Por Fernando Colautti.
Primero se especuló que sería en 2011. Luego fue oficialmente anunciada para 2013, pero se postergó hasta 2014, aunque hace meses que se sabe que no será este año. La fecha en la que la Central Nuclear de Embalse dejará de funcionar, con su vida útil vencida tras generar energía durante 30 años, será la primera semana de febrero de 2015. Desde Nucleoeléctrica Argentina (Nasa), la empresa estatal a cargo de las tres centrales nucleares del país, confirmaron el dato a este diario.
En realidad, no será un final sino una larga parada (de dos años) para tomar nuevo envión. El Gobierno nacional decidió en 2007, y el Congreso aprobó en 2009, que la “atómica” del valle de Calamuchita no sea desmantelada sino que se extienda su vida útil por otros 25 o 30 años. Algo así como crear una sobre la base de la existente. Como toda decisión ligada a energía atómica en el mundo, genera discusiones.
Ese “reciclaje” está en marcha, aunque las obras principales para el recambio de los equipos críticos se ejecutarán cuando la usina pare.
El Ministerio de Planificación Federal de la Nación ha estimado en 1.600 millones de dólares la inversión. El experto canadiense Shawn Stensil, convocado por Greenpeace, advirtió que esa tarea en una central similar de su país costó tres veces más. “¿Esconden los verdaderos costos o resignan medidas de seguridad?”, plantean desde esa organización ecologista.
Ricardo Semmoloni, directivo del proyecto en marcha, replicó en su momento que esa comparación “carece de valor” porque para la central canadiense Gentilly 2 “se incluyó en el cálculo la energía no generada durante dos años y otros costos financieros”.
Debates
Los defensores de la decisión argumentan que desmantelarla tendría un costo apenas inferior, con no menos riesgos, pero perdiendo el tres por ciento que aporta sobre el total de energía que consume el país.
Los detractores enfatizan los riesgos ambientales y de seguridad que implica la actividad atómica y marcan que, con similar costo, podría avanzarse en desarrollos de energías alternativas.
El estiramiento de fechas para la salida de servicio es otro punto. Desde “adentro”, marcan que el funcionamiento y el plazo para operar sin riesgos es auditado por organismos internacionales y por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN).
Los que cuestionan el proceso exponen que la ARN es sólo un ente sin autonomía, cuyos funcionarios designa el propio Gobierno, que así se controla a si mismo.
Aunque nunca oficialmente, fuentes ligadas a la usina reconocen que se trató de manejar la “salida” de Embalse con la “entrada” de Atucha 2, para evitar un bache en la generación de energía, clave ante la estrechez existente. “Atucha 2 se acaba de inaugurar, ya genera al 50 por ciento y a fin de año llegaría al 100”, señalaron.
Ya en marcha
En las obras trabajan las empresas estatales Nasa e Invap, varias privadas nacionales como Electroingeniería, Impsa, Vialco y Pérez Companc y otras extranjeras como las canadienses Candú y E3, y la italiana Ansaldo.
Entre las tareas en marcha hay una sensible: cuatro silos de hormigón que construye Electroingeniería, especialmente diseñados para darle destino confinado a los elementos más críticos del viejo reactor, que mantendrán actividad radiactiva por miles de años.
Se trata de los 380 tubos de presión, que serán reemplazados por nuevos.
Los silos son depósitos similares, aunque de mayor tamaño, a los que desde hace tres décadas se usan para almacenar, en el mismo predio de Embalse, los combustibles gastados (principal residuo de riesgo, sin otro destino legal posible).
“La causa esencial por la que estos reactores tienen una extensión de vida es que esos tubos que contienen los elementos combustibles se van ‘estirando’ con los años. Cuando se llega a cierto nivel de estiramiento se deben cambiar, porque la deformación haría que se salgan de sus soportes. El margen de seguridad marca que 30 años de operación es lo estimado por diseño para cambiarlos. Mientras, se van midiendo para confirmar los márgenes para continuar operando”, explicó un ingeniero que trabaja en el proyecto.
Durante la parada de dos años, además del reemplazo de esos 380 tubos, otra de las tareas clave será el cambio de los generadores de vapor.
Historias y petitorios
Historia. En 1967, la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (Epec) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) acordaron realizar un estudio de factibilidad para instalar en Córdoba una usina nuclear. En 1973, por ley se aprobó la construcción en Embalse. Era la segunda del país, luego de Atucha, en Buenos Aires. En 1984 empezó a aportar energía. Tiene capacidad para generar 648 megavatios. Tras su reconversión, se ampliará a 683.
Petitorio. Varias organizaciones ambientalistas cordobesas y nacionales participan de la coalición Por una Córdoba No Nuclear, que el año pasado presentó un proyecto de ley provincial para que Córdoba no permita ya ninguna actividad atómica en su territorio.