POR: VÍCTOR FERNÁNDEZ COCA PERIODISTA Y ESCRITOR.
Aquellas son las características productivas por las que el mundo conoce a Bolivia en la última centuria. La República nació como país minero, aunque los orígenes de los pueblos aymaras y quechuas son agrícolas. Como país minero vivió la nación, en principio con la explotación de la plata en las minas del sur del departamento de Potosí. Al comenzar el Siglo XX surge la era del estaño y el decaimiento de los precios de la plata. Aun así explotando plata, estaño u otros minerales Bolivia es un país minero y vive de los impuestos de la explotación de minerales. Es entonces que es conocido como país minero.
El petróleo aparece como motivación subterránea de la Guerra del Chaco y la presencia de la empresa inglesa Estándar Oil que descubrió petróleo en el sudeste, más propiamente en el Chaco, jurisdicción de los departamentos de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz. Sin embargo el petróleo nunca como en el presente se mostró como el sostén del presupuesto nacional. Comenzó como empresa inglesa, luego es fundada la empresa YPFB al finalizar la contienda con el Paraguay. Si bien había buena producción no se mostraba como el recurso cuyos impuestos mantendrían a la nación, sí se pagarían impuestos porque las empresas estatales, se caracterizan por fomentar la corrupción, desviando sus recursos en beneficios privados.
Al presente, digámoslo con orgullo y entusiasmo, somos un país petrolero, vivimos de estos recursos, al margen de otras contribuciones de la empresa privada y otras actividades comerciales e industriales que no llegan ni a una tercera parte de los recursos que producen los impuestos a la explotación petrolera. Es necesario anotar que, fue este Gobierno que cambió las reglas del juego con las empresas petroleras extranjeras que explotan este recursos. Antes del Gobierno del MAS el código del petróleo imponía a las empresas petroleras solo el 18 por ciento de impuestos en boca de pozo.
El nuevo código y hay que decirlo con énfasis, exige de las empresas que explotan petróleo líquido o gas el 51 por ciento de regalías, ahí están los recursos para el florecimiento de la economía del país, que está por encima del crecimiento de los países de la vecindad. Esta situación hace que de país solo minero pasemos a considerarnos país petrolero, anotar también que la minería pasa un periodo confuso entre empresas estatales y cooperativas mineras que se apoderaron de empresas del Estado pretendiendo ser empresas protegidas por el Tesoro General de la Nación, siendo así que son empresas privadas con criterio cooperativo. La minería y el petróleo son recursos no renovables. Sufrimos en carne propie el decaimiento de la explotación minera y vivimos el auge de la explotación petrolera que también puede decaer. Pero tenemos una alternativa con la producción de la coca.
El millonario narcotráfico ha convertido a Bolivia en país cocalero, que desgraciadamente, la producción de coca, materia prima para el narcotráfico no paga un centavo de impuestos al Estado. Felizmente en los últimos días se anunció que se estudia un impuesto específico para la producción de coca. Si la producción se mantendría en los niveles actuales, el impuesto a la coca sería otro recurso que reforzaría el presupuesto nacional. El mal uso de aquella hierba tradicional, sustento de siglos de los pueblos andinos, se convierte en droga cuando es utilizada para la fabricación de cocaína. Nacen los cárteles internacionales de comercialización que producen millones para los comercializadores y desprestigio para el país. Al presente se está desagraviando la producción de la coca, cultivo medicinal e industrial muy rentable.
Se anunció ya que pagarían impuestos solo los comercializadores y no los productores. Criterio injusto y parcial. Se conoce que el productor de coca tiene derecho legal a producir un cato de coca, entonces debe pagar el impuesto por la cantidad que produce en el cato, así como el comercializador, haga sus aportes por las cantidades que vende. Visto así ese apodo de país cocalero no solo sería simple apodo sino una realidad económica para el país.