Por LUIS ALBERTO MORENO, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo
Esta semana, el presidente chino, Xi Jinping, iniciará una gira por Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba en su segunda visita a América Latina en poco más de un año. En junio del 2013 estuvo en Trinidad y Tobago, Costa Rica y México antes de encontrarse con el presidente Barack Obama en California. Es una muestra clara de que la relación entre China y América Latina surca nuevas aguas.
Durante siglos, esa relación ha tenido como marco al Pacífico, un puente entre ambas regiones. En la época colonial, galeones españoles navegaban entre Acapulco y Manila transportando productos asiáticos y americanos. En el siglo XIX, decenas de miles de chinos llegaron a nuestras costas para trabajar en la construcción de canales y ferrocarriles, plantaciones de azúcar y minas de guano y salitre. Otras oleadas migratorias llegarían durante el violento siglo XX.
La presencia china ha dejado huellas profundas en nuestra cultura, desde las artes culinarias hasta el paisaje urbano. Hay barrios chinos en muchas de las grandes ciudades de nuestro continente, y la influencia de notables personalidades de ascendencia china se ha hecho notar en la academia, las artes y el servicio público.
En la actualidad, el Pacífico sigue siendo una ruta del comercio, pero a una escala inédita, porque hoy más de 40% del intercambio global de mercancías cruza sus aguas.
Desde el año 2000 el intercambio comercial entre China y América Latina ha crecido a una impresionante tasa de 23% anual. China es hoy el primer destino de las exportaciones de Brasil, Chile y Perú. La economía china consume 40% del cobre que se exporta en el mundo, 47% del hierro y 53% de la soya.
Uno de los motores de la demanda china por materias primas ha sido su rápida urbanización, a una escala sin precedentes. En los últimos 35 años, 560 millones de personas han pasado del campo a ciudades, casi el equivalente a toda la población de América Latina.
En marzo, las autoridades chinas oficializaron un plan nacional de urbanización con el objetivo de elevar la población urbana a 60% del total para el 2020. Eso implica un aumento de 100 millones de personas que vivirán en ciudades: más gente que la suma de la población de Lima, São Paulo, Ciudad de México, Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá y Santiago. La inversión estimada es de US$ 6.8 billones en todo tipo de infraestructura urbana.
Esta decisión representa una oportunidad enorme para América Latina. En primer lugar, porque la masiva inversión en infraestructura se traducirá en una demanda constante de muchas materias primas latinoamericanas. En segundo lugar, porque el aumento del poder adquisitivo de las familias chinas urbanas abre la posibilidad de diversificar nuestras exportaciones a productos de mayor valor agregado.
Esta nueva visita del presidente Xi también indica que la relación entre China y América Latina dejará de ser exclusivamente comercial. Hoy todos tenemos claro que el camino hacia el desarrollo sostenible pasa por el conocimiento, la innovación, la protección del medio ambiente, la mejora educativa e institucional, más allá de la necesidad de grandes inversiones en infraestructura.
El primer puente entre China y América Latina fue el comercio. El desafío actual es mayor: debemos construir un puente para las ideas.
En este aspecto, el Banco Interamericano de Desarrollo tiene la vocación y la experiencia para canalizar ese diálogo. Esta semana auspiciaremos en Lima, junto al Gobierno del Perú y la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), la Cumbre China-América Latina de Políticas y Conocimiento. El encuentro reunirá a ministros de vivienda de Brasil, Chile, Ecuador y Perú con autoridades del Gobierno y académicos de China para fomentar el intercambio en un tema vital para nuestras sociedades: la expansión urbana.
Tenemos muchos desafíos en común: para el 2020, tanto en China como en nuestra región habrá siete megalópolis con más de 10 millones de habitantes. Tenemos muchas experiencias por compartir: América Latina tiene lecciones que sacar de la cooperación público-privada y de la planificación nacional china, que coordina el crecimiento de las ciudades con el desarrollo productivo. China podría aprovechar algunas de las soluciones innovadoras que hemos aplicado en temas como la protección social, los sistemas de transporte urbano o el mejoramiento de barrios.
Esperamos que este diálogo sea un paso más en el camino hacia una cooperación más plena entre dos regiones con una historia de encuentros. Así, el Pacífico será más que una vía de navegación para buques de carga: será un puente para intercambiar ideas. Y gracias a este tipo de infraestructura lograremos acortar la distancia que nos separa del desarrollo.