En FIEL prevén que, para eliminar las costosas subvenciones, el Estado tendrá que aplicar un plan de transición que ayude a la clase media.
Por Paula Urien.
La restricción externa en el contexto de un boom histórico de las commodities, sumada al "impuesto inflacionario" aun en los momentos en que hubo un gran superávit primario, hizo que el economista Fernando Navajas definiera los años 2000 como "insólitos".
"La política energética es corresponsable de esa situación", afirmó Navajas en la última conferencia anual de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), que transcurrió ayer en el hotel Sheraton Buenos Aires ante un auditorio repleto. "La crisis en la energía es muy responsable de la emisión monetaria", dijo Navajas.
"Los subsidios a la energía y las importaciones suman 16.000 millones de dólares", detalló, y agregó que una parte del financiamiento del Gobierno se hizo a través de dinero del Banco Central (déficit interno) y otra, también a través del BCRA, con pérdida de reservas (déficit externo). A esa altura del día todavía no había renunciado el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. "Hubo un populismo energético que propició subsidios insostenibles durante una década. Fue una operación de destrucción de los mercados mayoristas de energía, una bomba neutrónica que fragmentó los precios que paga la demanda de los que percibe la oferta."
Ante la pregunta de LA NACION sobre cómo recortar los subsidios, Navajas respondió: "Es un gran problema. Es muy difícil pensar que se va a poder lograr una reducción de subsidios sin anestesia en la Argentina. Hay que pensar en mecanismos bastante generosos que hagan la transición".
"Uno tiende a pensar en condiciones normales, cuando los subsidios no son tan grandes, que quizás alcanza con una acción focalizada para los más pobres -prosiguió-, pero yo temo, cuando uno hace las cuentas, que aumentos de la magnitud que vendrían, en energía solamente [electricidad y gas], estarían probablemente cercanos a un shock que va entre 1500 y 2000 pesos más por mes promedio por hogar."
Navajas estimó que "para los hogares van a ser difíciles de manejar [las tarifas] y por consiguiente un plan de contención tiene que ir más allá de los más humildes en la Argentina. Hay que abarcar una parte relativamente importante de la clase media. Probablemente haya que pensar en planes diseñados para el 50 por ciento de la población". El economista cree que puede ser a través de un bono de suma fija de entre 500 y 700 pesos.
También se necesitaría, por parte de la población, un uso racional de la energía. "Los hogares pueden reducir la energía que demandan de manera importante, entre un 20 y un 30 por ciento. Hay un sobreconsumo."
Según Navajas, Vaca Muerta todavía no es una solución porque "el sector privado no cree ni invierte en este proyecto. No se ve una movilización masiva de la inversión. YPF solo no puede hacerlo. Hay una brecha productiva y una brecha de inversión de equipos móviles que no le van a permitir llevar adelante una ola de producción muy grande. Pero sí va a ocurrir cuando el sector privado se movilice, aunque el resultado se va a ver, quizá, recién sobre el final del próximo gobierno, dentro de unos cinco años". Por último recomendó volver a las reglas competitivas de formación de precios y también a los incentivos a la inversión y a la competencia.
CÍRCULO VICIOSO
Por su parte, el economista chileno Sebastián Edwards, profesor de economía internacional de la UCLA, arrancó aplausos cuando dijo: "Yo les aseguro que ningún líder del mundo se despierta por la mañana y piensa, ¿cómo puedo joder a la Argentina hoy? No hay conspiración".
"El ciclo clásico populista comienza con una crisis dolorosa, una devaluación y desempleo. Se impone un líder carismático que divide entre ellos (el FMI, multinacionales y economistas) y nosotros, el pueblo. Suben los ingresos y empieza un período de bonanza económica con inflación; declinan las reservas, pero a nadie le importa; llegan los controles y el mercado negro, viene la crisis con desempleo y altísima inflación. Hay que entrar en el círculo virtuoso, que lleve al crecimiento a largo plazo, productividad, inversión, respeto por la propiedad, por los contratos y transparencia.".