Por Eleonora Gosman.
Original por tratarse de un debate organizado por la jerarquía eclesiástica brasileña, la confrontación entre los presidenciables en la TV católica Aparecida solo registró momentos de suspenso al final y con audiencia en baja. Después de reiterar ideas y de cuestionar a la socialista Marina Silva en forma implícita, el candidato socialdemócrata Aécio Neves decidió tirar piedras contra la presidenta Dilma Rousseff, líder en las intenciones de voto. Sin que nadie le preguntara, buscó instalar el caso de corrupción que involucró a un alto director de Petrobras, que investiga la justicia brasileña.
Neves, quien ve diluirse su posibilidad de competir en la segunda vuelta, un lugar que le ganó Marina Silva, acusó a la presidenta de permitir “un vale todo” en esa empresa petrolera y sermoneó: “No es posible que Brasil continúe bajo una administración sin compromiso con la ética, la decencia y los valores cristianos”. Dilma tuvo que pedir derecho a réplica y utilizó el escaso minuto que le dieron para recordar su práctica de “tolerancia cero” con la corrupción evidenciada bajo su gobierno, cuando muchas cabezas ministeriales rodaron apenas por sospechas. La respuesta contra Aécio procedió del flanco menos esperado: la presidenciable por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una agrupación que se escindió del PT antes incluso de que Lula da Silva llegara al poder.
Le recordó la “compra de votos” ocurrida en el primer gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cuando el ex jefe de Estado mandó al Congreso la reforma constitucional que abriría la reelección. Mencionó también las privatizaciones de la telefonía de ese período, sobre las que pesaron numerosas denuncias. Y terminó por enrostrarle un caso que involucró a Neves en forma directa: el uso de dinero público para la construcción de un aeropuerto privado en la estancia de su familia, que el candidato admitió usar. “Cuando usted habla del PT es lo sucio hablando de lo mal lavado”.
Lo cierto es que el caso de Petrobras es mucho más pesado de lo que podría suponerse. Uno de los ex directores de la compañía, Paulo Costa, fue preso cuando le encontraron cuentas secretas en Suiza con depósitos por un total de 23 millones de dólares. Para evitar que las investigaciones fueran “entorpecidas” o sencillamente “borradas” las pruebas, el juez federal Sergio Moro decidió preservar el estricto secreto del proceso.
El caso tomó envión estos días por tratarse de una valiosa herramienta electoral. El ex presidente Cardoso lo acaba de decir públicamente: “El plomo grueso debe concentrarse en el PT y por lo tanto en Dilma”, advirtió ayer. Padrino de Aécio, FHC considera que Petrobras es la gran excusa para pegar fuerte en la presidenta-candidata, aun cuando ella ni siquiera haya sido mencionada por el ex director de Petrobras en sus declaraciones a la justicia.
Frente a este final con trombones y timbales, todo aquello que los candidatos habían discutido previamente quedó en el olvido. Pero es interesante rescatar algunas perlas. Por ejemplo, la intervención del presidenciable pastor Everaldo Pereira, evangélico de la Asamblea de Dios y uno de los líderes del Partido Social Cristiano. Se mostró claramente partidario de privatizar absolutamente todo lo privatizable, de bajar drásticamente los impuestos y de reducir al mínimo el Estado. También abogó contra el aborto y contra el casamiento de gays y lesbianas.