Mientras que a nivel político los esfuerzos por frenar el calentamiento planetario marchan a ritmo tortuoso, grandes multinacionales entran en escena prometiendo apoyo para la energía renovable y esfuerzos para parar la destrucción de bosques tropicales.
Cuarenta empresas, entre ellas Kellogg, L’Oréal y Nestlé, firmaron el martes una declaración comprometiéndose a ayudar a reducir la deforestación tropical a la mitad para el 2020 y detenerla en 2030. Entre los firmantes se encuentran algunas de las mayores usuarias de aceite de palma, para generar el cual se han destruido desenfrenadamente bosques primarios.
En la cumbre del clima de la ONU en Nueva York esta semana, las empresas jugaron un papel más importante que en reuniones previas, emitiendo una lluvia de promesas. Grupos ambientalistas dijeron que esperan que al menos parte de las promesas se mantendrían, aunque destacaron que los problemas ambientales no podrán ser resueltos sin una acción más enérgica de los gobiernos.
Las promesas empresarias son parte de una tendencia, iniciada hace unos años entre las compañías, a sentirse obligadas a asumir compromisos de sostenibilidad ambiental. La consecución de tales objetivos puede ayudar a reducir costos, sobre todo energéticos.
Las tecnológicas estuvieron a la vanguardia de los anuncios de esta semana, en parte porque sus empleados han estado reclamando acción. Apple, que ha sido aplaudida por apoyar las energías renovables en EE.UU., dijo que comenzará a fijarse en las emisiones de sus proveedores, en su mayoría extranjeros, que representan un 70% de los gases de efecto invernadero emanados de la producción y uso de los productos de la firma.
Apple, Google y Facebook hicieron fuertes promesas de alimentar sus enormes centros de datos con energía renovable. Ellos a veces construyen sus propios parques solares o eólicos y en otros casos exigen que las compañías eléctricas, en lugares como Iowa y Carolina del Norte, generen energía renovable y se la vendan.
Muchos de los compromisos de esta semana se centraron en la cadena de abastecimiento de las principales materias primas como la soja, carne vacuna y aceite de palma, que suelen basarse en tierras deforestadas en los trópicos. En muchos casos esa deforestación se hace por incendio de bosques, lo que envía grandes cantidades de dióxido de carbono al aire.
Brasil ha hecho avances en morigerar el ritmo de la destrucción de la Amazonia, pero la deforestación en Indonesia sigue siendo un problema agudo, en parte por lo lucrativo del aceite de palma.
La declaración del martes sobre los bosques fue avalada, además, por 32 países y numerosas ONG.
También se sumaron empresas de productos de consumo que han prometido endurecer los controles a sus proveedores del aceite, un ingrediente para miles de productos de uso cotidiano.
La estadounidense Cargill, el gigantesco procesador de commodities, fue incluso más lejos, ampliando un compromiso anterior de no deforestación para la soja y aceite de palma que la compañía maneja, una de los mayores promesas ambientales de una de las grandes compañías agrícolas.
Los mayores procesadores de aceite de palma indonesio, incluido Cargill, emitieron el martes una declaración aparte prometiendo un combate a la deforestación, y pidiendo leyes más estrictas al gobierno indonesio.
Quizás la principal compañía en tratar de limpiar el negocio del aceite de palma ha sido Unilever, que empezó a actuar hace algunos años después de ser blanco de manifestaciones de Greenpeace. Unilever posee marcas como Dove y Hellmann’s.
En otro compromiso importante, cinco grandes firmas de refrigeración dijeron el martes que formarán una coalición mundial para procurar mejoras en los grandes refrigeradores usados supermercados y cadenas de fast-food. Una de las metas será sacar de uso un tipo de refrigerante que actúa como poderoso gas de efecto invernadero cuando escapa a la atmósfera.