La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, ha colocado las políticas petroleras de su gobierno en el centro de su campaña por la reelección. Los anuncios televisivos muestran impresionantes vistas de plataformas petrolíferas flotantes y nuevas refinerías en construcción. El mensaje: su gobierno izquierdista está convirtiendo la bonanza petrolera en mar abierto en escuelas, hospitales y empleos, llevando a Brasil a las filas de los países desarrollados.
Pero hay un problema. Puede que la industria petrolera brasileña sea grande y esté creciendo, pero poco de lo que Rousseff prometió cuando fue elegida en 2010 -o antes, cuando era ministra de Energía o presidenta del gigante energético estatal Petrobras – se ha cumplido.
En su lugar, los expertos de la industria y los rivales electorales de Rousseff dicen que sus políticas han llevado a un estancamiento de la producción petrolera, incrementando la dependencia de las importaciones y reduciendo la confianza de los inversionistas a pesar del gran potencial de Brasil.
“Cuando Dilma habla de petróleo habla de éxito, de destino patriótico, pero no ha cumplido”, dijo John Foreman, ex director de ANP, el regulador de la industria petrolera brasileña. “Ha cumplido muy poco si tenemos en cuenta todo el dinero gastado”.
El nacionalismo petrolero tiene raíces profundas en Brasil y Petrobras es una fuente de orgullo, de la cual la campaña de Rousseff ha buscado beneficiarse, centrándose en el potencial del país como un gigante del crudo.
Pero aprovechar este potencial ha demostrado ser difícil. A pesar de los más de 200.000 millones de dólares en inversiones desde el 2009, la producción de Petrobras, responsable de cerca del 80 por ciento del crudo que bombea el país, ha caído en los dos últimos años y se mantuvo estancada en los anteriores tres.
Rousseff, que se enfrenta a una dura batalla por la reelección mientras el crecimiento económico se ha ralentizado hasta detenerse, destaca correctamente que muchas de las grandes compañías petroleras, incluidas Exxon Mobil Corp. y Royal Dutch Shell Plc, también han sido incapaces de aumentar la producción en los últimos años.
Pero pocos están gastando tanto como Petrobras, que ha invertido más que nadie en el mundo en los cinco últimos años.
El Gobierno y Petrobras aseguran que están trabajando para recortar costes y retrasos, y que el gasto acabará generando beneficios, convirtiendo a Brasil en uno de los cinco principales productores de crudo del mundo.
El plan quinquenal del 2009 de Petrobras, elaborado mientras Rousseff dirigía la compañía y se preparaba para la campaña que la llevó a la presidencia, prometió una producción media de 3,9 millones de barriles de crudo y el equivalente en gas natural (boepd) para 2014.
La producción real este año ha sido de 2,6 millones de boepd, un tercio por debajo del objetivo y solo un poco por encima de los niveles del 2009. Los 1,3 millones faltantes se traducen en una gran pérdida para el Tesoro de Brasil solo en regalías de Petrobras.
Considerando una regalía base del 10 por ciento del valor de cada barril producido y un precio promedio para el crudo de Petrobras un 20 por ciento menor al referencial Brent, Brasil está perdiendo al menos 13 millones de dólares por día, o casi 5.000 millones de dólares al año, según cálculos de Reuters.
Petrobras no respondió a las peticiones para comentar esta información.
LOS SUEÑOS SUBSAL
El mayor legado en el sector petrolero de Rousseff probablemente será su rol en reformar las leyes de Brasil para darle mayor control al Estado y más ingresos sobre los gigantescos depósitos aguas adentro conocidos como “subsal”.
Su nueva ley convierte a Brasil en socio de todas las áreas subsal que aún no se han licitado. Los derechos van a la compañía o grupo que le da al Gobierno la mayor tajada de la producción petrolera para venderla por su parte.
Esto, dice ella, elevaría la participación del Estado en las ganancias a niveles muy por arriba de los que tenía bajo el viejo sistema.
No necesariamente, muestra un estudio de Paulo Cesar Ribeiro Lima, de la oficina de investigación independiente del Congreso brasileño.
Según señala, la “parte del Gobierno” o porcentaje de beneficio del gigantesco yacimiento Libra vendido en noviembre dará a Brasil un 70 por ciento de beneficios.
“El gran perdedor en la subasta de Libra son la salud y la educación, además de la sociedad brasileña en su conjunto”, escribió Ribeiro Lima.
Rousseff ha utilizado la mayor producción de subsal para desviar la atención del hecho de que la producción total cayó tanto en el 2012 como en el 2013.
Brasil, que era un exportador neto de petróleo cuando se descubrió el subsal, está dependiendo otra vez de las importaciones, principalmente de gasolina y diesel. De hecho, en lugar de convertirse en un gran importador de crudo brasileño, Estados Unidos es ahora uno de los principales abastecedores de combustible a Brasil.
Con las refinerías de Petrobras incapaces de cubrir la demanda, las importaciones han aumentado y, por culpa de la política de precios, cada barril que llega se vende a pérdida.
Esto ha devastado las finanzas de Petrobras justo ahora que está gastando miles de millones en el subsal. En la actualidad es la más endeudada y menos rentable de las 14 mayores compañías petroleras del mundo.