La disminución del grosor de nieve del Ártico puede provocar cambios notables en precipitaciones por todo el planeta. Una disminución entre el 30 y 50% del grosor de nieve en el Ártico es lo que han observado distintos equipos de la NASA y la Universidad de Washington. La agencia norteamericana ha contrastado los datos ofrecidos por la operación IceBridge, que se une a la información soviética entre los años 1950 y 1990.
Las conclusiones ofrecen una situación que puede explicar ciertos fenómenos dados en los últimos meses. Las temperaturas mínimas registradas en el hemisferio norte han sido las más bajas desde que se tienen datos. Pero, también, hemos visto cómo nevaba en zonas donde no se recordaba, como el Sureste de Estados Unidos.
Entre las explicaciones que se dan a estas situaciones está la de la disminución del grosor de nieve en el Ártico. Esta capa, que en el período soviético rondaba los 35 centímetros, ahora se sitúa en torno a los 22. La protección frente a los cambios de temperatura que esta proporcionaba al agua del mar, se ha perdido en parte. Así, las corrientes se han desplazado y fenómenos como las tormentas de nieve se dan ahora en medio del océano. Algo poco común en las zonas observadas.
Otro de los cambios registrados, que ha tenido consecuencias notables es el deshielo y la creación de nuevas vías donde antes solo había hielo. Esto ha abierto la posibilidad a nuevas rutas marítimas, la explotación minera o la prospección petrolífera. Pero, también, a la extensión de líneas de comunicaciones por el lecho marino. Actividades impensables hace apenas unas décadas, no solo por las dificultades técnicas, sino por la presencia de hielos perpetuos en las rutas adecuadas.
Los datos arrojados por este estudio sobre el grosor de nieve en el Ártico invitan a pensar en efectos a nivel global, como cambios en la época de lluvias o una redistribución de las precipitaciones, como la mostrada en esta zona del planeta.