Con la seguridad de que la producción de etanol en Brasil se recuperará solamente si la presidenta Dilma Rousseff pierde en las elecciones de octubre, los empresarios del sector de caña de azúcar dedicados a la elaboración de biocombustibles esperan contar con más apoyo de un eventual gobierno encabezado por Marina Silva, candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), o Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

Valor consultó a los tres principales candidatos sobre sus posiciones frente a las demandas actuales de los empresarios del segmento de caña de azúcar. Dilma no respondió y los asesores de Neves fueron más contundentes que los de la ex senadora ecologista al referirse a ese tema.

Los colaboradores de Neves, que designaron al especialista en energía Adriano Pires para responder las consultas, se manifestaron a favor de la volver a cobrar un impuesto -—denominado Cide-—a la nafta, de terminar con el control de precios a los combustibles y de otorgar incentivos a la energía de biomasa. Marina Silva reiteró su postura favorable a que exista un diferencial tributario para el biocombustible, contraria al control de precios de los combustibles fósiles, además de considerar inaceptable que no se aproveche la energía de biomasa de la caña.

Con su bagaje de defensa del ambiente y la sustentabilidad, Silva afirmó a Valor que, en caso de resultar electa, propondrá, durante su primer mes de gobierno, una reforma tributaria que contemple criterios diferenciados de tributación entre los combustibles fósiles y los renovables, lo que incluye los aspectos negativos de los fósiles.

Pires, a su vez, contó que si Neves gana la disputa electoral retomará el cobro de la Cide a la nafta. “El programa considera que el etanol tiene que tener alguna diferencia tributaria, por tratarse de una energía limpia y renovable. Como la Cide ya existe, no tiene sentido inventar otro mecanismo porque ese ya funciona”, destacó el experto que brinda soporte a Neves en el área de energía.

Pero Pires dijo que no será posible retomar de una vez el valor “lleno” de la Cide, que llegó a 28 centavos por litro de nafta en 2013. “Tendremos que adoptar una política para escalonar el cobro a lo largo del tiempo. Si vuelve todo de una vez tendría un impacto terrible sobre la inflación”, señaló.

El gobierno de Dilma comenzó a reducir la Cide sobre la nafta y el gasoil a comienzos de 2012 hasta hacerla desaparecer en julio de 2013, para amortizar los reajustes que tuvieron esos combustibles producidos en refinería durante ese intervalo, recordó Pires. De esa forma, el gobierno impidió que ese aumento llegara a las estaciones de servicio, manteniendo bajos también los precios del etanol hidratado, que dejaron de ser competitivos cuando pasaron a equivaler manos del 70% del precio de la nafta.

Pero los problemas del sector no se resolverán solamente con la reimplantación de la Cide. Los productores de ese segmento quieren que termine el control de precios de los combustibles en Brasil, o al menos contar con una regla clara para la formación de precio.

Neves piensa establecer un tiempo de transición para equilibrar los precios de los combustibles fósiles y con el precio internacional. Pires recordó que entre 1997 y el inicio del gobierno del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, los derivados del petróleo se reajustaban en Brasil a inicios de cada mes en función del precio internacional y del cambio, a través de una fórmula paramétrica establecida por ley. “Tal vez la transición dure tres o cuatro años y, después de ese período, dejaríamos que los precios volvieran a fluctuar según el mercado”.

Aunque no dijo claramente que los precios de la nafta volverán a fluctuar al sabor del mercado internacional en caso de asumir la conducción del país el 1 de enero próximo, Marina reafirmó que la política de control de precios causó inmensos perjuicios a Petrobras y perjudicó a la industria de caña de azúcar para la elaboración de combustibles al imponer una competencia desleal para el etanol.