Es difícil imaginar un peor momento para que el círculo íntimo del Kremlin trate de intimidar a uno de los hombres más ricos de Rusia. Sin embargo, Vladimir Yevtushenkov, que ocupa el puesto 15º en el ránking de riqueza del país, fue arrestado en forma domiciliaria acusado de lavado de dinero.
Para cumplir con su ambición de alcanzar a las economías más avanzadas, Rusia necesita con urgencia inversión _tanto extranjera como local_ apuntada a generar capacidad y mayor productividad que permita reactivar su estancado crecimiento. Sin embargo, aún antes de lanzar su aventura militar en Ucrania, los ricos rusos preferían invertir sus ganancias en activos extranjeros _mansiones en Londres o fideicomisos en Liechtenstein_ a canalizarlas en construir fábricas en su país.
La guerra no declarada contra Ucrania provocó sanciones económicas contra Rusia que ahora están golpeando el corazón de su economía, la industria petrolera. Esas sanciones y las contramedidas rusas están debilitando la confianza de los empresarios, limitando el acceso al capital, y empeorando la fuga de capitales que alcanzó los u$s 75.000 millones en el primer semestre de este año.
Al iniciar el juicio contra Yevtushenkov en estas circunstancias, la élite gobernante corre el riesgo de socavar lo que queda del capitalismo ruso. Pocos invertirán en un país que hace un uso tan arbitrario del poder estatal.
Al igual que la mayoría de los oligarcas, el jefe de Sistema fue implacable cuando acumuló su fortuna. Los multimillonarios del país construyeron sus negocios cuando la legislación y las regulaciones eran débiles o directamente inexistentes. Pero cualquiera sea el origen de sus riquezas, Rusia necesita más que nunca que las ganancias sean invertidas en el país.
El caso Yevtushenkov se parece al arresto hace 11 años de Mikhail Khodorkovsky, el CEO de la petrolera Yukos. Pero hay importantes diferencias. Khodorkovsky se había convertido en una amenaza política para el presidente Vladimir Putin. Yevtushenkov se esfuerza por mostrar su lealtad al Kremlin.
Por lo tanto, la presión que recibe para que venda su petrolera Bashneft indica que algo más se está tramando. Sugiere que como las sanciones están limitando las posibilidades de expansión de las empresas estatales y de los oligarcas del círculo íntimo de Putin, es necesario compensar eso quitándole activos de los empresarios privados.
Eso podría significar que si acepta vender, Yevtushenkov podría evitar que se lo condene a una larga estadía en prisión. Pero transmite una muy preocupante señal a los oligarcas que no pertenecen al séquito de Putin. Durante mucho tiempo creyeron que manteniéndose alejados de la política y apoyando los proyectos del presidente ruso, los dejarían en paz.
Para los inversores extranjeros, el arresto de Yevtushenkov es la continuación del resurgimiento del acoso a compañías como McDonalds e Ikea, cuyas sucursales o oficinas fueron cerradas o allanadas en las últimas semanas.
Moscú se burló de las sanciones diciendo que podía arreglarse con sus recursos internos para el desarrollo futuro del país. Pero la Unión Soviética, cuyo poder Putin aspira a recrear, también se empantanó en una guerra costosa, en Afganistán, mientras intentaba desarrollar su economía aisladamente. El mundo sabe cómo terminó eso.
