Por WalterCuria.

No era éste seguramente el escenario que la Presidenta proyectó a finales del año pasado, cuando decidió cambiar la conducción colegiada de la economía –entonces en las múltiples y variadas manos de Moreno-Marco del Pont-Lorenzino-Kicillof-Echegaray– para dejarla en poder de un solo ministro y ponerlo a hacer los deberes.

Unos 250 días pasaron desde la asunción de Axel Kicillof. Si por algún motivo inesperado el ministro debiera abandonar tempranamente su cargo en el Palacio de Hacienda, no tendrá un buen tránsito a la Historia. Kicillof dejaría como legado una devaluación del peso de más del 18%; la economía en recesión, con una caída en el consumo de alimentos como no se había registrado en una década y una inflación del más de un 30% anual, con una pérdida del salario real estimada en un 12%.

No es sólo su culpa, pero para estas horas la gestión de Kicillof puede anotarse además haber puesto la deuda pública en el umbral de un nuevo default.

Como cuando ensayó un esquema de levantamiento de subsidios, al comienzo del segundo mandato de la Presidenta, al Gobierno otra vez las cuentas le salieron mal.

La expectativa de una salida suave de la crisis por la falta de dólares que sufre la economía, y que, junto con el límite en la creación de empleos, está en el corazón mismo del colapso del modelo kirchnerista, empezó tras el descubrimiento de Vaca Muerta, en 2010. El yacimiento de 30.000 kilómetros cuadrados representa 400 años de demanda energética de la Argentina, según la Secretaría de Energía de ese país. En ocasiones el mundo se da vuelta para mirar a la Argentina. Esta fue una de ellas.

El Gobierno advirtió la potencialidad del petróleo no convencional y se propuso repetir la experiencia del boom iniciado hace más de una década en EE.UU.. Envuelto en la bandera nacionalista, avanzó con la expropiación a Repsol de YPF y abrió el negocio a la inversión internacional. No encontró casi obstáculos en la oposición.

La Presidenta creó un régimen especial de promoción de inversiones para la explotación de hidrocarburos. Y liberó un acuerdo de inversión por 1.240 millones de dólares con la petrolera Chevron –heredera de la Standard Oil California, vieja conocida de la historia del petróleo en la Argentina–, con la promesa de otros u$s 15.000 millones.

Sumados al primer desembolso de Chevron, otros acuerdos de cooperación estratégica con empresas extranjeras para el desarrollo de los recursos no convencionales garantizarían el ingreso de dólares hasta el final del mandato de Cristina Kirchner. La visita del vicesecretario de Energía de EE.UU., en mayo, fue una pieza de ese esquema.

Pronto se reconocieron las demandas de empresas extranjeras ante el CIADI y Kicillof viajó a Francia para volverse con un controvertido acuerdo por la deuda con el Club de París. La resolución de ese frente reabriría la puerta del financiamiento externo.

Todo estaba listo, pero de tanto creer que no existía (ni siquiera estaba documentada) alguien olvidó la deuda en default.

La posibilidad de una nueva cesación de pagos obliga a volver la mirada hacia Vaca Muerta. La semana pasada trascendió que el fondo Elliot hizo una presentación en los tribunales de San Francisco con la intención de embargar activos de YPF o de sus socios norteamericanos en el yacimiento si el Gobierno no cumple con el fallo del juez Griesa. El secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, llevó la cuestión el sábado a una tribuna en Córdoba, donde afirmó que “el verdadero interés de los fondos buitre está en el mega yacimiento de Vaca Muerta”.

Sobre las expectativas que despierta el yacimiento, un ex secretario de Energía de George Bush, también ex senador por Michigan, propuso otro foco. En un artículo en el semanario Foreign Policy, Spencer Abraham habla sobre el impacto que un nuevo default tendría sobre las empresas con intereses en Argentina, pero también sobre lo que considera intereses geoestratégicos de Washington en el continente.

“Chevron podría ser una de las víctimas del default”, escribe Abraham. “Otro default seguramente frustraría las inversiones de las compañías de EE.UU. en el sector energético argentino. Y sería una pérdida estratégica para los Estados Unidos”, asegura.

Abraham, quien integra el directorio de la Occidental Petroleum (su filial en la Argentina pasó a manos de la china Sinopec en 2010), advierte así que debería ser prioridad del gobierno de Obama ayudar a la Argentina a evitar el “camino autodestructivo del default”.

“La seguridad energética en el Hemisferio Occidental es de una importancia estratégica vital para los Estados Unidos (...) Si la Argentina sigue cerrada al ingreso de capitales, la sociedad con la rusa Gazprom y la china Sinopec seguramente será la alternativa a las inversiones de EE.UU.”, concluye Abraham.

Durante la reciente visita del presidente Vladimir Putin, la presidenta Cristina Kirchner anunció el viaje de una delegación rusa a Neuquén para evaluar las posibilidades de Vaca Muerta. Se mencionó entonces con insistencia el interés de Gazprom, el gigante que provee el 30% de la demanda energética de la Unión Europea, de explotar el yacimiento por intermedio de su socia alemana Wintershall, que operará a partir de agosto en el área de Aguada Federal.

Abraham no tendría en realidad de qué preocuparse. Ninguna delegación rusa viajó aún a Vaca Muerta, voceros de Wintershall dicen no haber escuchado más que rumores procedentes de Moscú acerca de la llegada de Gazprom y fue en YPF, donde tomaron distancia de la versión antes que nadie. Parece que no hay apuro.