Luís Pérez (Corresponsal de TVE en Moscú).
El frío aprieta en el este de Europa según se acerca el invierno. Y los cuerpos de varios países comienzan a tiritar ante la perspectiva de un invierno sin gas. Los dirigentes de los países bálticos, de Polonia y de otras capitales que estuvieron bajo la órbita soviética, los más dependientes del gas ruso, están pendientes de lo que pase estos días en Bruselas.
Una mesa redonda en la capital comunitaria reúne a representantes de Ucrania, Rusia y la Unión Europea (UE). Su objetivo: lograr que Moscú reanude el suministro de gas a Ucrania, y de paso evitar problemas en la entrega a varios países europeos, porque el gas que consumen pasa mayoritariamente por gasoductos que cruzan el territorio ucraniano.
La guerra del gas amenaza con un invierno de hogueras de leña en muchos hogares del este de Europa. Y amenaza también con profundizar la brecha entre Rusia y la UE. ¿Se puede resolver? ¿Qué pide cada parte? ¿Quién gana y quién pierde con esta crisis? Aquí van algunas claves para tratar de entender el conflicto.
¿Cuándo y por qué comenzó esta crisis?
Rusia cortó el grifo del gas a Ucrania el pasado mes de junio, en medio de una grave escalada de tensión entre los dos países por la guerra en el este de Ucrania.
Moscú justificó la medida por la enorme deuda de Kiev. Las facturas sin pagar del gas ruso ascendían, en esa fecha, a 4.200 millones de euros.
¿Qué dice Ucrania? Pues básicamente se queja de que Moscú subió el precio del gas de manera exponencial, casi un 80%. A finales de 2013, el entonces presidente ucraniano, Víctor Yanikovich negoció con Moscú un precio preferencial por el gas, de aproximadamente 268,5 dólares por cada 1000 metros cúbicos.
Cuando las protestas del Maidán sacaron a Yanukovich del poder, todo cambió. En abril de 2014, el precio subió a 385,5 dólares, y posteriormente a 485, un precio muy superior a lo que fija el mercado. Según Rusia, el precio subió por el retraso en los pagos; según Kiev, todo obedece a motivaciones políticas tras la caída de Yanukovich.
¿Por qué es tan importante el gas ruso en Europa?
Básicamente, porque Rusia aporta el 23% del gas que consumimos los europeos. Además, la dependencia del gas ruso es muy alta para muchos países del este de Europa. Los países bálticos, Eslovaquia o Hungría son las naciones que consumen mayor cantidad de gas ruso.
En el caso de Ucrania, la mitad del gas que calienta las casas procede también del país vecino. Ucrania juega un papel fundamental en el transporte del gas hacia Europa. Por la red de gasoductos que atraviesa ese país viaja el 70% del gas que Rusia envía a los europeos.
¿Hay alternativas a los gasoductos ucranianos?
Sí, pero pocas. La vieja red de gasoductos de Ucrania sigue siendo fundamental para que el gas ruso siga fluyendo a Europa.
Sin embargo, en los últimos años, Moscú ha buscado otras alternativas para transportar su gas sin pisar Ucrania. La más importante es el North Stream, un enorme gasoducto que cruza el Mar Báltico y lleva el gas directamente a Alemania.
Otro proyecto, el South Stream, pretende también unir Rusia con el sur de Europa. A través del Mar negro, el gas ruso cruzaría Bulgaria y llegaría hasta Italia yAustria. Pero de momento es sólo eso, un proyecto, que además parece frenado porque no hay acuerdo para su financiación.
¿Hay riesgo de que Europa se congele por esta crisis del gas?
Hay riesgo real de que esta crisis afecte al suministro. Recordemos que no es la primera vez que Rusia corta el grifo del gas a Ucrania. Algo similar ya ocurrió en 2006 y en 2009.
Ucrania, en ambos casos, obtuvo algo de gas de dos maneras: comprando gas ruso a varios países europeos, o directamente desviando el gas que viaja a Europa desde los gasoductos que cruzan el país.
Moscú ya ha advertido de que, esta vez, no consentirá ni una cosa ni la otra. De hecho, algunos países europeos han visto cómo se paraba el suministro de gas ruso en los últimos meses, y muchos analistas ven ese gesto como una señal de Moscú para que dejen de revender gas ruso a Ucrania.
Otro dato que preocupa: la UE ha hecho varios test de stress a 38 países del viejo continente (miembros y no miembros de la Unión). El resultado no ofrece dudas: según Bruselas, un conflicto prolongado generará problemas en el suministro del gas, y eso podría dejar a muchos hogares a expensas de un gélido invierno. Los más perjudicados serían Finlandia y Estonia, y otros países balcánicos que no pertenecen a la Unión como Serbia, Bosnia-Herzegoniva y Macedonia.
¿Quién gana y quién pierde con esta crisis?
A simple vista se podría decir que el gran perdedor es Ucrania, que sin acuerdo se quedará sin gas ruso a las puertas de un invierno que se adivina muy frío y muy largo.
También pierden los países europeos más dependientes del gas ruso, porque la inestabilidad en Ucrania no juega a su favor, y se arriesgan además a que Kiev desvíe parte del gas que han comprado a Rusia para el consumo interno de los ucranianos.
¿Y Rusia? En principio tiene la sartén por el mango. Pero no tanto. Enfrascada en una guerra comercial con Europa y Estados Unidos, con una guerra en el este de Ucrania y a las puertas de casa, y con un precio del barril de petróleo que no deja de caer, la economía rusa no está para lujos. Este año podría caer en la recesión, mientras el rublo tiene estos días la cotización más baja de la historia frente al dólar y al euro.
A Rusia, además, le conviene seguir vendiendo gas a Europa. Moscú ha firmado un acuerdo multimillonario para la venta de gas a China. Pero será a largo plazo, porque de momento no hay infraestructuras que permitan llevar el gas ruso al gigante asiático.
¿El final de la crisis está cerca?
Sí, pero no. Puede que el conflicto se resuelva a corto plazo con la negociación abierta en Bruselas para lograr, al menos, que Ucrania pague el gas durante los meses de invierno. ¿Y después?
Cuando estalló esta crisis, Rusia y Ucrania llevaron el caso al arbitraje internacional, concretamente a la Corte de la Cámara de Comercio de Estocolmo. Este tribunal deberá decidir sobre el precio del gas y sobre el pago de la deuda ucraniana. Pero no habrá respuesta antes del próximo verano.
La guerra del gas promete dar juego, porque mezcla el negocio y la geopolítica. No en vano, alguien dijo alguna vez que el petróleo da dinero, pero el gas da poder.