Por Andrés Oppenheimer.
Tras varios años en que Venezuela ha ejercido una enorme influencia política en América Central y el Caribe gracias a sus exportaciones de petróleo con grandes facilidades de pago, Estados Unidos está lanzando silenciosamente un plan para intentar contrarrestar la petrodiplomacia venezolana en la región.
En una ceremonia realizada en agosto, en Washington D.C., funcionarios de Estados Unidos y Granada firmaron un acuerdo que, aseguran, será un "programa piloto" para ayudar a 17 países de la Cuenca del Caribe a lograr una mayor independencia energética y una menor dependencia de Venezuela.
Aunque algunos expertos dicen que el programa es demasiado modesto, y tardío, casi todos coinciden en que -de tener éxito- podría cambiar el mapa político de toda América latina.
Gracias a las facilidades de pago que ofrece Petrocaribe, Venezuela se ha ganado el apoyo de 17 países centroamericanos y caribeños en foros diplomáticos regionales como la OEA, donde el bloque de Petrocaribe se opone casi sistemáticamente a las iniciativas de Estados Unidos.
La diplomacia petrolera de Venezuela también le ha permitido al gobierno del presidente Nicolás Maduro cometer graves violaciones de los derechos humanos -incluidos torturas y asesinatos, según Human Rights Watch- sin recibir prácticamente ninguna crítica de los países que tienen contratos con Petrocaribe.
Pero las cosas están empezando a cambiar. La producción de petróleo venezolana se ha desplomado a casi la mitad de lo que el país producía cuando asumió el poder Hugo Chávez, en 1999, y Venezuela -que tiene hoy graves problemas económicos- ha empezado a exigir pagos más altos de algunos países miembros de Petrocaribe. Ante este panorama, los países caribeños y centroamericanos se están poniendo cada vez más nerviosos de que se les corten los envíos de petróleo venezolano. Estados Unidos, que se está beneficiando de un boom energético, está viendo una oportunidad para ir al rescate de los países de la Cuenca del Caribe.
Según me dicen funcionarios estadounidenses, el gobierno de Obama empezó a poner en marcha su nuevo plan en mayo, cuando el vicepresidente Joe Biden visitó Trinidad y Tobago, y se reunió con líderes caribeños. En junio, Biden visitó la República Dominicana y anunció que su país lanzaría una Iniciativa de Seguridad Energética Caribeña para ayudar a la región a lograr una mayor autosuficiencia energética. Pero el anuncio fue tan vago que muy pocos le prestaron atención.
El acuerdo de cooperación energética del 3 de septiembre entre Estados Unidos y Granada proporciona mayores detalles. Según funcionarios estadounidenses, el programa ayudará a los países de la Cuenca del Caribe a cambiar sus marcos regulatorios y a mejorar su infraestructura para alentar inversiones internacionales en energía solar, térmica, eólica y de gas natural.
Amos Hochstein, el funcionario del Departamento de Estado que firmó el acuerdo con Granada, me dijo que el objetivo último es ayudar a los países caribeños y centroamericanos a poder abastecerse más de fuentes de energía renovables, y menos del petróleo crudo.
Sin embargo, un reciente estudio del centro de estudios Consejo del Atlántico titulado "Energía incierta: la apuesta del Caribe hacia Venezuela" advierte que el plan de Obama centrado en el desarrollo de energía solar, eólica y otras energías renovables en el Caribe "es una buena estrategia a largo plazo", pero no servirá de mucho en el futuro inmediato. Para el corto y mediano plazo, una estrategia centrada en el gas natural sería la más barata y eficiente para la región, dice el estudio. Y agrega que Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales deberían proporcionar fondos para permitir que los países caribeños puedan construir terminales de importación y procesamiento de gas natural.
Mi opinión: Obama debería hacer mucho más que ofrecer asistencia técnica a los países de la Cuenca del Caribe. Con relativamente poco dinero -apenas unos 30 millones de dólares por país, según un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo-, Estados Unidos podría ayudar a construir plantas de importación y regasificación en toda la Cuenca del Caribe.
Eso es muy poco dinero, que ayudaría a los países caribeños y centroamericanos a protegerse de un posible recorte de las exportaciones de petróleo de Venezuela, disminuiría su dependencia y sería más efectivo que mil discursos para mejorar los vínculos de Washington con los países de la región..