El precio del crudo ha caído a su nivel más bajo en los últimos cuatro años, hasta cerca de los 80 dólares. La caída de la demanda (por la contención de la economía China y el temor a una tercera recesión en Europa), un escenario de oferta potencialmente creciente (con la revolución de los hidrocarburos no convencionales como telón de fondo) y la acción de Arabia Saudí para poner en jaque a todos sus rivales geopolíticos y económicos han tumbado la cotización del petróleo. ¿Cuánto tiempo va a quedarse el crudo más cerca de los 80 que de los 100 dólares?
El petróleo se ha mantenido de manera persistente por encima de los 100 dólares el barril en los últimos años. El precio medio anual del barril Brent, el de referencia en Europa, se había instaladocómodamente en el entorno de los 110 dólares entre 2011 y 2013. Y hasta ahora, las previsiones apuntaban a que este ejercicio el precio medio se quedaría cerca de los 105 dólares por barril. Unos niveles que parecían relativamente estables, más allá de los picos que la tensión con Irán o el conflicto con Libia habían provocado en los últimos años por el temor a problemas de suministro.
El crudo se había quedado prendido en ese precio y había hecho posibles la ejecución de inversiones para extraer petróleo en algunas zonas (aguas profundas) y con algunas técnicas (el uso del fracking para obtener hidrocarburos no convencionales) que, con cotizaciones inferiores, no eran comercialmente rentables. Y con esos precios los países productores -casi todos- encontraban fondos suficientes para cuadrar mal que bien sus presupuestos públicos.
Sin embargo, en los últimos meses, y sobre todo en las dos últimas semanas, los precios han caído con fuerza. La cotización del petróleo se ha desplomado un 25% desde junio, hasta marcar mínimos de los últimos cuatro años. El Brent ha llegado a caer este mes hasta los 83 dólares, mientras que el West Texas -el barril de referencia en EEUU- llegó a perder intradía el soporte de los 80 dólares.
Los porqués de la caída
Entre las causas que los analistas coinciden, con carácter general, en citar para explicar el desplome se encuentran la caída prevista de la demanda mundial de crudo fruto del temor a una tercera recesión en Europa y del enfriamiento de la economía china, una mayor oferta por el aumento de la producción de petróleo no convencional en Estados Unidos (que a la vez le permite reducir sus importaciones), y la constatación de que la inestabilidad tanto en Oriente Medio como en el Norte de África no se está traduciendo en una menor producción.
La clave para determinar hacia dónde irán los precios a corto y medio plazo es la respuesta que Arabia Saudí, el mayor productor mundial de crudo y el que de mayor flexibilidad dispone para aumentar y reducir su producción, decida dar a este nuevo escenario. Y aparentemente Riad se siente más que cómodo con un contexto de precios bajos. "Arabia Saudí había venido mandando señales sólo aparentemente ambiguas. Por un lado, a comienzos de octubre redujo el precio de venta oficial de su crudo, lo que se interpretó como el primer paso de una guerra de precios para mantener su peso en el mercado asiático. Por otro, anunció una modesta reducción de su producción, manteniendo la incertidumbre en los mercados acerca de su disposición a mayores descensos, unilaterales o en el marco de la OPEP", explica Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía del Real Instituto Elcano, en un artículo publicado en EXPANSIÓN en Orbyt.
Pero, más allá de estas señales, Arabia parece que ha decidido apostar por un periodo prolongado de precios bajos y así se lo ha transmitido ya a inversores y analistas en encuentros privados. Según desveló Reuters, Riad estaría dispuesto a promover que el petróleo se mantenga por debajo de los 90 dólares e incluso cerca de los 80 dólares durante uno o dos años. "Este cambio de estrategia consiste en apostar por precios moderados en el corto y medio plazo para recuperar cuota de mercado y después maximizar ingresos subiéndolos a largo plazo", sostiene Escribano. Sacrificar ingresos ahora para garantizárselos en el futuro. ¿Cómo? Manteniendo su cuota en el mercado petrolífero (sobre todo en Asia) frente a otros competidores y poniendo en jaque la rentabilidad de nuevas inversiones para explotar los hidrocarburos no convencionales y también los yacimientos en aguas muy profundas (en Brasil, singularmente).
Previsiones a la baja
Los centros de análisis ya han empezado a revisar a la baja sus previsiones de precios del crudo para éste y el próximo año, dando así alas a la percepción de que los precios moderados no son un fenómeno sólo coyuntural. Bank of America-Merrill Lynch rebajó su estimación de precio medio para 2015 de 108 a 98 dólares para el Brent y de 96 a 90 dólares para el West Texas. Citi también ha revisado su previsión de precios para último trimestre de este año y el primero del año próximo hasta los 92 dólares para el barril europeo y 83 dólares para el barril estadounidense. Barclays ha revisado igualmente su previsión de Brent para el último trimestre de este año de 106 a 93 dólares, y para el conjunto de 2015 de 107 a 96 dólares. La propia Administración de Información de Energía (EIA) estadounidense también ha recortado su estimación para el próximo año para el Brent, de 105 a 103 dólares, y para el WTI, de 96 a 94,6 dólares.
La estimación más extrema ha sido la de Jeffrey Gundlach, CEO y director de Inversiones de DoubleLine y uno de las estrellas del momento entre los gestores de fondos, que anticipa que el precio del crudo seguirá cayendo hasta el entorno de los 70 dólares. "Estoy convencido de que Arabia Saudí quiere que el precio del petróleo caiga a 70 dólares (...). No les importa soportar déficit a corto plazo. Les encanta apretar las tuercas a los que tratan de hacer daño a Oriente Medio", explicó Gundlach en una conferencia, según informa CNNMoney.
El precio que necesita cada país
La reunión del próximo 27 de noviembre de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se prevé más que tensa. Mientras Arabia -con el respaldo de Kuwait- maniobra para mantener en precios moderados el crudo, algunos países compañeros en el cártel petrolífero exigen un recorte inmediato de la producción para elevar de nuevo las cotizaciones. Venezuela, Nigeria, Irak, Irán o Bahréin necesitan precios sustancialmente más altos que los actuales para sostener sus cuentas públicas.
Venezuela necesitaría que el Brent alcanzara un precio medio durante este año de 121 dólares para poder financiar sus presupuestos públicos; Bahréin necesita que alcance casi los 135 dólares; Nigeria requeriría que se situase en 118 dólares; y Rusia, otro de los grandes perjudicados por el actual nivel de precios, necesitaría que la cotización media anual fuera de 101,7 dólares, según estimaciones de Deutsche Bank [ver informe completo aquí].
A Arabia Saudí le basta con un precio anual de 93,4 dólares para cuadrar sus cuentas (aunque con las reservas de divisas por valor de unos 800.000 millones de dólares con que cuenta el Reino, podría estar más de tres años sin vender un solo barril de petróleo y aun así financiar sus presupuestos). Por su parte, a Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán les es suficiente que el barril Brent se sitúe por encima de los 70 dólares para cubrir sus presupuestos anuales.
El 'gran juego' de Arabia
La persistencia del actual escenario de precios moderados tiene múltiples efectos geopolíticos y económicos. Y la mayoría coinciden con los intereses de Arabia Saudí, de ahí que tantas voces (con mayor o menor connotación conspirativa, según el caso) coloquen a Riad en el centro de una estrategia organizada para mantener el crudo entre los 80 y los 90 dólares a medio plazo. Arabia conseguiría castigar, y mucho, los ingresos de otros países productores rivales como Siria, Irak e Irán.
"No se puede olvidar que la obsesión de Riad es evitar el auge del chiismo. Y que su prioridad, pese a su participación activa en la coalición internacional que ha puesto en pie EEUU no es tanto acabar con el Estado Islámico que se ha adueñado de parte del territorio iraquí y sirio, sino terminar con el régimen de Bachar El Assad en Damasco y debilitar al Irak controlado por los chiíes y por Irán", sostiene Andrés Ortega, investigador senior asociado al Real Instituto Elcano [ver texto completo aquí]. De hecho, Irán y Arabia se mueven en un contexto de rivalidad creciente por ganar influencia en Oriente Medio, una suerte de guerra fría que se ha convertido en uno de los ejes sobre los que gira todo lo que sucede en la región.
Rusia también figura en la lista de los grandes castigados por la caída de los precios. Con una economía interna ya muy golpeada por las sanciones internacionales tras su intervención en Ucrania, el Gobierno de Vladimir Putin puede acabar moderando su estrategia internacional de cara a salvar sus cuentas del colapso. Una opción a la que aspiran no sólo Estados Unidos y la Unión Europea, sino también la propia Arabia Saudí, que conseguiría que Moscú dejara de prestar ayuda al régimen sirio.
Golpe al 'fracking'
En paralelo, un petróleo barato de manera sostenida pondría freno a las inversiones necesarias para continuar con el boom de los hidrocarburos no convencionales y, quizá, cortaría las alas de Estados Unidos en su carrera por la autosuficiencia energética y por convertirse en el principal productor mundial de petróleo en los próximos años gracias al shale y a la expansión de la polémica técnica del fracking (fracturación hidráulica). "Si la OPEP, ante la falta de acción, permite que el precio del petróleo vaya aún más a la baja, la atención podría girarse rápidamente hacia Estados Unidos, donde los productores de petróleo de esquisto podrían comenzar a sufrir", apunta Ole Hansen, estratega de materias primas de Saxo Bank.
"Aunque muchos productores, de acuerdo con la AIE [Agencia Internacional de la Energía], mantienen la rentabilidad, incluso con los precios por debajo de 60 dólares por barril, la pregunta sigue siendo qué impacto tendrá la caída de los precios sobre la confianza de los inversores y los bancos que ofrecen préstamos para operar el negocio", sostiene Hansen. Esto es, la mayoría de las instalaciones actuales seguirían siendo rentables sin problemas, pero otras no. En cualquier caso, la cuestión clave es si habría financiación para invertir en nuevos proyectos tanto en Estados Unidos como en otras latitudes. Si se mantiene en los niveles actuales, la expansión a otras regiones de la revolución del shale es, cuando menos, incierta.