comprar deuda en mercados privados podría no generar suficientes activos para alcanzar la meta del presidente del BCE, Mario Draghi, de acercar el balance del banco hacia los niveles de principios de 2012. Eso implica elevarlo en hasta 1 billón de euros desde los poco más de 2 billones de euros actuales.
Cuando los bancos centrales expanden sus balances—es decir el valor total de sus activos— en la práctica inyectan dinero fresco con la esperanza de estimular la economía. Las compras de bonos del BCE comenzaron de forma gradual: en la primera semana adquirió 1.700 millones de euros en bonos cubiertos, es decir, deuda de bancos respaldados por garantías subyacentes.
“Se les está acabando el tiempo”, advirtió Ken Wattret, economista de BNP Paribas. “Si quieren expandir su balance más rápidamente, tiene que comprar en mercados más grandes”.
El sector de bonos soberanos de la zona euro, valorado en casi 7 billones de euros, resolvería ese problema. Pero muchos funcionarios del BCE son reacios a dar ese paso, y preferirían, en su lugar, adquirir activos respaldados por valores a partir de este mes y dejar para diciembre otro lote de préstamos bancarios. “No creo que deberíamos considerar para los próximos meses medidas como compras de bonos del sector público”, aunque deben ser evaluadas, dijo Ardo Hansson, miembro del BCE y presidente del banco central de Estonia, durante una entrevista la semana pasada.
El presidente del banco central de Austria tiene dudas y es partidario de una mayor inversión del gobierno. El Bundesbank alemán se opone a la compra de bonos soberanos y nadie del BCE está abogando enérgicamente por comprarlos, por dos razones. La estrategia genera oposición en Alemania, donde desata temores de que los bancos centrales impriman dinero para financiar un gasto público desenfrenado. Los opositores también resaltan que hay pocos indicios de que la política apuntale la economía de la zona euro.
Las compras de bonos de la Fed presionaron a la baja las tasas de interés en Estados Unidos en parte porque una buena cantidad de la deuda en el país se financia en los mercados de capital. El sistema financiero europeo, en cambio, depende más del crédito bancario y, por lo tanto, será menos receptivo al relajamiento cuantitativo, dicen los escépticos.
Hay otros problemas que la compra de bonos no resuelve. Las políticas de impuestos y gasto fiscal obstaculizan el crecimiento en Francia e Italia. Medidas para impulsar el potencial de crecimiento de Europa han sido ampliamente evitadas.
El relajamiento cuantitativo “no es una varita mágica”, dijo el economista de RBS Richard Barwell. “Es sólo una cuestión de credibilidad” del BCE como un banco central decidido a alcanzar su meta de inflación.
Europa ya tuvo una especie de ensayo con el relajamiento cuantitativo. La promesa de Draghi en 2012 de “hacer todo lo que sea necesario” para salvar el euro, respaldado por un plan de compra de bonos que no se ha puesto en marcha, condujo a una caída de los rendimientos de la deuda de la zona euro. En otras palabras, el BCE experimentó efectos parecidos a los de un relajamiento cuantitativo en los mercados de deuda sin gastar un centavo. Pero la economía no obtuvo grandes beneficios.
Si la inflación permanece en casi cero, caen las expectativas de inflación y el euro se fortalece, el BCE podría no tener más remedio que comprar bonos soberanos. “Es una señal de la desesperada situación de la zona euro el que la gente esté tan concentrada en algo que no ofrecerá un vuelco decisivo”, dijo Charles Wyplosz, del Instituto de Posgrado de Ginebra, en referencia al relajamiento cuantitativo. De todos modos, añadió, “podría ayudar sin hacer daño, así que ¿por qué no intentarlo?”.
Esa es una gran diferencia frente a “todo lo que sea necesario”, pero podría ser el mejor argumento de Draghi.