En un gesto hacia la distensión, el presidente ruso, Vladimir Putin, pidió ayer al Parlamento de su país que cancele la autorización para intervenir militarmente en Ucrania, una iniciativa que fue bien recibida por Kiev y Washington.
"Putin propuso al Consejo de la Federación [Cámara alta del Parlamento] la anulación de la resolución del 1° de marzo pasado que le permitía recurrir al ejército ruso en territorio ucraniano", declaró Dimitri Peskov, vocero de Putin.
Para el Kremlin, el motivo de la decisión es "normalizar la situación en Ucrania" , agregó Peskov.
La resolución tenía por objeto "defender a los ciudadanos rusos en Ucrania", tras la ofensiva lanzada por el ejército de Kiev en las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, donde los rebeldes prorrusos habían ocupado enclaves estratégicos.
Moscú movilizó entonces a decenas de miles de soldados para hacer maniobras cerca de la frontera con Ucrania. Previamente, se anexionó la península de Crimea, después de que sus habitantes decidieran, en referéndum, independizarse de Ucrania.
El anuncio de Putin fue saludado por el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, quien lo consideró "el primer paso concreto hacia una solución de la situación en el este de Ucrania".
El mandatario ucraniano dio instrucciones al presidente de la Rada Suprema (Parlamento), Alexander Turchinov, para que entable contactos con la presidenta del Senado ruso, Valentina Matvienko, a fin de solicitarle que la anulación sea tratada en la próxima sesión parlamentaria.
La propuesta de Putin coincide con la tregua acordada entre las autoridades ucranianas y los rebeldes prorrusos, y también con la advertencia de la Unión Europea y Estados Unidos sobre nuevas sanciones de carácter económico si Moscú no contribuye al plan de paz para las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk.
El gobierno de Barack Obama también celebró el paso dado por Putin para contribuir al deshielo en la región. No obstante, Josh Earnest, vocero de la Casa Blanca, dijo que Washington necesitaba "ver muestras evidentes de un cambio de comportamiento de Rusia respecto del conflicto ucraniano". "Apoyamos cualquier comentario por parte del presidente Putin sobre el valor de un acuerdo de alto el fuego. En los próximos días estas palabras deben ser seguidas por acciones concretas", agregó.
Con su decisión, el presidente ruso, que pidió prolongar la tregua, retomó la iniciativa en el conflicto de Ucrania y ahora la presión está sobre el gobierno de Kiev, que debe hacer sostenible el plan de paz.
Poroshenko ordenó, el viernes pasado, a sus tropas un alto el fuego unilateral hasta el 27 de junio para permitir el desarme de los rebeldes. Los insurgentes rechazaron en un primer momento las condiciones de la tregua, al considerarlas una "estratagema" de Kiev. Sin embargo, el líder de la autoproclamada república separatista de Donestsk, Alexander Borodai, sorprendió anteayer al aceptar el acuerdo de alto el fuego.
Pese al impulso negociador de Putin, la situación sobre el terreno es todavía confusa. Por un lado, Poroshenko dijo que no negociaría con aquellos rebeldes que tuviesen "las manos manchadas de sangre". Nunca especificó concretamente con quién no se sentaría a negociar.
Al mismo tiempo, los incidentes militares no dejan de sucederse. Ayer, nueve soldados ucranianos murieron cuando los insurgentes prorrusos derribaron el helicóptero en que viajaban.
Fuentes militares ucranianas indicaron que el helicóptero Mi-8 en el que viajaban los soldados fue derribado en las afueras de la ciudad de Slaviansk, donde se han producido algunos de los combates más duros entre los insurgentes y el ejército. Los choques armados dejaron cerca de 400 muertos desde abril.
Tras el incidente, el gobierno ucraniano amenazó con suspender el alto el fuego. El Ministerio de Defensa autorizó a las unidades militares desplegadas en el Este a responder con fuego los ataques de los separatistas prorrusos.
Poroshenko, elegido el pasado 25 de mayo, dijo que tras el alto el fuego debe cesar la llegada de "armas y mercenarios" procedentes de Rusia, según anunció la oficina de la presidencia al dar cuenta de una nueva conversación telefónica del mandatario con el vicepresidente norteamericano, Joe Biden.
Kiev y los países occidentales acusan a Rusia de armar bajo cuerda a la rebelión para desestabilizar Ucrania. Unas acusaciones rechazadas por Moscú. El jefe de la diplomacia rusa, Sergei Lavrov, dijo que el Kremlin no tiene ninguna "ambición geopolítica".
Al gobierno ucraniano le interesa mantener en paz las convulsas regiones del Este, en un momento en que está a punto de firmar con la Unión Europea la última parte de un acuerdo histórico de asociación.
Agencias AP, AFP, EFE y Reuters