Si es cierto que los militantes de La Cámpora saldrán a grafitear las paredes del país con la épica consigna de “Patria o Buitre”, las primeras en alegrarse serán las pinturerías. Después les seguirá una abundante clientela de políticos y funcionarios que en la última década vienen a remolque de las envolventes consignas que les impuso el kirchnerismo.
“Hay que darle duro a las corporaciones y por eso estamos con Cristina” decía hace poco en la intimidad un gobernador del FPV. En el mismo off the record contaba entusiasmado cómo after Club de París y Repsol payment su provincia volvería a los mercados con créditos a un dígito para variados fines, como infraestructura, políticas sociales y hasta recomprar el banco provincial que en los ‘90 el peronismo, cuando transpiraba la camiseta neoliberal, supo enajenar. ¿Y los buitres? “Está todo cocinado, Obama nos apoya y nadie quiere en la finanzas mundiales que la mancha de aceite se extienda” fue la respuesta optimista.
Standard & Poor’s, cuyos brokers se distraen poco con el Mundial de Fútbol, recalificó para abajo a seis provincias y a algunos bancos argentinos. El fallo de la Corte de EE.UU. ha sido para el país como ir al médico y enterarse de que el chequeo no dio bien, pese a que uno se siente como un tigre. El colesterol malo lo aportan los holdouts, que son a la usura de la deuda mundial lo que los barrabravas son al negocio del fútbol. Elliot Management , Aurelius, NML Capital y otros aprovecharon un negocio de oportunidad a principios de siglo y compraron papeles basura de un país remoto a la deriva. Esta nación, tras acorralar los ahorros de millones de ciudadanos, aprovechó el envión devaluatorio y canjeó acreencias. Menos con estos canallas a los que Cristina y el didáctico Axel Kcillof defenestraron y lo seguirán haciendo en estos días hot.
Thomas Griesa, que por las fotos parecería más cerca del arpa que de la guitarra, es hoy el árbitro del porvenir nacional. Los bufetes de abogados, que litigaron en contra y a favor de la Argentina, en Buenos Aires y en el exterior, en el CIADI y en otros tribunales, se están haciendo su agosto con la desesperación del gobierno. Una cosa era dejarle pagarés a Scioli, Massa, Macri o cualquier tapado del 2016 y otra es terminar abrochado por la palabra default, después del mágico desendeudamiento cuyo copyright se atribuye a Néstor Kirchner.
Versus 2001, el Tequila, Rusia, Grecia y otras encerronas internacionales, este remake de la crisis argentina tiene un aspecto novedoso, por lo menos hasta hoy: no se expande el aceite, lo que coloca a la Argentina en una sórdida soledad. En el establishment político nacional nadie cree que haya otro atajo posible que no sea negociar y pagar. Pero la retórica, como ayer en el Congreso, llevará a unos y otros a acompañar los discursos impregnados de soberanía, que en este Día de la Bandera, la presidente de la Nación y seguidores esparcirán a cuatro vientos.
Vaca Muerta, la minería y las enormes necesidades de infraestructura del país esperan lluvias de dólares. Antes, habrá que pelar la billetera para cancelar con estos indeseables a los que el gobierno humilló por una década. Después de eso retomaremos la euforia con la que veníamos. Los mercados nos esperan confiados en que la Argentina es un país grande, que siempre honró sus deudas sin preguntar quién las contrajo y en qué se fueron vento, morlacos, guita, tarasca, viyuya, todo lo que fronteras afuera se llama “Argentine Sovereign Debt” (Deuda Soberana Argentina).
Increíble: crecimos a tasas chinas, inundamos de soja el mundo, éramos el ejemplo y cuatro piratas nos ponen en la lona como a Maravilla Martínez. Dígame la verdad doctor, ¿qué tengo?
*Director de Mining Press y EnerNews