Por Adriana Giuliani.

La penosa noticia conocida recientemente sobre la trágica muerte de un operario oriundo de Salta durante su primera jornada de trabajo, en Loma Campana, conduce a reflexionar sobre una de las aristas más delicadas del negocio que rodea al oro negro.

Es sabido que la escala salarial del sector es sensiblemente superior a la media: más del doble en las categorías iniciales y crecientes divergencias en las posiciones jerárquicas. Estas diferencias generan desequilibrios, al influir en los precios no solamente del mercado inmobiliario sino también de los bienes y servicios en general. Sin embargo, como contrapartida de las mejores remuneraciones, los empleados petroleros se encuentran expuestos a condiciones en las que no siempre resultan favorecidos.

Dada la localización de los yacimientos, es común que los trabajadores –la mayoría hombres– se instalen durante varias jornadas en el campo y regresen a sus lugares de origen en los días de descanso. Con este propósito, se levantan bases o emplazamientos temporarios en los que resalta la precariedad y transmiten la sensación de que si desaparecen las expectativas de obtención de beneficios de las operadoras, todo puede ser desmantelado de inmediato. Testimonios de los propios protagonistas reflejan que en estos asentamientos se sufren las dificultades propias del desarraigo y de angustia por la soledad y la lejanía de sus seres queridos.

En los núcleos urbanos aledaños también se acusa el impacto, ya que el incremento poblacional, a menudo explosivo, desborda las posibilidades de atender hasta las necesidades más básicas.

En Añelo, una localidad de origen rural que según el Censo 2010 cuenta con 2.249 habitantes, aunque por encontrarse en el corazón del boom por el shale, la población estable prácticamente se ha duplicado y la cantidad de personas que transitan durante el día es considerablemente mayor. Las carencias en cuanto a infraestructura son generalizadas y abarcan no sólo la provisión de los servicios esenciales como la red de gas o de cloacas, sino también el ámbito habitacional, educativo, de la salud e incluso el esparcimiento. Escasean las propuestas artísticas o deportivas pero abundan los casinos y, aunque estén prohibidos, los cabarets.

Suelen allanarse locales nocturnos a raíz de denuncias sobre la existencia de personas sometidas a explotación sexual, entre ellas menores. Las concentraciones de hombres solos con altos ingresos constituyen un blanco atractivo para las redes de trata, por lo que, lejos de naturalizar el tema, habría que intensificar los esfuerzos por evitarlo.

En cuanto a la cuestión específica de la seguridad laboral, es redundante señalar el alto riesgo al que está sujeta la actividad. El operario fallecido en Loma Campana mientras realizaba tareas de soldadura dentro de una pileta de tratamiento de lodo no es la única víctima fatal, sino que se conocen otros casos vinculados con lesiones graves y pérdidas de vida en ejercicio de las funciones o en accidentes de tránsito ocurridos en el trayecto hacia o desde los lugares de trabajo.

Las características del rubro y los peligros asociados muestran que en el mundo del petróleo el bienestar económico de los trabajadores no necesariamente garantiza una satisfactoria calidad de vida. El abordaje de este problema debe constituir un compromiso de las empresas, los sindicatos y el Estado con el objeto de instrumentar estrictos controles y, en especial, medidas de prevención apropiadas.