Por Álvaro Ríos Roca
Chile, como todo país, desea una matriz energética diversificada, con seguridad de abastecimiento, con precios competitivos y con el menor impacto posible sobre el medioambiente.
Chile, que es deficitario en recursos energéticos, apostó por el gas natural de Argentina para complementar su generación hidráulica y desplazar los más contaminantes y costosos derivados del petróleo y carbón. Este gas debía también reemplazar derivados del petróleo en la industria, comercio, transporte y otros.
Primer golpe a Chile. Los múltiples gasoductos desde Argentina se fueron quedando vacios y tuvo que hacer un viraje de nuevo a los derivados del petróleo y comenzar una búsqueda de GNL en el mercado global. Abastecimiento de gas natural de los vecinos Perú y Bolivia eran, y aún son, socialmente inviables.
Segundo golpe. Mientras ocurrían los cortes de gas, los precios del petróleo se fueron de 25 hasta US$ 140/barril (2002-2008). Desde entonces, se mantienen alrededor de US$ 100/barril. Mientras los precios del petróleo subían, las energías renovables como el biodiésel y las intermitentes solar y eólica, se posicionaban como alternativa.
Estas energías más costosas e intermitentes fueron impulsadas en toda la región y por supuesto en Chile. Desde la crisis económica del 2008 y con la aparición del shale gas en USA, los fuertes impulsos hacia energías renovables han amainado bastante, incluyendo en Europa.
Tercer golpe. El maremoto en Fukushima detiene planes nucleares y hace crecer la demanda de GNL como espuma, principalmente en Asia, con un muy fuerte impacto en los precios spot del
commodity.
Cuarto golpe a Chile. Su sociedad no concibe proyectos nucleares y rechaza muy fuertemente proyectos de carbón y hasta hidráulicos. La sociedad demanda energías limpias y renovables como la eólica y la solar que no son masivas, son intermitentes y son costosas. Un poco al estilo Europa. Empero, el sector productivo y los gobiernos de turno quieren energía competitiva.
Si los proyectos de carbón no se concretan y los de agua se siguen postergando, a Chile no le queda más que apostar por más gas natural, que debe venir vía GNL.
Acá hay una oportunidad para el Perú, que puede complementar este mercado laberíntico y deficitario a partir del Gasoducto Sur Peruano y de los arreglos de la Haya, tanto en gas natural como en electricidad. Los beneficios para ambos países están más que nítidos.