La austral región de Aysén, en la Patagonia de Chile, soporta los precios de energía más altos del país y su capital, Coyhaique, es la ciudad más contaminada del país, pese a ser una potencia hidráulica.
La mayoría de su población rechazó la construcción del complejo de centrales hidroeléctricas del proyecto HidroAysén, lo que influyó en la decisión del gobierno de Michelle Bachelet de rechazarlo definitivamente el 10 de junio. Ganada esa batalla, la región busca ahora el camino de su autonomía energética.
“Aysén es la meca hidráulica de Chile y, sin embargo, tenemos un monopolio eléctrico que sigue usando diesel para 28 por ciento de la generación”, afirmó a IPS el activista Peter Hartmann, miembro del Consejo de Defensa de la Patagonia y creador del concepto Aysén Reserva de Vida.
Ese combustible, explicó Hartmann, en Aysén cuesta el doble que en el centro de Chile, lo que deriva en que los costos de la electricidad casi se dupliquen respecto a los de Santiago.
La región de Aysén, cuya capital se ubica 1.629 kilómetros al sur de Santiago, es el corazón de la Patagonia chilena. Posee una superficie de 108.494 kilómetros cuadrados en los que se encuentran numerosos glaciares, ventisqueros, bosques siempre verdes, fiordos, islas, canales, lagos y caudalosos ríos.
“Más allá de asuntos estructurales que hay que resolver, esta región tiene solo cosas buenas”, afirmó a IPS la lideresa social Miriam Chible.
“Aysén tiene recursos naturales y su gente es muy emprendedora. Posee un clima bien marcado, que si bien es adverso, nos permite planificarnos. Además, está al lado de Argentina, lo que es un tremendo potencial porque nos convierte en una zona patagónica binacional”, añadió.
Coyhaique, su epicentro ejecutivo y comercial, está rodeada de montañas, casi siempre nevadas, pero, contradictoriamente, es la ciudad más contaminada de Chile.
La causa es que sus 56.000 habitantes, sometidos buena parte del año a temperaturas bajo cero, utilizan mayormente leña húmeda en calefacciones y chimeneas.
“En Aysén toda la gente se calienta y cocina con leña, lo cual genera una polución tremenda en el bosque y se producen los altos índices de contaminación que posee Coyhaique”, explicó Hartmann.
Sin embargo, añadió, “si se te ocurriera poner un calefactor eléctrico chico en tu casa en invierno, te cobrarían una multa por sobreconsumo. Son esas cosas que nadie comprende”.
A esto se suma el precario aislamiento térmico de las viviendas en esta región, que posee una tasa de pobreza del 9,97 por ciento, por debajo del promedio nacional de 11,7 por ciento, pero una indigencia de 4,22 por ciento, que supera la media del país, de 3,7 por ciento.
Hartmann explicó que la mitad de las casas en esa ciudad carece de aislamiento y por eso necesitan tanta calefacción. Son las viviendas subvencionadas por el Estado, y que él llama “antisociales”.
Pero la leña es parte de la cultura de los patagones, que pueden llegar a pagar hasta 7.000 dólares anuales en templar sus viviendas con palos verdes, húmedos y musgosos, cuyo metro cúbico se consigue por 32 dólares. La leña seca alcanza los 56 dólares el metro cubico, lo que duplica el costo para quienes la usen.
La carencia de fuentes energéticas ubica el costo de producción de un megavatio hora entre los más caros de América Latina, al valer 160 dólares, mientras en Perú vale 55 dólares, en Colombia 40 y en Argentina 10.
En Aysén el valor de ese megavatio hora duplica al del promedio nacional.
Actualmente, la empresa Edelaysen, operadora de la compañía privada Saesa, controla la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica en la región.
El sistema de Aysén posee una capacidad instalada de 37,65 megavatios, de la que 54,2 por ciento proviene de fuente termoeléctrica, 41,7 por ciento de la hidroeléctrica y 4,1 por ciento de la eólica.
Quienes ayer se opusieron al proyecto HidroAysén, impulsan ahora una meta aún más ambiciosa: la soberanía energética regional, un proyecto impulsado, entre otras, por Miriam Chible.
Esta mujer, viuda y madre de cuatro hijos, nació y se crió en Coyhaique, forma parte de la Comisión Asesora Presidencial para el Desarrollo Regional y la Descentralización, establecida en abril, desde donde pretende impulsar la soberanía energética con una matriz distinta, apostando a las energías renovables no convencionales, y la autonomía alimentaria.
“Buscamos un modelo distinto de desarrollo económico para Aysén”, explicó Chible.
La idea, precisó, “es que Aysén arme su propio proyecto energético para luego impulsar su propio proyecto de desarrollo”.
La lideresa destacó que el movimiento ambiental cree que se puede explotar la energía hidráulica de Aysén mediante mini centrales de bajo impacto, además de impulsar la energía eólica y geotérmica.
Existen algunos avances. Desde hace seis meses 120 personas son parte de la Cooperativa Solar que el 2 de este mes realizó el primer seminario sobre experiencias locales de energías renovables no convencionales.
Chible tiene instalados 24 paneles fotovoltaicos en su restaurante Histórico Ricer, que desde hace 33 años se ubica en el centro de Coyhaique. Así como ella, hay decenas de familias que hacen intentos por diversificar su fuente energética.
El paso siguiente será una compra masiva de bombillos LED para que cada socio los instale en su casa. “También tenemos medidores que nos permiten saber cuánta energía consumimos cada día, y hacemos talleres de ecoalfabetización energética”, precisó.
El secretario regional de Energía de Aysén, Juan Antonio Bijit, explicó a IPS que la región posee una capacidad de generación energética bastante importante, con potencial hidroeléctrico, pero también eólico. Incluso, dijo, “hemos incorporado soluciones fotovoltaicas con muy buenos resultados”.
Precisó que la Agenda Energética que lanzó el 15 de junio por Bachelet , considera el aumento de la oferta de generación eléctrica en la región con el fin de reducir las tarifas y “mejorar o apoyar el estándar de vida de las personas”.
Bijit afirmó que por el momento no se proyecta la subvención de la energía en Aysén.
Pero anticipó que todas las etapas venideras serán analizadas con la comunidad.
“No podemos hacer cosas entre cuatro paredes, por eso es importante conversar con la gente antes de tomar decisiones”, dijo.
“La idea es que la gente sea partícipe de lo que se debe hacer en el área energética y en Aysén la población está bastante sensibilizada en torno al tema”, concluyó.