Por Marcelo Bonelli.
Mariano Recalde quiere frenar la aprobación de un nuevo y lapidario informe de la Auditoría General de la Nación sobre el descontrol que existe en Aerolíneas Argentinas.
El esfuerzo de Recalde obedece a su ambición política: que la difusión del desmanejo de la compañía estatal no frustre la estrategia para reemplazar en la Jefatura de Gabinete a Jorge Capitanich.
El trabajo estuvo listo en pleno Mundial de Fútbol, pero para evitar su difusión Recalde estiró todo los plazos legales posibles frente a la Auditoría.
Ahora pretende que la AGN de Leandro Despouy demore la aprobación de la auditoría hasta noviembre. Para eso presentó impugnaciones y usa la influencia política de auditores oficialistas propios como Vilma Castillo, ex directora de Aerolíneas. Recalde, con el apoyo de La Cámpora y de Axel Kicillof, intenta reemplazar a Capitanich.
La aprobación y publicación del informe de AGN implicaría un duro traspié en ese proyecto político, porque mostraría su incapacidad de gestión.
En el texto del documento, la Auditoría dejaría en evidencia el pésimo manejo que Recalde hace de Aerolíneas.
No existe registro preciso sobre el destino de los multimillonarios fondos que recibió de la Casa Rosada, unos 20.000 millones de pesos.
Tampoco existe transparencia en las compras multimillonarias que dispuso, y la AGN sospecha de graves problemas de corrupción. La delicada cuestión se trató el último miércoles en el plenario de auditores. Despouy habría tomado una decisión clave: fijar un límite a las maniobras dilatorias de Recalde.
La cuestión trascendió esa noche entre funcionarios del Gabinete en la polémica celebración del Día de la Industria.
Héctor Méndez se fue de Tecnópolis con las manos vacías. La Presidenta no lo atendió en privado y Axel Kicillof le ratificó que la Casa Rosada no modificara la ley de abastecimiento.
Méndez desató una furiosa interna en la Unión Industrial.
Su participación en el acto de Cristina provocó desaprobación en el G-6 y en AEA.
No le perdonan que se haya prestado al juego de Cristina y no haya manifestado el malestar de los hombres de negocios por la situación económica. El 80% de la UIA no fue a Tecnópolis y sólo lo acompañaron un puñado de dirigentes: Juan Sacco, Juan Lascurain, Guillermo Moretti, Miguel Acevedo y Cristiano Rattazzi. Una semana antes había anunciado que no iba a concurrir y pidió que los dirigentes de la central fabril tomaran igual actitud para manifestar el desagrado contra la ley de abastecimiento. Así, Méndez dijo: “No hay nada que festejar.” Pero Sergio Urribarri, el martes, lo hizo cambiar de posición. Fue una conversación telefónica en la que el precandidato a presidente de la Nación utilizó los métodos duros de presión del kirchnerismo contra Méndez.
Después habló con Oscar Parrilli y el secretario de la Presidencia le prometió una salida: “ Cristina hará un aparte con vos en Tecnópolis.” Esa promesa nunca se cumplió y Méndez sólo pudo hablar con Kicillof. Ayer comunicó el fracaso de su misión y justificó la cabriola: “No podía desairar a Cristina”. Ahora sólo hay un difuso y futuro compromiso de diálogo a solas con la Presidenta. Pero eso no va cambiar la ofensiva contra los hombres de negocios. La Casa Rosada no va a modificar la ley de abastecimiento, porque pretende tener instrumentos legales para presionar a los empresarios y culparlos de los pésimos resultados de la política económica de Kicillof: inflación, recesión y crisis externa por ausencia de dólares Cristina confirmó la estrategia en la reunión con los CEO de las terminales automotrices. La caída libre de esa rama es fruto directo de las decisiones que adoptó el ministro: impuestazo, devaluación y alza de las tasas. Pero ahora la Casa Rosada quiere culpar de la recesión a las fábricas.
Cristina arremetió primero contra el empresario germano Josef Fidelis Senn, y cuestionó la carta privada que el titular de Volskwagen le envió a la Casa Rosada. En la misiva, Senn le explicó el impacto sobre los precios de todos los modelos que provocó el impuestazo de Kicillof y le hablaba del freno productivo que causaba la racionalización de divisas para importar. “Señor Senn, dijo Cristina, su carta está equivocada y no comparto sus argumentos”. Después sugirió que VW y SMATA habían pactado un acuerdo para suspender personal y generar inquietud laboral.
Cristina ya estaba malhumorada por las sonoras ausencias en el encuentro de Ricardo Pignanelli y Antonio Caló. Ambos sindicalistas estaban invitados y no fueron. También la Presidenta le pegó duro a Ratazzi.
Lo fulminó con la mirada y le dijo : “Yo se que a vos te conviene importar.” Y agregó: “Por eso no habrá más divisas, tendrán que financiarse en el exterior.” Los hombres de negocios se quedaron mudos. Sólo Ratazzi le comunicó a solas a Kicillof : “Axel, en 2001 tuve que parar la planta y no quiero que eso vuelva a ocurrir.” Kicillof lo tranquilizó. Ambos, junto a Daniel Novegil –de Ternium– comparten veladas privadas. Fue el miércoles, con varios testigos, y con la presencia de Débora Giorgi. La ministra fogonea la dureza de Cristina. Kicillof ahí dijo: “Cristiano, quedate tranquilo que en unos meses habrá dólares.” Nadie tomó en serio la promesa del ministro.
Menos, los que escuchan en el último tiempo a Juan Fábrega. El titular del Banco Central está desbocado contra Kicillof. Pero ahora le agregó una dosis de dramatismo y pronostica corridas y mayor recesión si Kicillof continúa controlando las decisiones económicas. En privado, Fábrega explica que su “sincericidio” busca que Cristina reaccione o que directamente la Presidenta lo eche ya del BCRA.