(Escribe Ricardo Alonso*) La erupción de un volcán es siempre un acontecimiento sobre todo cuando afecta a los seres humanos. Todo el borde del océano Pacífico contiene varios miles de volcanes, la mayoría apagados.
Estamos acostumbrados a sentir hablar del fenómeno volcánico en nuestro planeta.
La erupción de un volcán es siempre un acontecimiento sobre todo cuando afecta directa o indirectamente a los seres humanos.
Todo el borde del océano Pacífico contiene varios miles de volcanes, la mayoría apagados.
En los Andes Centrales hay unos mil volcanes de los cuales unos pocos están activos.
Pero hay también volcanes en el interior de los continentes, en los valles de rift, en las dorsales oceánicas, en los arcos de islas y en otros muchos puntos de las placas continentales y oceánicas.
A veces los surtidores de magma vienen de gran profundidad formando "puntos calientes" que perforan las placas a medida que estas se desplazan tal como se observa en la cadena volcánica de Hawai.
Los propios fondos oceánicos están formados por basaltos. Sin embargo este fenómeno que creemos es exclusivo de la Tierra, está ampliamente instalado en otros planetas del Sistema Solar.
El Sistema Solar parece estar así impregnado de actividad volcánica pasada y presente.
Las coladas basálticas de la Luna que se ven a simple vista, el gigantesco volcán Olimpus de Marte con sus 27 km de altura, la superficie completamente volcánica de Venus, los volcanes de azufre del satélite joviano Io, los géiseres de nitrógeno sólido de Tritón y las coladas de "betún" de Japeto, son algunos de los espectaculares ejemplos de un proceso geológico que pareciera ser universal.
El vulcanismo sería entonces el proceso geológico más común en el Sistema Solar.
En la Tierra y en Marte, los magmas más frecuentes son el basáltico y el andesítico.
En general y en particular, los basaltos parecen ser la roca volcánica predominante en todo el interior del Sistema Solar; mientras que en el exterior abundan los "magmas de volátiles", sobre todo el agua.
Casi semanalmente o en pocos días las dos revistas científicas más importantes del mundo, esto es la americana Science y la europea Nature, dan a conocer algunos de los espectaculares hallazgos que se están realizando en la geología de los planetas del sistema solar.
La Tierra tiene actualmente unos 500 volcanes activos, pero si pudiéramos revelarla de los sedimentos que la recubren veríamos un planeta volcánico, con zonas activas y otras apagadas.
Ese pequeño ejercicio de imaginación es todo lo que hace falta para viajar a la geología de buena parte de los cuerpos del Sistema Solar, un conjunto de mundos cuya principal actividad geológica, en el pasado y en el presente, ha sido y es el vulcanismo.
El Dr. Francisco Anguita es vulcanólogo y geólogo planetario. Muchos de sus libros han estado dedicados a estudiar esta cuestión, entre ellos "Planetas" (Ed. Rueda, 2010). Mercurio y la Luna, presentan excelentes ejemplos de coladas de lava, pero pobres representaciones de otros tipos de actividad volcánica.
Las lavas lunares, esas manchas que tiene la luna y se ven a simple vista en una noche estrellada, son basaltos que se acumularon (hasta más de dos km de espesor, y en un largo periodo entre 3900 y 2500 millones de años) en los maria, cuencas formadas por impactos de asteroides.
Por su color más claro que las lunares, no es evidente que las lavas de Mercurio sean también basaltos.
En el planeta Venus, el vulcanismo es un fenómeno avasallador, pero esencialmente moderno: su impresionante muestrario de volcanes se ha acumulado sólo en los últimos 400 Ma, la jovencísima edad de toda la superficie venusiana. Hay, por ejemplo, unas cincuenta mesetas basálticas, pero en realidad todo el planeta parece una gran llanura volcánica más o menos modificada por la tectónica, y el número de edificios es difícil de contar: hay unos 500 escudos con diámetros basales entre 20 y 200 km, unos 600 campos de escudos pequeños (entre 5 y 10 km) y un número indefinido de domos.
También hay 175 ejemplos de unas peculiares estructuras llamadas coronas, que aunque no son edificios volcánicos en sentido estricto, incluyen siempre distintos tipos de vulcanismo.
Un rasgo único en el Sistema Solar es que incluso los impactos pueden provocar un vulcanismo importante, sin duda a favor de la elevada temperatura superficial.
El vulcanismo de Marte está caracterizado sobre todo por sus llanuras volcánicas y sus escudos gigantes.
También se han descrito domos, y un tipo específico de edificio, desconocido en la Tierra, la patera (del latín patera, plato llano), de pendiente aún menor que los escudos.
Con un diámetro de 500 por 700 km, Alba Patera es el edificio volcánico más extenso del Sistema Solar;
así como Olympus Mons, con 27 km de altura, es el más alto.
Ambos se sitúan sobre una elevación topográfica circular de más de 7000 km de diámetro y 10 km de altura, el domo de Tharsis, la provincia volcánica más importante de Marte.
Tharsis, sin dudas una de las claves de la evolución del planeta, parece un rasgo primordial pero no se descarta que alguno de sus edificios esté aún activo.
A diferencia de la Luna, cuyo vulcanismo es muy antiguo y de Venus, que ha borrado su historia; Marte parece ofrecer un registro por sobre todo completo de su actividad interna, un hecho que resalta aún más su interés científico.
En el Sistema Solar exterior, los volátiles dominan: la "roca" es hielo (de agua, como en Europa, Ganímedes o Ariel; o de nitrógeno, como en Tritón), y el "magma" es hielo fundido, o bien sublimado (Tritón).
Hay dos casos realmente especiales: Ío, en el sistema de Júpiter, parece un mundo-frontera para los vulcanólogos espaciales.
Su exuberante magmatismo actual lleva a la superficie azufre (un elemento volátil) o sus compuestos, pero también parece capaz de fundir silicatos (o sea, rocas).
El segundo cuerpo excéntrico es Japeto, que gira en torno al planeta Saturno: parte de su superficie está cubierta por un material negro como el betún, probablemente un compuesto carbonoso.
Aunque se ha propuesto que procede del exterior, recientemente algunos datos indicarían que surge del interior.
Se trata por lo tanto del material volcánico más exótico del Sistema Solar. Surtidores semejantes a los de Ío, pero cargados con agua de hielo, pueden brotar de Europa, y también de Encélado que al parecer nutren de partículas uno de los anillos del planeta Saturno.
Los géiseres de nitrógeno sólido de Tritón, cuyos penachos son arrastrados por un viento de nitrógeno y metano, parecen elementos verdaderamente dignos para una obra de ciencia ficción.
Sin embargo es parte de lo que paso a paso las ciencias planetarias van alumbrando en la medida que más sondas y robots avistan nuevas regiones en este rincón perdido del universo.
*Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)