Los tambores de guerra entre la frontera entre Rusia y Ucrania están agitando el mercado internacional del paladio, el menos negociado de los cuatro grandes metales preciosos. El pasado día 18, la cotización del metal alcanzó los 900 dólares la onza por primera vez desde 2001, un alza del 25% desde principios de año.
Aunque el comercio de metales preciosos no está incluido en las sanciones de la UE y EE UU contra el Gobierno de Vladímir Putin, la evolución de la crisis ucrania ha exacerbado la incertidumbre acerca de si, sin Rusia (que, con un 40,8% del total, fue el mayor productor mundial en 2012) el suministro dará de sí para satisfacer un mercado global creciente.
“El mercado no teme por el comercio, sino por la disponibilidad del metal”, señala Daniel Briesemann, director del departamento de análisis de commodities de Commerzbank. “El día 18, el Gobierno ruso anunció que estudiaba suspender la importación de automóviles de Occidente, y eso despierta incertidumbre sobre la demanda. Pero la verdadera pregunta es qué pasará en la propia Rusia si decide suspender las exportaciones de paladio”.
El Estudio Geológico de Estados Unidos (USGS, en sus siglas en inglés) estima que en 2013 se produjeron 211 toneladas de paladio en todo el mundo, casi un 5% más que el año anterior. Dos tercios de esa cifra se utilizan para la producción de catalizadores para motores de automóvil a gasolina, una industria en alza, no solo por la recuperación del mercado global, sino también por el endurecimiento de los estándares anticontaminantes en los mercados emergentes, especialmente China. Según la empresa de intermediación Johnson Matthey, en los últimos cinco años la industria del automóvil del país asiático ha incrementado el uso del metal precioso en un 385%.
El aumento del precio del paladio puede afectar a la industria de componentes electrónicos de alta precisión. La utilidad del metal precioso como catalizador también se extiende a otros mercados, como el del poliéster, tanto para uso textil como para resinas plásticas; ambos mercados en expansión en los países emergentes, especialmente en India.
El mercado global del paladio, al igual que el de su metal hermano, el platino (ambos se extraen de las mismas minas), vive bajo la incertidumbre. La antigua Unión Soviética acumuló durante décadas grandes cantidades, que fue vendiendo progresivamente tras la caída del comunismo a cambio de divisas. Aunque en 2013 Johnson Matthey dio por agotadas las reservas rusas, la cantidad exacta de paladio en manos de Moscú es secreto de Estado.
En mayo, la agencia estatal rusa Interfax afirmó que el Estado se preparaba para comprar paladio con el fin de reforzar sus reservas. Un mes antes, Vladímir Potanin, consejero delegado de Norilsk, el mayor productor del metal precioso del país, había declarado a Bloomberg que el Gobierno de Putin debería vender paladio “para eliminar la incertidumbre del mercado”.
No es la primera vez que la situación política en Rusia crea una crisis global en el mercado del paladio. A finales de los años noventa de la pasada década, una serie de conflictos entre el entonces presidente ruso Boris Yeltsin y el Parlamento originó un bloqueo de las exportaciones del metal precioso. El subsiguiente estrangulamiento del mercado se produjo justo cuando los gigantes del automóvil investigaban cómo sustituir el platino por paladio en los catalizadores. La explosión del precio del metal (que llegó a superar los 1.000 dólares en 2001) y la consiguiente caída llevó a la estadounidense Ford a perder 1.000 millones de dólares.
Las inseguridades del mercado global se ven reforzadas por la crisis en el sector minero de Sudáfrica, el segundo mayor productor mundial (con un 36,8% de la extracción en 2012). El principal problema reside en la insostenibilidad de un modelo productivo basado en la baja mecanización y en la existencia de mano de obra barata a gran escala (modelo, que en gran medida, está sin renovar desde los tiempos del apartheid). Los intentos por parte de las empresas mineras de cambiar esta situación han sido acogidos con hostilidad tanto por parte de los mineros como del Gobierno sudafricano. En 2012, una manifestación de trabajadores de una mina de platino fue disuelta brutalmente por la policía, causando la muerte a 34 personas.
Ese fue el desencadenante de un proceso de conflictividad laboral que dura hasta hoy. A principios de año, una huelga de cinco meses de duración (la más larga en 130 años) paralizó la producción de ambos metales preciosos en el país africano. “Pero la situación no se ha calmado desde el fin de la huelga”, apunta Briesemann. “Los problemas estructurales continúan y las empresas mineras siguen obligadas a tomar las medidas que llevaron a la huelga, incluyendo el despido de decenas de miles de trabajadores”.
Además, las deficiencias en las infraestructuras del país africano (especialmente las del sector eléctrico) merman la eficiencia de la producción. “El sector de la energía tiene un problema de capacidad”, señala Briesemann. “No hay que descartar la posibilidad de apagones y, en consecuencia, de más parones en la producción”.
Ante la dificultad de obtener nuevo material y el crecimiento implacable de la demanda, el reciclaje de componentes usados se convierte en una opción cada vez más viable económicamente. Según estima Johnson Matthey, en 2013 se reciclaron 69,7 toneladas de paladio, un 27,7% de la oferta total. Desde 2008, el volumen del metal precioso reutilizado ha crecido un 152%.Elpais.es