Catamarca y La Rioja son dos de las provincias más atrasadas del país. Comparten similares particularidades naturales, sociales, económicas y políticas, y, por ende, tienen análogas restricciones que provocan el atraso crónico que las caracteriza.
Según el diario El Ancasti, si tales condiciones y limitaciones son comunes, es lógico pensar que la salida del atolladero del subdesarrollo debe ser resultado de una estrategia conjunta, que deseche la absurda costumbre de competir como provincias rivales, lo que en definitiva divide esfuerzos y conspira con las posibilidades de despegue productivo, que es la meta a alcanzar.
Una reflexión en ese sentido pronunció días pasados el exdiputado nacional riojano Jorge Yoma durante una disertación en el marco del ciclo de debate y reflexión denominado “Nuestro modelo de desarrollo regional y los desafíos de las políticas públicas”. Allí manifestó que Catamarca y La Rioja deben tener políticas conjuntas para contrarrestar las inequidades en los niveles de desarrollo con otras regiones del país.
“La Rioja y Catamarca debemos ser una única región a los efectos de las políticas de todo nivel. Nos unen los mismos problemas, simplemente por una circunstancia o un capricho de la historia no somos una sola provincia, pero tenemos que avanzar juntos”, añadió.
La visión del ex dirigente menemista, luego kirchnerista y ahora massista es compartida seguramente por la gran mayoría de los referentes políticos de todas las fuerzas políticas de las dos provincias, por lo menos puestos a dar conferencias o discursos ante un auditorio deseoso de escuchar un mensaje de tal tenor. Es decir, en el plano teórico existe prácticamente unanimidad respecto de la conveniencia de complementación de esfuerzos para el desarrollo conjunto de Catamarca y La Rioja. Sin embargo, en la práctica, esto es, en la implementación de las políticas públicas, tal articulación no es notoria, o ni siquiera visible, salvo en temas puntuales.
Existen algunas experiencias interesantes –aunque aún incipientes- de integración regional, tal el caso de ATACALAR, que agrupa en una macro zona a la Región de Atacama, en Chile, y a las provincias argentinas de Catamarca, La Rioja, Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero. Pero los avances no son aún suficientes como para que se plasmen en políticas de desarrollo estratégico comunes a la región.
Un ejemplo que prueba la situación de competencia, más que de colaboración, es el desarrollo de los pasos fronterizos. Catamarca, La Rioja, Salta, Jujuy, además de San Juan y Mendoza, tienen su propio paso, y cada Estado provincial se preocupa en cómo potenciar el suyo en desmedro de los otros.
No debería ser utópico pensar en transferir los deseos plasmados en discursos al plano de la realidad. Catamarca y La Rioja tienen posibilidades de desarrollo común, no solamente en materia de producción agropecuaria –olivícola, nogalera, vitivinícola, ganadera, por mencionar algunas- sino también en minería, industria y en la promoción de energías alternativas, como la eólica y la solar, en las que la vecina provincia corre en estos momentos con ventaja.
Valdría la pena intentar conseguir, de manera conjunta, lo que no pudo lograr cada provincia por su lado.
Si Catamarca y La Rioja tienen limitaciones comunes, es lógico pensar que la salida del atolladero del subdesarrollo debe ser resultado de una estrategia conjunta.