Bjørn Lomborg*
A pesar de los avances en la esperanza de vida, el mayor acceso a la educación y los menores índices de pobreza y hambre, falta mucho por hacer en el planeta para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Casi mil millones de personas siguen acabando la jornada con hambre, 1,2 mil millones viven en la pobreza extrema, 2,6 mil millones carecen de acceso a agua potable e instalaciones sanitarias, y casi tres mil millones deben quemar materiales dañinos dentro de sus hogares para combatir el frío.
Cada año, diez millones de personas mueren a causa de enfermedades infecciosas como la malaria, el VIH y la tuberculosis, además de la neumonía y la diarrea. Se estima que la falta de agua e instalaciones sanitarias causa al menos 300.000 muertes al año, mientras que la desnutrición provoca al menos 1,4 millones de fallecimientos infantiles.
La pobreza es uno de los factores que más mata. Es la razón de que los niños no reciban una nutrición adecuada y vivan en zonas con aguas sucias e higienización inadecuadas.
Y explica por qué una enfermedad completamente prevenible como la malaria mate cerca de 600.000 personas al año; muchos son demasiado pobres como para comprar medicamentos y mosquiteros para camas, al tiempo que los gobiernos carecen de presupuesto para erradicar los insectos que transmiten la enfermedad ni tratar los brotes epidémicos de manera oportuna.
Sin embargo, algunos de los problemas más letales tienen que ver con el medio ambiente. Según la Organización Mundial de la Salud, cerca de siete millones de muertes se deben cada año a la polución del aire, la mayoría como resultado de la quema de ramas y estiércol dentro de los hogares. La polución del ozono de superficie mata a más de 150.000 personas al año, mientras que el calentamiento global provoca otras 141.000 muertes.
Suena fenomenal. El mundo puede centrar cada vez más su ayuda en los problemas ambientales más acuciantes (la polución del aire exterior e interior, junto con la polución del ozono y el plomo) que causan casi todas las muertes relacionadas con el medio ambiente.
Lamentablemente, no está pasando así. Casi toda la ayuda ambiental (cerca de $21,5 mil millones, según la OCDE) se destina al cambio climático.
No hay duda de que el calentamiento global es un problema que debemos enfrentar de manera inteligente (si bien nuestro historial hasta el momento no da pie a mucho entusiasmo). Pero para hacerlo se necesita energía renovable barata, especialmente en el mundo desarrollado, no destinar dinero a reducir las emisiones de gases de invernadero por parte de los países en desarrollo. Si la totalidad de esos $11 mil millones se destinaran a la energía solar y eólica en la misma proporción que el gasto global actual, las emisiones globales de CO se reducirían en cerca de 50 millones de toneladas al año.
Si se simula en un modelo climático, ello bajaría las temperaturas de manera tan trivial que equivaldría a posponer el calentamiento global para fines de siglo algo más de siete horas.
¿Por qué el mundo escoge a propósito vivir de manera tan ineficaz? ¿Podría ser que porque la ayuda para el medio ambiente no apunta tanto a ayudar al mundo como a sentirnos con la conciencia un poco más tranquila?
* Profesor Adjunto De La Escuela De Negocios De Copenhague. Fundo Y Dirige El Centro Del Consenso De Copenhague