Por María Olave.
Con menos retórica pero similar objetivo que el proyecto del Banco del ALBA, los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) están creando una institución de financiamiento multilateral que busca abrir su propio espacio y librar a los países miembros de los condicionamientos que reciben del Banco Mundial o del FMI cada vez que les mandan fondos para paliar crisis o financiar obras.
La creación del nuevo banco de desarrollo en el cual China aportará la mayor cantidad de fondos se acordó en la cumbre de Sudáfrica de 2003 y será lanzado en la cumbre de los Brics que se celebrará en Fortaleza, Brasil, el próximo 15 de julio. La cosmopolita y pujante Shanghai se perfila como la ciudad que será sede de la entidad.
A la cumbre asistirán los presidentes de los cinco países miembro, mientras que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, fue invitada por Rusia a participar, aunque aún no está confirmado si efectivamente asistirá.
En China, las autoridades del gobierno ya dan las puntadas finales a la agenda que el presidente Xi Jinping tendrá en su paso por América latina, ya que tras la cumbre en Fortaleza visitará la Argentina, Venezuela y Cuba.
En diálogo con El Cronista, Xu Yingzhen, directora general de América y Oceanía del Ministerio de Comercio chino, calificó la creación del banco de muy importante ya que, dijo, contribuirá al desarrollo sostenible y al crecimiento inclusivo de los países de la región.
La funcionaria aclaró, en ese sentido, que el fondo de los Brics no se limitará sólo a financiar a los miembros de la agrupación, sino que podrán beneficiarse países extra-bloque.
El lanzamiento del banco será una nueva señal del protagonismo que reclaman en la escena internacional las economías de los grandes países emergentes y una forma de plantar bandera ante la hegemonía estadounidense. A China le molesta que la influencia de Estados Unidos en ese banco luego permee hacia la ayuda que brinda. Y la entidad que proponen los Brics es una respuesta a eso.
Los cinco países que integran el grupo harán un aporte inicial de u$s 10.000 millones cada uno. Pero ya se sabe que el próximo paso será establecer un fondo de reserva de u$s 100.000 millones para hacer frente a eventuales crisis financieras. En este caso, la participación sería diferenciada. China aportará u$s 41.000 millones, Brasil, Rusia e India u$s18.000 millones y Sudáfrica, u$s 5.000 millones.
Básicamente, cuando un país solicita fondos al Banco Mundial o el FMI para recibirlos tiene que comprometerse a una serie de políticas de ajustes estructurales diseñadas para cerrar brechas presupuestarias. Esas políticas, aplicadas en América Latina en la década del 90, han sido consideradas por los muchos críticos como formas de neocolonialismo que condicionan el desarrollo de un país y, sobre todo, que habilitan a los organismos multilaterales a inmiscuirse en las cuentas públicas de la nación a la que suministran fondos.
Con respecto a Rusia, Putin opina algo parecido a lo de su par chino. Hace tiempo que tenía en mente una institución de este tenor, y la reciente crisis de Crimea debe haber fortalecido ese convencimiento. Cuando estalló, una de las primeras sanciones que aplicó EE.UU. es dejar a Rusia sin el funcionamiento de las tarjetas de crédito. Como las tarjetas internacionales son adminsitradas por empresas estadounidenses, le interrumpieron el servicio prácticamente de un día para el otro.
El fondo de reserva de u$s 100.000 millones del nuevo banco se activará como amortiguador de crisis para los estados miembro o de graves turbulencias internacionales. Fundamentalmente servirá para cubrir déficit presupuestarios que pudieran surgir en situaciones de volatilidad.