El cambio climático es inequívoco, al igual que sus consecuencias que ya se hacen sentir en todo el mundo. Investigadores de las áreas de biología y bioinformática del Instituto de Ciencias (ICI) de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) estudian, asociados a otras instituciones nacionales e internacionales, los efectos del cambio climático en la Antártida.
Los resultados dan cuenta de procesos de cambio en el ecosistema marino de Caleta Potter, una bahía situada en la Isla Antártica 25 de Mayo. El biólogo Fernando Momo, investigador y docente del ICI, cuenta que se observaron cambios en las comunidades de invertebrados y también de algas: "Los efectos sobre las distintas especies (ya sea de algas o de invertebrados) son de diferente intensidad, lo cual provoca que cambien las abundancias de cada una en diferente grado. Esto podría provocar, a un plazo no muy largo, una modificación dramática en la composición de las comunidades, lo cual pudimos predecir a partir de modelos matemáticos que desarrollamos en la UNGS”.
El calentamiento genera un retroceso de los glaciares en esa zona de la Antártida, provocado por un mayor derretimiento del hielo que, a su vez, se traduce en un aumento importante de la cantidad de sedimentos en suspensión en el agua de mar. Momo explica que este aumento de sedimento causa estrés en los animales marinos que viven sobre el fondo de la caleta. Muchos de estos animales se alimentan de microorganismos filtrando el agua de mar y cuando el agua tiene sedimentos inorgánicos en suspensión, es mayor la energía que gastan en filtrar porque tienen que deshacerse del sedimento sin valor nutritivo. "Esto hace que disminuya la probabilidad de supervivencia de estos organismos”, sintetiza.
Los témpanos de hielo que se desprenden del Continente también son una amenaza para los habitantes de Caleta Potter. Estos icebergs flotan sin rumbo, pegan contra el fondo del mar y arrasan con la fauna marina.
Las comunidades de algas también se vieron afectadas por estos factores ambientales. La investigación estudió 22 de las 130 especies que habitan en esta zona de la Antártida.
Por un lado, se observa una disminución de la velocidad de fotosíntesis en muchas especies porque la presencia de más sedimento en suspensión en el agua hace que penetre menos luz. Y, por otro, la desaparición del hielo en algunas partes libera porciones de fondo marino sobre las cuales pueden crecer algas. Momo comenta que las "grandes algas marinas de la Antártida no sólo aportan energía al sistema a través de la fotosíntesis, sino que constituyen un ambiente sobre el cual viven muchos pequeños organismos que las utilizan como refugio y fuente de alimento a la vez”.
Momo, junto a los biólogos Leonardo Saravia y Santiago Doyle, también investigadores del ICI, trabajó en el análisis de datos y en el desarrollo de modelos matemáticos para explicar qué pasa en el ecosistema y qué podrá ocurrir en el futuro.
"Con estos modelos -dice Momo- podemos saber qué pasa, pero también podemos hacer una proyección del futuro y simular en la computadora qué pasaría en 10, 20 o 30 años si se mantienen las mismas condiciones. Los resultados de las investigaciones indican que en los próximos años veremos, seguramente, cambios muy dramáticos de las comunidades marinas antárticas y, quizás, una pérdida intensa de biodiversidad de este ecosistema”.
Todos estos resultados fueron publicados por el equipo de trabajo del IMCONet, proyecto financiado por la Unión Europea y del que participan, por Argentina, el Instituto Antártico Argentino, la Universidad Nacional de Córdoba y la UNGS.