Son varios los efectos asociados a la intervención que tuvo el ex Presidente Lagos en el encuentro sobre colaboración público-privada organizado por Icare. El menos calculado y más importante posiblemente es haber puesto de relieve lo anecdótico y “arratonado” que se ha vuelto el debate político en el Chile. Hemos estado por años dándonos vuelta en un verdadero festival de acusaciones y maniobras políticas de segunda categoría. Todavía no está claro en qué momento nuestra conversación pasó a ser dominada por la sospecha, por la paranoia de súbitos y entusiastas inquisidores que detrás de cada cifra buscan una maniobra distractiva, y detrás de cada actividad más o menos próspera un negociado impresentable o una conspiración. En esta caza de brujas hemos estado entrampados día tras día, año tras año. Pidiendo y dando explicaciones que al final, en realidad, explican muy poco y fortalecen la compulsión inquisitiva para la próxima.

Bueno, saliéndose de esa atmósfera de recriminaciones, en la cual -por lo demás- nadie tiene mucho que ganar que no sea librarse del patíbulo por un rato, Lagos recordó esta semana por qué es Lagos, por qué a él se le reconoce magisterio y carácter, y por qué de los últimos presidentes de Chile es él quien mejor responde al perfil clásico del estadista.

Lo que hizo esta semana fue muy simple. Invitó a mirar el país con perspectiva. Invitó a levantar la mirada de las hojarascas de la semana para colocarla en los desafíos de los próximos 30 años. El ex mandatario también invitó a soñar.

En eso hizo una enorme diferencia. El sueño, la capacidad de conectar la imaginación con el futuro, es una de las más nobles funciones de la política, y posiblemente esta es la dimensión que ha estado más ausente de la discusión pública de los últimos años.

Aunque es abogado de profesión y tiene un doctorado en Economía en Duke, el ex Presidente Lagos tiene en lo profundo alma de ingeniero. Cuando el Presidente Frei lo nombró ministro de Obras Públicas, posiblemente ignoraba que con esta designación lo estaba empujando al encuentro de su destino. Fue desde ahí que Lagos armó su relato político, por una parte muy abstracto -profundización democrática- y por otra muy concreto: más carreteras, más convergencia y más interconexión.

Tal como lo hicieron antes que él varios otros presidentes de fuerte conciencia republicana, a Lagos le gusta mirar a Chile en términos sistémicos y territoriales. Lo ve como el resultado de la interacción de muchos subsistemas donde cada cual hace lo suyo pero donde todos convergen en una estrategia de desarrollo nacional. Del sistema político sale la democracia, del económico el mercado, y de la sociedad civil la ciudadanía. Pero, a su juicio, todos tienen que conversar y por eso, para un empresariado que desde hace tiempo viene sintiéndose como invitado de piedra al futuro de Chile, sus palabras fueron recibidas no sólo con entusiasmo, sino también con alivio. Ustedes también cuentan, les dijo él.
La provocación
Es obvio que el discurso de Lagos puso en aprietos al gobierno. A veces no es necesario enrostrarle con palabras a una administración su picantería intrínseca y su cortoplacismo incurable. Basta con subir el estándar para que las carencias se vuelvan nítidas y patentes. La comparación tiene ribetes de crueldad. A un lado, Lagos hablando de lo que se hizo, de lo que se dejó de hacer y de lo que tendremos que afrontar en las próximas décadas. Al otro, una Presidenta nerviosa/sonriente dando explicaciones por aquí y por allá para hacernos creer que las cifras no son tan malas como parecen, que esta resaca venía de antes, que ella por lo tanto no tiene la culpa y que -ya lo verán ustedes- las cuentas se van a entonar por el 2016.

Patético. No menos que el espectáculo del ministro de Hacienda recibiendo con gentilezas impostadas a los líderes empresariales para reconocer que el frenazo es mayor al que se había previsto y, en el fondo, para admitir que el dinamismo económico que la Nueva Mayoría ninguneó sistemáticamente durante todo el gobierno de Piñera no era parte del paisaje chileno, como se dijo o se daba a entender, sino más bien una planta delicada, difícil y que exige cuidado las 24 horas al día. De más está decir que no va a ser con estas audiencias de cúpula, sino generando un genuino clima de confianza para invertir, que la economía se volverá a poner en movimiento.

No se necesita particular agudeza para reconocer, entre los palos que Lagos hizo como que no daba y los que el gobierno hizo como que no recibía, otra evidencia más de los crecientes desencuentros entre la vieja Concertación y la Nueva Mayoría.

Continuidad y ruptura
Más allá de explicables rivalidades de tribu y de diferencias de carácter, lo que aquí está en juego es el diagnóstico de la Presidenta en cuanto a que Chile entró a partir de las emociones del 2011 a otro ciclo político, que datos como los de la encuesta CEP están relativizando y desmintiendo sin tapujos. Lagos se cuidó de hablar de ciclos políticos. Al contrario, lo que dijo es que los gobiernos en Chile se trepaban sobre los logros de la administración anterior y que subían la valla para dejarla más alta al gobierno siguiente. Lo que él ve, en consecuencia, es más una cadena de continuidades que de rupturas.

La pregunta del millón es cuánto eco pueden encontrar hoy en la Nueva Mayoría palabras como las del ex mandatario. Por el momento, difícil saberlo. Dados los términos en que se reciclaron el año pasado sus dirigencias políticas, para poner a tono el discurso con los dictados de la calle, se diría que no mucho. Pero dadas las dificultades que el gobierno está encontrando para imponer la agenda del supuesto nuevo ciclo, qué duda cabe de que el tiempo puede correr a favor de Lagos.