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INTERNACIONALES
Sorpresa en Brasil: habrá ballottage Dilma-Neves. El rol de la Clase Media y los Planes Sociales
06/10/2014

Dilma ganó pero enfrenta el desafío del balotaje

Clarín

La presidencia de Brasil se decidirá en una segunda ronda electoral entre la mandataria Dilma Rousseff y el popular ex gobernador Aécio Neves, en los comicios más impredecibles desde el regreso de la democracia al país en 1985. 

Con más del 95 % por ciento de los votos contados, Rousseff ganaba con el 41% de los votos frente al 34% de Neves en la primera ronda electoral celebrada hoy, y Neves, 34%, según los resultados del máximo tribunal electoral que supervisa la elección en el gigante sudamericano.

Rousseff, del Partido de los Trabajadores, no alcanzó el 50% de los votos que necesitaba para obtener la presidencia sin tener que ir a una segunda ronda electoral y ahora deberá enfrentarse al exgobernador del estado de Minas Gerais, el segundo más poblado del país, el próximo 26 de octubre. 

Neves, de 54 años, superó de manera sorpresiva a la ex ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, que hace tan sólo cuatro semanas tenía una ventaja de dos dígitos sobre el ex gobernador y parecía que se podría alzar con la presidencia del país más grande de América Latina.

Descendiente de una tradicional familia de políticos, Neves es nieto del ex presidente electo Tancredo Neves, que fue el primer mandatario elegido democráticamente tras el régimen militar que terminó en 1985 y quien murió, sorpresivamente, un día antes de tomar juramentación de su cargo. 

Millones de brasileños acudieron a las urnas a votar el domingo en un escenario político que aún no estaba exento de sorpresas, como la que propinó el candidato de Partido de la Social Democracia Brasileña en una elección que los analistas la han caracterizado como la más incierta desde que terminó la dictadura militar en 1985.

Una campaña agresiva de Rousseff, de 66 años, habría erosionado el apoyo popular con el que contaba Silva, que sólo entró en la contienda presidencial a mediados de agosto después de que un accidente aéreo acabó con la vida del candidato original del Partido Socialista, Eduardo Campos.

Electrizante final en Brasil: Dilma Rousseff y Aécio Neves se enfrentarán en un cerrado ballottage

La Nación

La presidenta Dilma Rousseff deberá esperar tres semanas para saber si renovará su mandato como presidenta de Brasil. En unas elecciones cargadas de incertidumbre, la mandataria conquistó ayer el 41,6% de los votos, según el Tribunal Superior Electoral de Brasil (TSE), que escrutó casi en su totalidad los votos, por lo que deberá ir a ballottage frente al candidato del Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB), Aécio Neves , que sorprendió con un 33,6% de los votos.

El economista de centro-derecha quedó finalmente en segundo lugar, muy cómodo en su diferencia con Marina Silva , del Partido Socialista de Brasil (PSB), que obtuvo el 21,3% de los sufragios, un número similar al que había conseguido en las elecciones de 2010, en las que también quedó tercera.

Cuando Silva entró en la campaña en agosto, después de la muerte del candidato del PSB, Eduardo Campos, por un accidente aéreo, se instaló en el segundo lugar en intención de voto, que hasta ese momento ocupaba Neves. Sin embargo, en los últimos días, la ecologista comenzó a perder fuerza y ayer las últimas encuestas volvían a ubicar al economista en el ballottage.

Muy lejos quedaron los ocho candidatos que también intentaron, sin éxito, llegar al Palacio del Planalto. La izquierdista Luciana Genro, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), quedó con un 1,6 %, mientras que los otros siete, con menos del 1%.

Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña, es el ex gobernador del estado de Minas Gerais, el segundo más poblado del país. Descendiente de una familia de políticos, es nieto de Tancredo Neves, el primer presidente electo tras el régimen militar que murió sorpresivamente un día antes de su toma de posesión. El economista propone una mayor apertura al capital privado, la autonomía del Banco Central y la búsqueda de más acuerdos bilaterales con Europa y Estados Unidos.

En las elecciones de ayer, los brasileños también votaron a los gobernadores de los 27 estados, a la tercera parte del Senado (27 escaños) y la totalidad de la Cámara de Diputados (513 bancas).

La jornada electoral comenzó con la apertura de los 450.000 colegios electorales a las 8 de la mañana, que cerraron a las 17 (hora local). Debido a los tres diferentes husos horarios que existen en el país, las últimas mesas en cerrar, en Acre, lo hicieron a las 19 (hora argentina). Además, hubo 200 puestos de votación en el exterior.

Por primera vez, la votación se realizó con urnas electrónicas a nivel nacional y el TSE repartió nuevas máquinas que permiten identificar al votante por su huella dactilar. Este nuevo sistema produjo demoras de hasta tres horas al momento de la votación.

UNA SEÑAL PARA LA ARGENTINA

Las elecciones en Brasil inauguran la agenda electoral de la región, que seguirá con comicios presidenciales el próximo domingo en Bolivia y en tres semanas, en Uruguay. En la Argentina, en tanto, dentro de un año se elegirá a un nuevo presidente.

Para Dante Sica, director de la consultora abeceb.com y ex secretario de Industria y Minería de la Nación, los resultados de Brasil representan "una señal para la Argentina y para Uruguay, ya que se está evidenciando una insatisfacción con la política económica".

"Es probable que Argentina se enfrente -como en 2014- a una demanda poco dinámica desde Brasil, cuya economía se expandiría apenas 1%. Esto significará que nuestras exportaciones industriales seguirán sin ser traccionadas por el mercado brasileño. Mientras tanto, y según el éxito con que se implemente el giro en la política económica el año próximo, las perspectivas para el vecino podrían ser algo más favorables a partir de 2016", analizó Sica.

En cuanto al futuro de las relaciones bilaterales entre Brasilia y Buenos Aires, el ex funcionario opinó que, gane quien gane, "la recomposición de la relación bilateral tendrá que aguardar a 2016, una vez que asuma un nuevo gobierno argentino".

Dilma Rousseff y Aécio Neves disputarán la presidencia de Brasil en el ballottage

Infobae

"Quiero agradecer también a mi amigo el presidente Lula. Sin el presidente Lula no habría llegado hasta donde llegué para hacer un país mejor. La lucha continúa, una lucha que sin duda será una vez más victoriosa", ha dicho Dilma Rousseff en su primer discurso tras el triunfo electoral.

La presidente ganó en la primera vuelta de las elecciones generales. En segundo lugar, ha quedado el ex gobernador Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y responsable de remontar una campaña que, hasta la semana previa a los comicios lo ubicaba en tercer lugar. Rousseff con el 41,53% y Neves con el 33,63% se medirán en ballottage el 26 de octubre.
"No nos vamos dispersar, espero poder hacer el camino al lado de cada brasileño que quiera un gobierno eficiente. La campaña será muy intensa", dijo Neves en declaraciones a la prensa desde su centro de campaña.

"Es hora de unir nuestras fuerzas. Mi candidatura no es más la candidatura de un partido político, o de un conjunto de alianzas. Es un sentimiento más puro, de todos los brasileños que aún tienen la capacidad de indignarse", dijo el candidato, en lo que ha sido un llamado velado a los electores de Marina Silva.

Lo cierto es que Neves ha destrozado las previsiones electorales que le otorgaban un empate técnico con la Silva, ex ministra de Ambiente de Luiz Inácio Lula da Silva.

La líder ecologista obtuvo 21,29%, casi 13 puntos por debajo de su rival socialdemócrata. Su candidatura perdió terreno sobre el final de la campaña, luego de que la muerte del candidato Eduardo Campos en agosto la colocara en la primera línea de la fórmula del Partido Socialista Brasileño (PSB). Su nombre se disparó entonces en las encuestas al punto de empatar con Rousseff por el primer puesto.

"Quiero agradecer a Dios haber llegado hasta aquí", fueron las primeras palabras de Silva, reconocida por su ferviente militancia en la Iglesia Evangélica.

Superada la primera vuelta, el escenario de ballottage repetirá la lógica de grandes partidos que ha monopolizado la política brasileña desde el regreso a la democracia en los 80. Dilma superó en 2010 a José Serra, candidato del PDSB, 56% a 44 puntos. Claro que en esa oportunidad, la actual presidente sacó sobre el segundo 14 puntos de ventaja. Este domingo, su ventaja sobre Neves ha sido poco más de 8 puntos

Con todo, el último sondeo de Ibope, publicado el sábado, vaticinó una segunda vuelta victoriosa para Rousseff, con 8% de ventaja sobre Neves. La consultora Datafolha achica ese margen a menos seis puntos.

Atrasos

Los colegios electorales de Brasil comenzaron a cerrar a las 17 (20 GMT) aunque, por los diversos usos horarios que existen en el extenso territorio brasileño, en los estados del noroeste cerraron dos horas después. Debido a problemas con las urnas electrónicas, en Brasilia y en otros puntos del país también hubo demoras. De acuerdo con un reporte del diario Estado, hubo problemas en Ceará, Piauí, Río de Janeiro, Brasilia y San Pablo.

Estaban llamados a participar 142,8 millones de votantes de las elecciones presidenciales, legislativas y regionales. Además de un nuevo presidente, los brasileños convocados a las urnas elegirán a los gobernadores de los 27 estados del país, dos tercios del Senado y los 513 diputados federales, así como renovarán las cámaras regionales.

Las últimas encuestas ya habían anticipado el triunfo de Rousseff, pero restaba saber quién la enfrentaría en el ballottage: el socialdemócrata Aécio Neves o la ecologista Marina Silva, que tuvieron en los sondeos un respaldo cercano al 24 por ciento.

Tal como habían anunciado las agendas difundidas por los principales aspirantes a la Presidencia, Rousseff fue la primera en acudir a las urnas. La mandataria votó a primera hora en la ciudad de Porto Alegre, en el sur del país.

El socialdemócrata Aécio Neves, a quien las encuestas de opinión han convertido a último momento en favorito para una posible segunda vuelta frente a Rousseff, votó cerca de las 10 horas (13 GMT) en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais.

La ecologista Marina Silva, tercera en discordia, lo hizo en un colegio de la ciudad de Río Branco, en el estado amazónico de Acre, en el noroeste del país.

Aécio, heredero de una dinastía que lo formó para llegar al Planalto

La Nación

Toda su vida se preparó para ser presidente de Brasil. Aecio Neves, de 54 años, proviene de una tradicional familia política del estado de Minas Gerais, con una exitosa carrera en cargos legislativos y como gobernador, dueño de un carisma natural y con gran atractivo entre las mujeres.

El candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) nació el 10 de marzo de 1960 en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais. Es uno de los tres hijos del político minero Aecio Cunha y de la ama de casa Inés María Neves, hija ella del político Tancredo Neves, primer presidente elegido tras la dictadura en Brasil (1964-1985), pero que nunca llegó a asumir el poder.

Pasó gran parte de su infancia en los campos de la familia en Claudio y São João del Rei, montando a caballo y jugando al fútbol (es fanático del Cruzeiro), hasta que se mudó con sus padres y sus dos hermanas, Andrea -hoy su principal asesora- y Ángela, a Río de Janeiro. De adolescente en Río de Janeiro se apasionó por el surf, la bossa nova y el emergente rock brasileño.

Llevaba una vida despreocupada, mezclando playa, chicas, drogas -no tiene problemas en reconocer que fumaba marihuana- y estudios universitarios en Economía hasta que su abuelo materno lo mandó llamar a los 21 años para ayudarlo en su campaña por la gobernación de Minas Gerais y, ya en el poder, como su secretario privado. Fue su despertar político y en los años siguientes, ya con la dictadura en declive, participó en el movimiento Diretas Já por elecciones directas. Al ver sus aptitudes, su abuelo -una figura muy querida y respetada en Brasil- lo tuvo como su mano derecha en la campaña por la presidencia, que no pudo asumir al morir un día antes, el 21 de abril de 1985, víctima de un tumor.

Neves se convirtió en su heredero político; al año siguiente fue elegido diputado nacional por Minas Gerais, cargo para el que fue reelegido en 1990, 1994 y 1998, y llegó a ser presidente de la Cámara baja en 2001 y 2002. Allí impulsó medidas de transparencia y en contra de la corrupción.

En ese entonces estaba casado con la abogada Andrea Falcão, madre de su hija Gabriela (1991). Se divorció en 1998 e inició un período en el que se ganó gran fama de mujeriego, participando de fiestas con bellas acompañantes en las boites del elegante barrio carioca de Leblon y en las más exclusivas playas de Florianópolis. Fue así que conoció a su actual esposa, la ex modelo Leticia Weber, 20 años menor que él, con la que el año pasado tuvo a los mellizos Julia y Bernardo.

Pese a su agitada vida social, siempre seguido por papparazzi, en 2002 fue elegido gobernador de Minas Gerais por dos períodos (2003-2010). Su administración se caracterizó por lo que él llamó un "choque de gestión", con el que logró reducir los gastos, modernizar el aparato estatal y capacitar a los funcionarios públicos. Algo similar pretende hacer hoy con todo Brasil: dar prioridad a la iniciativa privada y recuperar el "trípode económico" -responsabilidad fiscal, baja inflación y tipo de cambio fluctuante- establecido por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), su mentor político.

Neves dejó la gobernación de Minas Gerais con una aprobación récord del 92% e inmediatamente se lanzó al Senado en 2011, desde donde ha pasado los últimos años como un férreo opositor al gobierno de Dilma Rousseff y a las políticas del Partido de los Trabajadores (PT).

Tras un par de meses en que su campaña quedó relegada por la sorprendente irrupción en la contienda de la ecologista Marina Silva, ahora finalmente tendrá la oportunidad de rivalizar con Rousseff e intentar sacarla del Palacio del Planalto.

Brasil: la nueva clase media inclina la balanza y define

Clarín

Por Marcelo Cantelmi.

El violín es un instrumento que se apoya en el hombro izquierdo pero se toca con la mano derecha.

Un economista zumbón uso esa imagen para describir a Marina Silva, la dirigente ecologista que en un revoleo que parece efímero, se convirtió en la figura más impactante de las elecciones de mañana en Brasil. Vale aclarar que ese juego de estar en un lado y moverse en el otro no es una excepcionalidad de esta dirigente. Ni siquiera una rareza sobre cómo se asumen las cosas públicas en el gigante sudamericano.

Ese doble standard forma parte de la decadencia del discurso político que en algunas otras latitudes ha devenido en una maratón del oportunismo. No hay nada por descubrir. Se seduce el voto “por izquierda” enarbolando propuestas que no deberían caracterizarse de ese modo porque refieren a la presencia necesaria y efectiva del Estado.

Y se acaba gobernando sobre el desierto social del pragmatismo.

El caso remarcable de Brasil es que este último fuego de artificio parece haber abortado apenas comenzó por la incomodidad, por llamarlo de un modo benevolente, de los propios electores. Es improbable que ese efecto haya sido producto de la campaña de miedo que la presidente Dilma Rousseff lanzó no bien su rival se coronó como la opositora más desafiante a su reelección. La razón debería rastrearse en los cambios que ha operado en el conjunto de la población brasileña la ampliación fenomenal del segmento de clase media. También en las características de este nuevo sujeto que los economistas llaman clase C y que conforma 47% del electorado y 55% de la población total: no es homogéneo, tiene demandas y aspiraciones propias y carece de lealtades políticas. Esa condición es producto de que el proceso de inclusión que arrancó con los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso y se expandió en los de Luiz Inácio Lula da Silva, no se produjo en términos asistencialistas, sino efectivos de movilidad social. Es una gran diferencia con los esquemas populistas de alarde fundacional en la región, que si bien redujeron la pobreza lo hicieron hasta el límite estrecho del clientelismo electoral, es decir para retener a esas masas como mayorías automáticas de una democracia meramente plebiscitaria.

Aquella clase media brasileña, especialmente la anterior a la etapa del PT, es la que integró en gran medida las movilizaciones de los “indignados” que conmovieron al país el año pasado como reacción a la fuerte caída del crecimiento del producto, es decir de la distribución.

Brasil se convirtió la última década en la séptima economía mundial, con un PBI superior a los dos billones de dólares, resultado de una expansión anual que llegó al 7%. Ahora se mece sobre un crecimiento vegetativo de alrededor del 1%. Y aquella nueva masa de consumidores no quiere retroceder al tiempo anterior.

Marina Silva apuntó a capitalizar la frustración contra el PT de ese amplio espacio de votantes y también a las clases más altas criticas del gobierno. Fue su primera reacción cuando se convirtió sorpresivamente en la candidata presidencial del partido socialista tras el accidente aéreo que mató a quien encabezaba la fórmula, Eduardo Campos. Desde su nueva posición, esta mujer intensa logró un crecimiento espectacular de la intención de voto colocándose casi en el umbral del Palacio del Planalto.

En parte eso se debió al impacto emocional de la terrible muerte del político socialista, un hombre jóven muy apreciado por Lula de quien había sido ministro. Pero también porque Silva impactó inicialmente como una pretendida tercera vía entre la más centro que izquierdista Rousseff y el centro derechista Aecio Neves, el hombre de Cardoso, de orientación liberal.

Las contradicciones y maquillaje de ese armado se revelaron con la misma velocidad que tomó este cometa político. Apenas horas después de ser publicada, Silva borró de su plataforma electoral la defensa del matrimonio igualitario para no romper con las directrices de la iglesia evangélica a la que pertenece y que en Brasil es tan poderosa como acartonado su conservadorismo. Y postuló, sin decirlo ella claramente pero proclamado a gritos por sus asesores, la urgencia de un shock económico que corte a la mitad la meta de inflación de 6,5% anual, independice el Banco Central y privatice la asistencia social con el agregado de una política de estrecho vínculo con EE.UU. Ahí todo comenzó a cambiar.

Brasil tiene una característica exótica para algunos países de este espacio: hace un cuarto de siglo que mantiene la matriz de la misma política económica.

Cuando se creó el plan Real bajo la guía de Cardoso se lo hizo sobre tres vigas: dólar flotante, superávit fiscal y meta inflacionaria. Los tres candidatos para este domingo coinciden en esa receta que es la que terminó con la visión que, por sus asimetrías, describía a Brasil como una Suecia sobre dos biafras. Lo que los diferencia es cuánto incluyen de esos ingredientes.

Marina se descubrió más cerca de Neves de lo aconsejable y también de Cardoso, como revela Eleonora Gosman en esta edición (Pg. 45). Pero no es algo que debería escandalizar.

Lula, un socialdemócrata puro a quien también le cabría aquel mote de violinista, promociona para manejar la economía de un gobierno de Rousseff al empresario Josué Gómez, hombre de la poderosa central industrial de San Pablo. El problema con la líder ecologista ha sido la forma tosca en que buscó abrevar de todas las orillas.

Aunque logró apoyo del sector financiero al punto que una de sus asesoras es Maria Alice Setúbal, cuya familia controla el banco Itaú, acabó espantando a sus propias filas. Esto ilumina un hecho grave, no habrían sido sus ideas sino la estrategia ramplona elegida la que la devolvió a la tierra.

Es un escenario que seguramente observa con atención Rousseff. Lo que puede leer ahí es que gran parte del país demanda un cambio cuya profundidad no es menor aunque ese anhelo no incluiría ahora el relevo presidencial. El gran desafio será recuperar el crecimiento porque no queda espacio ahora para que se desarrollen los tripulantes de la rebosante Clase C.

Será difícil. La tasa de productividad en China es diez veces la de Brasil.

Eso hace que la tuerca brasileña sea más cara en un mundo muy competitivo. Es un dato que deja en claro que la palabra ajuste es una dura melodía que no sólo Marina Silva pretende que sea tocada.


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