Por ANDREA DURÁN.
Hay una ciudad en el centro de la provincia, en la antesala de las cumbres nevadas de la cordillera, donde Vaca Muerta no es la noticia. Hace poco menos de un año que Las Lajas vive, a su manera, su propio boom y no tiene nada que ver con petroleras perforando el suelo. En este pueblo de 4.900 habitantes hoy las miradas apuntan hacia arriba.
A unos 50 kilómetros de aquí, una comitiva de ingenieros chinos dirige la obra para levantar una estación que observará el "espacio lejano" cuando las naves no tripuladas del gigante asiático salgan a explorar Marte y la Luna. Pero es en Las Lajas donde viven, descansan y comparten el ritmo de una ciudad que descubre su segundo gran acontecimiento desde que, tras ocho años de traumático desconcierto, se reactivó el Regimiento de Infantería de Montaña 21 en 2005 y, con él, la economía de la localidad.
"Es bastante para lo que es el pueblo, hoy si no tuviéramos esto tendríamos otra realidad", resume un comerciante. Para Las Lajas, la llegada de la Agencia China de Lanzamiento, Seguimiento y Control General de Satélites (CLTC, por sus siglas en inglés), de la constructora China Harbour Engineering Company Ltd (CHEC) y de la subcontratista local Esuco SA trajo una inyección importante de dinero, de puestos de trabajo, pero también de consecuencias no deseadas. "En Las Lajas ya no hay más casas", aseguran. Como si repitiera el mal ejemplo de la meca hidrocarburífera Añelo, en el pueblo los precios de los alquileres se dispararon y, para cubrir la demanda de los recién llegados, algunos nativos optaron por emigrar de sus viviendas hacia casas de familiares "para hacer una plata" mientras dure el furor.
En la obra trabajan unos 200 obreros de Las Lajas, Zapala, Cutral Co, Plaza Huincul, Bajada del Agrio, Chos Malal y Loncopué, pero también de otras provincias. La mayoría vive en una veintena de tráileres instalados sobre un predio municipal y se traslada a diario en colectivos de la empresa Andesmar -el resto lo hace en trafics y camionetas- hacia el paraje Quintuco Pilmathue, desde la mañana y hasta las 20, cuando termina de esconderse el sol.
"Todo bien", se apura a contestar un obrero cuando la cronista pregunta cómo se lleva el trabajo allí, en medio de esa estepa de Babel. Las aguas están calmas ahora pero, poco antes de la visita, una huelga impulsada por la Uocra que se prolongó dos semanas alborotó la obra y, desde entonces, dos policías custodian la tranquera de ingreso al predio. Y en el interior, dos banderas del gremio flamean "presente" junto a la china y la argentina.
En Las Lajas todos hablan de la estación espacial, pero pocos saben de qué se trata. La presencia china en el pueblo ha despertado comentarios y rumores tan posiblemente ciertos como inverosímiles. Los de quienes juran haberlos visto caminar "con bombachas de gaucho" por las calles del pueblo, los asombrados porque comen mucha carne y "toman buenos vinos". Y los que aventuran impresiones menos inocentes: que la estación es militar, que "lo dijo Lanata", o que los chinos descubrieron, al socavar el terreno para construir la base de la antena, una mina de oro. Literal.
Los -por ahora- nueve chinos que viven en el pueblo llegaron sin sus familias y alquilan casas de a tres.
A la hora de comer se turnan para cocinar sus platos típicos, pero también prueban el bife local. "Los cerdos y chivos acá son prácticamente salvajes", se asombran. Para convivir adoptaron nombres en español, y para conocer leen sobre la Patagonia en la biblioteca del CPEM 5, porque en la popular Palighuen los horarios no les coincidían. Y toman mate, algunos, "sólo dulce". "Hay chinos por todos lados", resume un funcionario, y exagera.
Lo que hay en Las Lajas es un tránsito constante de camionetas de Esuco, sus hombres de mamelucos cenando al final de la jornada en el restaurante de la YPF y un pueblo que convive con la desconfianza ante lo desconocido, pero la esperanza por lo que ya vino y puede venir. Esos jóvenes chinos lo saben, como Xie, cuando detiene su bicicleta, de camino a la pequeña oficina que instalaron en el centro del pueblo para operar la "logística" de su ventana al espacio: "Estoy bien, me gusta. Espero que ellos nos quieran también".
La obra encontró a la ciudad inmersa en una coyuntura política especial, con una segunda intendencia interina, ahora a cargo de María Sepúlveda.
En la secretaría de Obras Públicas sólo hay un convenio firmado con la subcontratista Esuco SA, para la cesión de un predio municipal en donde se emplazan las gamelas que hacen de vivienda para unos 150 obreros. El municipio le provee la parcela con el servicio de cloacas y, en contraprestación, la empresa paga un importe fijo de 10.000 pesos mensuales en herramientas.
"Esa es toda la relación que tenemos con ellos. Le hicimos una provisión de agua importante al inicio de la obra, que Esuco pagó, y ahora mantenemos esta relación", aseguran. En Bajada del Agrio el impacto económico es mínimo. "Nos ha beneficiado en la compra de áridos y agua, que sacamos dos veces al mes del desagüe, y algunos muchachos están trabajando en la obra", explica el intendente, Mario Castro, quien aclara que "el movimiento grande está en Las Lajas".
La esperanza de la reactivación
"Acá tenemos Fuerzas Armadas, escuela, hospital, no hay un lugar donde entre plata genuina como empresas, todo depende del Estado. Si no hubiese venido esto no sé si estaríamos tan bien", dice Aníbal López, encargado de Teson, uno de los dos supermercados que tiene la ciudad -el otro es Mancel- enfrentados sobre la calle Saavedra.
Eso que vino es la empresa china CHEC, la agencia espacial de ese país, CLTC, y la subcontratista Esuco SA, encargada de la obra que se está levantando en el paraje Quintuco Pilmathue. "A nivel comercial para nosotros fue una inyección muy importante. Somos 17 empleados y esto nos ayudó a mantener la planta, sino teníamos que achicar", relata el hombre.
A este comercio, CHEC le deposita todos los meses un monto fijo con el cual los empleados compran mercadería. "Un 10 o 15% a nivel del negocio subió, no sólo por la compra directa de CHEC sino por el resto", detalla. El efecto derrame es grande y creó nichos a su paso: cocineros, choferes, lavanderos. El restaurante ubicado en el ingreso a Las Lajas, al lado de la única YPF del pueblo, prepara "de lunes a lunes" viandas para unos 100 a 150 obreros de Esuco, ya aumentó su planta de personal y está ampliando el local "para trabajar más cómodos".
Una pequeña ciudad para construir alta tecnología
"¿Vamos?". Domingo (24) ya se acomodó la mochila al hombro y se detiene frente al Volkswagen Gol que nos condujo hacia Las Lajas, frente a su oficina, y que ahora nos llevará hacia el paraje Quintuco Pilmathue. Son las 14:20 y el pueblo está dormido, pero a 40 minutos de aquí unos 200 operarios continúan trabajando para darle forma a la estación espacial que le permitirá a los científicos de China poner un ojo en la Luna desde el fin del continente.
Domingo se llama en realidad Zhao Zheng y será nuestro guía y traductor durante la visita. Antes de venir de la provincia de Hopeh a la de Neuquén, su profesora de español le dio algunas opciones de nombres y eligió ese porque, le dijeron, "significa descansar". El camino por el cual se llega "al sitio" -como lo llamará Domingo de aquí en más- es de ripio y está señalizado con carteles de Esuco SA, la subcontratista encargada de la obra. La entrada, unos siete kilómetros después, se anuncia con una tranquera de madera, dos policías, un cartel y dos banderas: una de China y otra de Argentina.
"Pedimos su ayuda para que puedan publicar lo que pasa acá y avanzar en la amistad de los dos pueblos, que el mundo pueda saber mucho sobre esta estación", dice "el señor Xin", el joven ingeniero de CLTC a cargo de la obra, que se acerca a nuestro encuentro ni bien nos ve desde la base de la antena, una "caja de hormigón" de unos 10 metros de altura -7 bajo tierra- y 20 metros de diámetro. En este terreno desértico y marrón se están levantando cuatro obras, y trece tráileres hacen de oficinas para la CLTC, que operará la estación, y la contratista china de la obra, CHEC. Una antena del telepuerto satelital Neusat provee una internet "muy lenta", tres molinos dan agua y decenas de camiones van y vienen por entre las 200 hectáreas que la provincia cedió a la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) para emplazar la estación, cuyo uso compartirá. Y hombres. Dos centenas de ellos trabajando bajo un sol de enero que se coló en pleno septiembre.
"Las condiciones son muy malas acá, los obreros trabajan con mucha atención y agradecemos mucho sus esfuerzos", traduce Domingo a Guo Xin. Aquí todo es por etapas: la delegación china que está ahora se encarga de la construcción de los edificios de vivienda, operaciones y la base de la antena, luego vendrán técnicos para instalarla y, finalmente, los científicos que la usarán el año que viene. "El transporte será a través de barcos. Primero llega atravesando el mar y luego se traslada en camiones, por tierra", explica Xin. Al lugar todavía le falta la línea de electricidad que tenderán "desde la ciudad hasta el sitio" y, que comenzarán "enseguida".
A los chinos la vida en Las Lajas los tomó por sorpresa, pero de ella tomaron su gente, que "es muy amistosa", dice Domingo, y la infinitud del paisaje: "No hay lugares así tan amplios en China, todos saben que allá está lleno de gente".