Por Daniel Montamat. Ex Secretario De Energía. Ex Presidente De YPF.
La Argentina del presente, fuera del mundo y sin acceso al mercado de capitales, no tiene posibilidades de desarrollar nuevas reservas de hidrocarburos ni de revertir la curva de declinación productiva. Aún con recesión, importa cada año más energía.
La Argentina que viene tendrá como prioridad revertir el déficit energético y desarrollar el potencial de recursos convencionales y no convencionales.
¿Abordará esa prioridad profundizando estructuras productivas del populismo rentístico o aprovechará el legado de la naturaleza para consolidar un proyecto de desarrollo económico y social?
Cálculos de distintos analistas estiman la inversión energética en alrededor de 20.000 millones de dólares por año si el país se propone superar el déficit energético creciente al que condujo el populismo económico de estos años y acompañar una tasa de crecimiento promedio de un 3/4% del producto.
No hay posibilidad de que esos recursos salgan de las arcas públicas (que están en rojo), ni del ahorro doméstico (que financia una tasa de inversión insuficiente de un 20% del producto).
Los recursos deben provenir del flujo de caja de las empresas productoras de petróleo y gas, de la inversión externa directa y del financiamiento internacional.
La industria petrolera es capital intensiva en general, pero lo es más en particular cuando se trata de desarrollar los recursos no convencionales (shale gas/ shale oil). El desarrollo y explotación de estos recursos es muy costosa porque es muy intensiva en la demanda de servicios (es una especie de minería petrolera), y requiere un permanente flujo de capitales para sostener niveles de actividad que hagan rentable el proyecto.
Si el nuevo gobierno genera condiciones macro y microeconómicas que potencien el desarrollo de la actividad, van a ingresar muchos dólares de inversión petrolera.
Parte de esos dólares volverán a salir vía balanza comercial para importar equipos e insumos, y, en lo inmediato, otra parte de ese ingreso de dólares aliviará los problemas de cuentas externas generados por las importaciones de energía que nos seguirán acompañando por varios años. Pero en la medida en que el proceso de ingreso de capitales se normalice y que la industria petrolera revierta su declinación e intensifique su actividad, la afluencia de dólares va a ser determinante del futuro de la estructura productiva de la Argentina. Más aún si el país vuelve a tener una balanza energética superavitaria.
La institucionalidad populista que por derecha o por izquierda ha dominado a la Argentina política y económica en las últimas décadas, volverá a promover la apreciación del peso y el repunte consumista de corto plazo. La efervescencia reactivadora, como en ciclos pasados, va a disimular la pérdida de competitividad del resto de las actividades productivas. El auge de la industria de servicios petroleros, y algún repunte en la petroquímica y otras actividades conexas, tendrán algún efecto derrame temporal; pero en lo mediato prevalecerá la concentración rentística de las actividades supérstites, el Estado clientelar, el capitalismo de amigos y la puja distributiva de un nuevo estancamiento.
La alternativa de desarrollo inclusivo impone una estrategia de largo plazo. La afluencia de dólares puede convivir con un tipo de cambio que permita el desarrollo de otras actividades productivas, si hay excedente fiscal para comprar dólares y constituir un fondo anticíclico, y si el país tiene una política de promoción de radicaciones productivas argentinas en el exterior. En las principales ciudades argentinas hay presencia de una cadena de distribución chilena; ¿existe algún equivalente argentino en las principales ciudades chilenas?
Brasil ha sido un activo inversor promoviendo la radicación de sus empresas en la Argentina y en la región. En cambio, las empresas argentinas que optaron por radicarse en la región lo hicieron para relocalizar actividades en contextos más previsibles.
La internacionalización del capitalismo argentino como parte de una estrategia de reinserción en el mundo no sólo es deseable para evitar una moneda doméstica “obesa”; es fundamental para el desarrollo de proveedores locales y pequeñas empresas que acompañan en el proceso productivo a la transnacional argentina que hace pie en los mercados externos.
La YPF, ahora controlada por el Estado, debe ser competitiva adentro para ser una nave insignia de esta estrategia hacia la región y el mundo. Así accederemos a roles más protagónicos en las cadenas de valor global, crearemos más puestos de trabajo en el sector formal, y el petróleo (y el gas) serán un instrumento del proyecto de desarrollo que nos debemos.