La particular estrategia de Glencore de crecer a través de adquisiciones mantiene al sector minero en vilo sobre cuál será su próxima gran jugada.
Este año, Ivan Glasenberg, consejero delegado de Glencore, demostró en un plazo de 48 horas por qué el grupo con sede en Suiza ocupa un lugar tan singular entre las principales mineras del mundo.
Materializando adquisiciones que eran un tabú para el grueso de los grandes grupos mineros que están dejando atrás una década de gasto compulsivo, únicamente un exuberante negociante como él era capaz de desembolsar 5.850 millones de dólares por una mina de cobre en Perú y, solo un días después, comprar la petrolera africana Caracal 1.350 millones de dólares.
Esta actividad frenética dejó claro que, después de la compra de Xstrata el año pasado por un total de 80.000 millones de dólares, Glasenberg tiene la mirada puesta en toda buena oportunidad que se presente y que una de sus prioridades es la expansión a través de las adquisiciones en un momento en el que sus pares, como BHP Billiton, cuyo crecimiento está retrocediendo tras muchos años de expansión y que están racionalizando sus empresas.
“El mercado cree que el equipo directivo de Glencore es un sólido asignador de capital”, afirma Dominic O’Kane, analista de JPMorgan.
En 2011, antes de que Glencore saliera a bolsa, el principal juego de apuestas del sector minero era: “¿Cuál será la próxima compra de Ivan?”. Y posiblemente, hoy se juegue con todavía más interés. Glencore integró ya la mayor parte de Xstrata y de Viterra, un negociante de grano canadiense que compró en 2012 por 6.100 millones de dólares, y puede aprovechar las oportunidades que se le presentan cuando sus rivales siguen una dieta de austeridad.
Las acciones del grupo -la divisa para grandes adquisiciones- han empezado a superar las de sus competidores mineros, ya que Glencore se ha beneficiado de la diversificación de sus ganancias y no está expuesto al riesgo en el negocio del hierro, la materia prima que peor resultado ha tenido este año.
Hoy, en la sede helvética de Glencore, la palabra de moda es la “opcionalidad”: Aunque el grupo niega haberse fijado como meta la expansión en algún sector específico de las materias primas, ha dejado claro que toda mina, yacimiento petrolífero o producción agrícola es susceptible de incorporarse a su formidable maquinaria comercial y logística.
Glasenberg también ha enfatizado que pagará en efectivo a los accionistas, entre los que figura él con un 8% de los títulos del grupo, si no surgen oportunidades de crecimiento que aseguren una elevada tasa de retorno. De hecho, Glencore comenzó ya a reembolsar capital a los accionistas a través de un programa de recompra de acciones por 1.000 millones de dólares que puso en marcha el mes pasado, pero la firma sigue vislumbrando “múltiples oportunidades de crecimiento, orgánico y de otros tipos, en las que se enfocará cuando sea conveniente”.
Entre las minas que podrían interesar a Glencore una de las más mencionadas es Anglo American. Una reputada empresa que quedó a la zaga de los avances de sus rivales durante el auge de las materias primas, pero que logró escabullirse de la oferta pública de adquisición que presentó Xstrata por ella en 2009. Su director ejecutivo, Mark Cutifani, lucha actualmente por revivir sus tiempos de gloria.
No obstante, los principales negocios de Anglo American son los diamantes y el platino, y Glencore no comercia con ninguno de ellos. Más aún, el grupo quiere vender una minoría accionaria que tiene en Lonmin, una productora de platino que heredó de Xstrata. Y otros activos de Anglo, como el carbón, podrían representar para Glencore problemas de antimonopolio en Sudáfrica. En resumen, “menos de un tercio” de los negocios de Anglo American –esencialmente, el hierro y el cobre– interesan a Glencore, según un asesor.
Algunos banqueros aseguran, sin embargo que Glencore puede pensar realmente en grande. Rio Tinto, compañía cuya capitalización de mercado supera la del grupo suizo, obtiene prácticamente la totalidad de sus ganancias del hierro, y las operaciones que realiza en este sector son consideradas como su principal fortaleza. Glencore, por su parte, comercia hierro, pero no extrae esta materia metalúrgica. Por ello, al no existir una duplicidad evidente en las actividades de ambas compañías, bien podría crearse un ‘Glen Tinto’, que sería un poderoso contrapeso a BHP, grupo que actualmente está abandonando sus activos no estratégicos.
“Si Glencore fuera a por Rio y lo obtuviera, estaría optando por invertir en su diversificación minera”, afirma Paul Gait, analista de Bernstein Research y añade que una operación de este tipo “fusionaría el principal conjunto de activos mineros del mundo con el negociante de materias primas más sofisticado del globo… es difícil imaginar, pues, que no aumentaría el valor (de una nueva entidad) con una combinación de este tipo”.
Los accionistas de Rio Tinto tendrían acceso a un sólido crecimiento en el mercado de las materia primas, y la gestión de una nueva entidad con el nivel de apalancamiento que hoy tiene Glencore permitiría liberar de los balances alrededor de 49.000 millones de dólares en efectivo, que podrían repartirse entre los accionistas.
Aunque la idea de una fusión con Rio Tinto suene atractiva, nada puede darse por hecho, señalan los banqueros. “Persuadir a los accionistas de Rio de llegar un acuerdo con Glencore ya sería una labor importante”, refiere un financiero, según el cual solo si el mercado del hierro se convirtiera en una verdadera pesadilla para Rio Tinto, este grupo accedería a una integración de este tipo.
Sam Walsh, consejero delegado de Rio Tinto, asegura que la idea de un posible acuerdo “es realmente una pregunta para Ivan”, no para él. “Yo he expresado que no estamos buscando ninguna clase de fusión o adquisición. Rio no tiene a nadie en la mira”.
Otro potencial objetivo para Glencore podría ser la llamada ‘spinco’ de BHP , nueva empresa que se desprendió del grupo australiano original y que cuenta con activos en los sectores del aluminio, níquel, plata y carbón. El año próximo, cuando la escisión quede concluida, el valor de mercado del grupo oscilará entre los 10.000 y 15.000 millones de dólares, lo que podría resultar interesante para Glencore, según algunos analistas. Pero la firma suiza también podría buscar su próximo negocio fuera del sector minero, y posiblemente mediante adquisiciones complementarias o absorciones. Actualmente, algunos analistas estiman que Caracal será el último negocio de Glencore en el ámbito petrolero, pero destacan que la actividad agrícola de la firma aún está incompleta.
“El tipo de acuerdos que hará (Glencore) en el futuro serán adquisiciones complementarias de empresas con un valor de entre 1.000 y 5.000 millones de dólares”, afirma O’Kane, de JPMorgan.
Varias personas cercanas al grupo destacan que Glencore aún tiene trabajo pendiente con respecto a la integración de Xstrata y que sus programas de exploración petrolera en Chad y en Guinea Ecuatorial mantendrán ocupados a sus ejecutivos durante algún tiempo más.
No obstante, para satisfacer cualquier necesidad de negocios inmediatos, consideran que Glencore dispone de opciones de bajo costo dentro de la minería, como los llamados proyectos de expansión ‘brownfield’, que aprovechan instalaciones existentes para mejorarlas-. En agosto pasado, Glasenberg hizo referencia a oportunidades de este tipo que van desde el cobre en el Congo hasta el carbón termal en Australia.
Pero Glasenberg ha hecho hincapié en que no crecerá sin planeación. Glencore ha declarado que invertir en activos industriales permite ofrecer rendimientos sobre fondos propios superiores al 20%. Por ello, añade que no conservará efectivo en la compañía solo porque sí, sino que analizará con mucho cuidado si ir por nuevas fusiones o adquisiciones en proyectos de mayor envergadura.
Y mientras Glasenberg sopesa todas las opciones a su alcance, está claro que goza de toda la libertad de acción, de la que carecen sus competidores. Como dijo un banquero: “Glencore es la única minera que no ha perdido el derecho a crecer”.