Argentina se ubica séptima en América Latina y el Caribe en el ranking de países más amigables para la inversión en energías alternativas. Así se desprende de Climatoscope, un índice elaborado por Inter American Development Fund y la agencia Bloomberg, que orienta a los inversores sobre los mercados más atractivos para invertir en generación con bajas emisiones de carbono.
El índice, que llega hasta el 2013, ubica al Brasil como el que más fomenta este tipo de desarrollos. En una escala del 2 al 5, el país que conduce Dilma Rousseff consiguió 2,47, el número más alto, seguido por Chile y Nicaragua.
Por su política en energías renovables, Brasil consiguió inversiones por 82 mil millones de dólares entre el 2007 y 2012, dato que lo posiciona como el favorito de la región para invertir en generación limpia.
Chile, en cambio, tiene buenas perspectivas para los inversores por sus recursos naturales, empresas sensibles con el medioambiente y el crecimiento del poder adquisitivo de la sociedad.
En el tercer lugar se sitúa Nicaragua, con un 2,26, gracias a una inversión de 292 millones de dólares en la apuesta por las renovables. El país está comprometido con las energías limpias, según se desprende de los datos de los analistas financieros.
La Argentina, en cambio, se ubica en el séptimo puesto. Y su presencia en el top ten se obedece en mayor parte al desarrollo de biocombustibles, considerados aquí como energía limpia.
Los puntos en contra son meramente económicos: sus políticas con el dólar y el giro de remesas complican el arribo de inversiones. Tampoco existe en el país un plan de precios diferenciales para la generación verde, algo que decididamente desalienta el desarrollo del sector.
Siguiendo en parte esa lógica, en el último lugar se encuentra Venezuela, cuyo desarrollo petrolero decididamente obtura cualquier posibilidad de encarar otro negocio energético.
Aun con sus contras, América Latina se posiciona en el mundo como un destino importante para la inversión verde. Y encabezan el ranking aquellos países que no poseen hidrocarburos y gastan millones de dólares en importarlo.
Sin embargo, el gran déficit es la ausencia de políticas públicas destinadas a fomentar estos desarrollos.